"El libro habla de amor, de lo que significa perseguir un sueño y apostarlo todo"
BELÉN RUBIANO | ESCRITORA
El sello Libros del Asteroide publica 'Rialto, 11', el debut como novelista de una autora que recoge con ingenio, honestidad y una deliciosa nostalgia sus memorias como librera en Sevilla
Rialto, 11 supone el bautizo editorial de una empresaria a la que sus clientes echaban mucho de menos porque el hueco que dejó aquella pequeña librería sevillana tras su cierre en 2002 fue profundo. Y siempre se intuyó que, detrás de su mostrador, había una autora en potencia. Gracias a la excelente edición de Libros del Asteroide quienes no pisaron aquel local de Jerónimo de Córdoba (la plaza del cine Rialto) descubrirán ahora, tras las cubiertas en turquesa de la novela, lo que fue, más que un negocio, un experimento cultural delicioso. Otros lectores se sorprenderán del estilo desenfadado e inteligente de Belén Rubiano (Sevilla, 1970), una mujer que desde la infancia anticipó que, para ella, el paraíso equivalía a un lugar colmado de libros. La obra se presentará este jueves a las 20:00 en Caótica con la presencia del editor, Luis Solano.
-La novela narra el cumplimiento de un sueño -la apertura de su propia librería- y su derrumbe. ¿Qué es Rialto, 11 para usted?
-Era un libro que me pedía que lo escribiera, he sentido esa pujanza a lo largo de los años. Es mi historia novelada aunque parcial porque cuento sólo lo que me interesa a efectos narrativos. La resurrección de esta librería que existió de verdad en Sevilla y el que tenga esta vida en papel me llena de alegría. Pero en Rialto, 11 no hablo sólo de montar una librería, de un proyecto exitoso o frustrado, eso da igual. Hablo de lo que significa perseguir un sueño y apostarlo todo. Quería contar una historia de amor. Intento desentrañar en qué consiste el amor y cómo sus costes, cuando una historia sale mal pero ha merecido la pena, siempre juegan a favor de quien se lleva eso en la memoria.
-¿Cuánto le llevó encontrar el tono exacto, esa voz propia que es tal vez la gran baza de la novela?
-Antes que la manera de contar esta historia, donde tan presente está el choque entre la realidad y el deseo, debía encontrar mi propia voz, lo que me llevó años. Cuando lo logré pensé: "Ármate de valor, enciérrate a escribir hasta que salga". Fue luego, en el proceso de escritura, cuando me di cuenta de que me quería proteger, de que me estaba salvando, y eso no funciona. Los libros que me gusta leer son aquellos donde el autor no está recién duchado ni huele divinamente o es siempre ingenioso. Cuando lo asumí decidí no tener prisa y empezar por el principio. Hay muchas más historias que pasaban en Rialto pero no me servían para contar ésta. Estoy muy orgullosa de todo lo que he tirado a la papelera.
-¿Quién es Belén Rubiano a través de las páginas del libro?
-Una niña que desde pequeña tiene la intuición de que su vida, no digo ya para ser feliz pero sí fiel a sí misma, va a tener que ir muy cercana al hecho de los libros, ya como editora o como librera y siempre, siempre, como una lectora viciosa que ha dejado de vivir por leer a veces. Y cuando crece y quiere saber cómo montar una librería y armarla económicamente, lo que no es fácil, decide trabajar en una antes. Fui una librera precoz porque abrí Rialto con 27 años, era muy jovencita. La cerré a finales de 2002, sólo estuvo abierta cinco años... pero cinco años para un paraíso rinden mucho en el corazón. Mereció la pena vivirlo y ha merecido la pena escribirlo.
-¿A qué autores es más fiel en esta fase de su pasión literaria?
-A los de siempre más algunos nuevos: Steinbeck, Simenon, Dickens, Svevo... De algunos me quedo con toda su obra y de otros me basta un solo libro pero todos son fundamentales para mí. Hace poco releía los cuentos de Carson McCullers y entendí por qué sigue tan viva, por qué la elegí y vuelvo a ella con tanta frecuencia.
