Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
El fotógrafo Antonio Pérez, que actualmente reside en Sevilla, se crió en una pequeña aldea a nueve kilómetros de Tarifa llamada El Torrejón. Mirar al estrecho y tratar de imaginar cómo sería la vida al otro lado se convirtió en uno de los pasatiempos favoritos de su infancia, un juego que se tornó un ritual familiar cuando su padre, de vuelta de un viaje, trajo a casa unos binoculares que acercaban el mundo nada más sacarlos del estuche. Y esa totalidad era siempre, en los días claros, Marruecos.
Años después, este fotógrafo que alterna el documentalismo con proyectos conceptuales de vocación lúdica, ha convocado a sus familiares y antiguos vecinos en torno a un proyecto titulado Simetrías de un espacio que acoge hasta el 25 de septiembre Baelo Claudia.
La exposición se inauguró el viernes pasado, un episodio que Antonio Pérez evoca con satisfacción. "Ese día reuní a parte de mi familia. Mi madre nació en la aldea de Betis, a unos dos kilómetros del conjunto arqueológico. Mi padre, a unos siete kilómetros, en La Peña, otra pequeña aldea de Tarifa. Y, de repente, aparecieron primos primeros, primos segundos, primos terceros", comenta sonriente asociando esos rostros hoy adultos a aquellos niños con los que, treinta años atrás, buscaba espárragos y tagarninas en primavera.
La muestra, que ya se ha visto en el Museo de Málaga -allí la inauguró el consejero de Cultura, Paulino Plata- y en Tetuán, recoge una treintena de imágenes donde el autor nos plantea miradas asociadas y trampantojos. O "espejismos" que, como escribe Felipe Benítez Reyes en el catálogo de la muestra, "suelen ser convincentes, porque nos ofrecen una irrealidad que a veces logra corregir los desajustes de la realidad misma".
Buscar los parecidos y diferencias entre el norte de Marruecos y el sur de España a través de estas instantáneas es más que una diversión. Entre los viandantes que cruzan una plaza gaditana y otra de Tetuán, las ruinas romanas de Volúbilis y las de Baelo Claudia, o las atracciones de las ferias de Armilla (Granada) y Tánger, Antonio Pérez plantea un viaje que tiene un halo mágico como aquéllos que propiciaban las alfombras voladoras de las historias de Las mil y una noches.
Más allá, añade Benítez Reyes, "estas fotografías nos hablan de lo diversos que son los decorados del mundo y de lo parecidos que son en esencia, porque al fin y al cabo los actores somos los mismos: nosotros, los de aquí o los de allá, con nuestras incertidumbres y desvelos, con nuestras dichas y aspiraciones, con nuestras ilusiones prudentes y con nuestras decepciones secretas, en el fluir de la vida".
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