Avalancha de terror y belleza
Swans, la banda de Michael Gira y cabeza de cartel de esta edición del Monkey, ofreció un sonido emocionante y audaz en el Teatro Central
Sevilla/En toda mi vida sólo me han ofrecido tapones para los oídos dos veces y en el mismo lugar. La primera vez fue en el recién inaugurado Teatro Central, cuando Glenn Branca estrenó en la Expo 92 su 8ª Sinfonía. La segunda fue la noche del jueves, cuando los organizadores del Monkey Week nos advertían que la banda cabeza de cartel del festival, Swans, usaba unos niveles de sonido muy altos.
Un ruido que, sin embargo, no fue abrasivo ni superficial, sino que cumplía un propósito estético. En los primeros minutos del concierto, durante la calma tensa de un primer acorde sostenido, sentíamos que Swans estaba construyendo algo, haciendo sonar sus instrumentos de manera casi minimalista, monótona y continua hasta que la estructura sonora se desarrolló de tal forma que se convirtió en un monolito que no se vino abajo en ningún momento de las casi dos horas siguientes.
Hay muchos aspectos en el sonido de Swans que lo hace impenetrable y el primero y más importante es lo brutalmente alto que toca la banda. Incluso en las partes más suaves y delicadas de sus piezas notamos el cuerpo aún sacudido y los oídos implorando tregua, no en vano sobre el escenario había más amplificadores que músicos. El numeroso público asistente se sentía frágil en sus manos cuando arremetían con toda su fuerza bruta, acuchillando con sus guitarras y descargando mazazos con su sección rítmica. Lo que por un momento era lento e hipnótico pasaba luego a ser ruidoso y caótico, dejando el cuerpo paralizado, sin saber cómo reaccionar ante tal música, atrapados por ella, sintiéndonos parte de un tejido perfecto que nos encerraba en su interior, sin importarnos lo que estuviese pasando fuera de él. En muchos de los momentos culminantes, un imponente Michael Gira se alzaba en el centro de la banda, levantando las manos en el aire como un semi dios poseído y se dejaba llevar por la música que emanaba de los demás, actuando tanto de punto focal para los espectadores como de director de los músicos, convertidos en una orquesta clásica siniestra controlada por sus manos y su imponente visión de las cosas que realmente importan: terror y belleza, vida y muerte.
Los Swans están muriendo en esta gira última que les ha traido a Sevilla, en un final de viaje audaz y emocionante, para regalarnos un concierto increíble, ambicioso y poderoso, un último destello de su rock experimental, que nunca ha sido esclavo de las convenciones a pesar de tener el mismo lenguaje básico de guitarras, bajo, percusión y sintetizadores. Michael Gira y su increíblemente disciplinado elenco de apoyo de cinco músicos desarrollaron sutilmente el tema rítmico inicial para, casi sin parecer que tocaban piezas diferentes, llevarlo al punto de ebullición y después liberar suavemente la tensión.
Cuando el espectáculo llegó a su fin, sentimos como si hubiésemos vuelto a la Tierra desde algún reino lejano y nos llevó tiempo volver a adaptarnos al mundo exterior.
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