-¿Le preocupa la recepción de la obra fuera de Sevilla? ¿Teme que se pierdan matices, sabores?
-Di muchos pasos atrás al escribirla porque la historia que quería contar la tenía que entender y disfrutar, no sólo en la carcajada sino también en la emoción, un lector de un pueblo francés o de una aldea de Tokio donde haya una librería, o mi abuelo si me estuviera leyendo. A estas alturas de mi vida no me interesan los libros difíciles sino los que tienen distintos niveles de lectura. La complejidad debe de estar sólo del lado del autor.
-No han dejado de aparecer en los últimos años novelas que tienen a las librerías como asunto central y aún resuena el éxito de la de Penelope Fitzgerald tras la versión cinematográfica de Isabel Coixet. ¿Le han servido de estímulo esos títulos?
-Si hay una lujuria y una gula adicional en el verbo leer, para mí está en leer libros que traten de librerías y libros. Se han publicado recientemente muchas novelas sobre el tema, algunas decepcionantes. Una ya clásica que guardo siempre en el corazón es 84 Charing Cross Road de Helen Hanff y mi propio título le rinde homenaje. Otro referente para mí sería Memorias de un librero de Héctor Yánover. De La librería de Penelope Fitzgerald me gusta que pone la atención en un hecho: ella abre la librería en un pueblo pequeño de pescadores y confía en que será bien recibida pero el lector va viendo pronto cómo incomoda a la comunidad. Porque la cultura molesta. Cualquier grupo humano sabe que una librería es un foco de no se sabe qué. Mucha gente dice que querría montar una librería o pasar en una todas las mañanas de los sábados pero no se las apoya ni facilita la vida, ni por parte de las administraciones, que las tratan como un negocio sin serlo, ni por parte de los vecinos. Fitzgerald pone el dedo en una llaga que es cierta: puedes vender tus libritos pero cuidado, no me traigas nunca a este pueblo Lolita de Nabokov.
-En Rialto, 11 la subversión cobra la forma de una pizarra donde escribe cada día una cita enigmática, atractiva o ingeniosa de sus autores favoritos, lo que acaba llamando la atención del mismísimo Enrique Vila-Matas.
-Pensé que esa esquina de la plaza tenía más tráfico rodado que de caminantes y que, estando la pizarra fuera, tendría más visibilidad que sobre los azulejos dentro. Y una tiza me vuelve loca. Fue la gran campaña de publicidad de la librería, un regalo que me hice y que afortunadamente salió bien.
-En su libro se recuerda también el mapa de librerías de esta ciudad en los años 90, que ha cambiado mucho. ¿Qué hace falta para que resista una librería?
-Si se venden pocos libros y esos dejan poco margen, si se vive una época en la que los alquileres están subiendo, si para colmo desembarcan en la misma ciudad dos grandes superficies con un fondo maravilloso como Casa del Libro y Fnac, o se aguanta el tirón para que los clientes vuelvan y te echen de menos o no se puede. El mapa de liberías de esta ciudad cambiará de nuevo dentro de un tiempo. Como las células de un cuerpo, nacen unas y mueren otras. Por eso admiro tanto una librería pequeña con un buen fondo, sé bien todo lo que hay detrás para sostenerlo.
-En sus páginas explica cómo negoció con los distribuidores, soportó el narcisismo de algunos escritores, construyó amistades fieles... ¿Es éste un manual de supervivencia para futuros libreros?
-Aquí encontrarán muchas luces y sombras pero nada que tenga que ver con la realidad. Si uno quiere montar una librería será muy feliz pero no sabrá si se jubilará o la legará a sus hijos, o si pagará el coste de abrirla unos años. Sí espero que el libro toque algo en cada lector que no tiene que ver siquiera con una librería sino con la honestidad con uno mismo.
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