Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
NUEVA COLECCIÓN EDITORIAL
Fueron los tres creadores de vocación limpia, extraños al enigma, vocacionales de la transparencia. Estuvieron entre aquellos que fundaron su territorio emocional en lo que veían, sin más ornamento. En lo que escuchaban, sin otro ruido. En lo que vivían, sin épicas de saldo. Así levantaron su obra literaria Joaquín Romero Murube (1904-1969) y los hermanos José (1918-1992) y Jesús de las Cuevas (1920-1991). A la manera de otros tantos que fueron, como ellos, autores que el tiempo va lentamente revelando. Ellos, tan exquisitos, aún en la penumbra.
Ahora, la editorialAthenaica los ha elegido para echar a andar su línea narrativa, que aspira a rescatar textos clásicos de la Literatura universal. Y lo hace con la reedición de dos obras fundamentales: Pueblo lejano (1954), de Romero Murube, e Historia de una finca (1958), de los hermanos De las Cuevas. Ambos títulos llegan, además, arropados por sendos prólogos firmados por los poetas Felipe Benítez Reyes y Jacobo Cortines, respectivamente. Las dos introducciones tienen algo de puesta al día de sus autores, de mapa de su escritura.
Así lo indica Benítez Reyes en su estudio sobre el poeta de Los Palacios y Villafranca, uno de los indispensables en la generación Mediodía: "Cuando un escritor tira de memoria puede animarse a escribir En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o bien escribir Pueblo lejano. No se trataría tanto de una cuestión de magnitud como de ambición, y la ambición literaria de Romero Murube fue modesta: no aspiraba a ser un gran nombre de la literatura universal, sino a ser el cronista entusiasta y a la vez melancólico de su pequeño universo".
En este punto, Pueblo lejano está emparentado con Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas. Con Ocnos de Luis Cernuda. Y con Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Por esa evocación contenida del origen. Y por esos descubrimientos que están injertados en la astronomía de un niño solitario: la soledad, la tristeza, el amor, la muerte, el misterio. No es extraño, por tanto, que Melchor Fernández Almagro calificara el libro –publicado originalmente en Madrid en la prestigiosa colección Ínsula- como una "novela del recuerdo".
"Las devociones localistas de Romero Murube tienen poco que ver con lo que definió como 'melindres quinterianos de las sevillanerías al uso': desde su rincón electivo, Romero Murube fue cosmopolita -bien que algo perezosamente cosmopolita- en sus intereses estéticos, en sus relaciones personales y en sus curiosidades intelectuales, aunque Sevilla representó siempre su motivo central de dedicación y de fascinación", señala Benítez Reyes sobre el poeta sevillano, del que se prevé publicar nuevos títulos. Posiblemente, Sevilla en los labios (1938) será la siguiente parada.
Más novedad presenta en esta colección de Athenaica, cuyo diseño está inspirado en la colección del arquero que dirigió José Ortega y Gasset, el rescate de Historia de una finca de los arcenses José y Jesús de las Cuevas. Esta obra mereció en 1958 el premio Juan Palomo de novela que fundó Manuel Halcón, quien juzgó así el libro: "Todo cuanto en él se recoge se asienta sobre pilares reales (…). Así es cómo se respira la tierra en Andalucía la Baja". Curiosamente, Romero Murube también le brindó elogios: "Allí no hay más personaje, único y enorme, que la infinita tierra de nuestra Andalucía".
En efecto, el protagonista de esta novela es "San Rafael", un cortijo de negras tierras de la fértil campiña entre Arcos y Bornos, una explotación agraria de cerca de novecientas hectáreas que hereda don Santiago Núñez de Baena, hijo del último mayorazgo, en 1869. A partir de entonces, son varias las generaciones que se suceden como propietarias del cortijo. Mueren los personajes, pero la tierra permanece como un espacio complejo, conformado por diversos mundos: el mineral, el vegetal, el animal y el humano, que conviven en estrecha interdependencia y que imponen sus leyes.
A juicio de Jacobo Cortines, autor del prólogo en esta edición, Historia de una finca exhibe "una frescura, una agilidad, una inventiva, una prosa grácil y grave, que no han sido desplazadas por novelas posteriores. El léxico agrícola es riquísimo y muestra su evolución desde los términos tradicionales hasta su sustitución por un vocabulario técnico nuevo". El poeta y profesor rememora la escritura de la novela a cargo de los hermanos De las Cuevas entre 1953 y 1957, "unos años que fueron decisivos para la mayor transformación que experimentó el campo andaluz en toda su historia".
Subraya Cortines en su estudio el atrevido punto de vista elegido por José y Jesús de las Cuevas en la novela. "Adoptan a contracorriente de la época en que la escriben, y muy conscientes y seguros de su posición, una óptica patronal, lo cual no implica ni una justificación a ultranza de la propiedad a costa de lo que sea, ni una despreocupación por el otro estamento humano que está ligado a esa propiedad: la tierra, que tiene sus exigencias morales, y que todos, patronos y obreros, han de cumplir con la fidelidad que esta reclama", indica en el prólogo.
Precisamente, esta colección de Athenaica se ampliará próximamente con otra obra de los hermanos De las Cuevas, La bodega entrañable, su debut en el género narrativo tras unos inicios instalados en la escritura teatral. La reedición contará, en esta ocasión, con un prólogo firmado por Alberto González Troyano. Le seguirán, por último, los Tres cuentos de Gustave Flaubert, publicados originalmente entre 1875 y 1887 y que ahora saldrán con una traducción de Francisco Ferrer Lerín y una introducción de Mauro Armiño.
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