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Más allá del tópico de cansados pero satisfechos
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Ganadora del Goya en 2022 por su banda sonora para El buen patrón, marcada por un tono satírico de aire popular, formación de cámara y variaciones rítmicas constantes sobre un par de temas recurrentes, Zeltia Montes (Madrid, 1979) se ha convertido en una de las voces musicales más interesantes del último cine español. Aquel premio le sirvió también para reivindicar una necesaria mejora en las condiciones en las que trabajan los compositores en nuestra industria, cada día mejor formados pero doblemente presionados por el corto margen de tiempo y las prisas para completar su labor en la fase de postproducción y los recursos puestos a su alcance para llevarla a cabo.
Montes lidera la creciente presencia de mujeres en un gremio tradicionalmente ocupado por hombres, y junto a ella Maite Arrotajauregi, Aránzazu Calleja, también ganadoras del Goya por Akelarre, la prolífica Vanessa Garde, Paula Olaz, Natasha Arizu, Andrea Motis o las andaluzas Paloma Peñarrubia, Isabel Royán o Pilar Onares empiezan a aparecer en los títulos de crédito del cine comercial o el de corte más autorial.
En el caso de Montes, autora de la extraordinaria banda sonora de Nina, de Andrea Jaurrieta, estrenada este pasado fin de semana, nos encontramos con una compositora en racha que ha encadenado varias películas y series (La casa entre los cactus, Mi soledad tiene alas, La red púrpura, La espera, Honor, Bird Box Barcelona) donde su trabajo adquiere un protagonismo considerable más allá de las habituales funciones dramáticas, especialmente en Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza, donde su obsesiva escritura para cuerda y formación vocal incide ya en su primera escena, siempre desde un lugar ajeno a la literalidad de las imágenes, en la construcción de una extrañeza que adquiere poco a poco y en un constante crescendo la dimensión perturbada que rige la mirada de su protagonista (Malena Alterio).
En Nina, suerte de western de venganza sobre los abusos sexuales y el consentimiento ambientado en un pueblo costero del Norte de España y con numerosas referencias cinéfilas, Montes también enturbia el paisaje, siempre dentro de unas claves de género, para dejar oír ciertas esencias herrmannianas en una escritura marcada por las cuerdas tratadas por la electrónica y un movimiento constante entre la tonalidad y las técnicas contemporáneas. Su música insufla aquí una dimensión de cuento oscuro y premonitorio que borra toda huella de naturalismo para adentrarse en las claves de la psique obsesionada de una víctima hacia su objetivo de justicia y restitución.
También estos días se ha publicado la ambiciosa música de Arturo Cardelús (Madrid, 1981) para la gran apuesta de la animación española de la temporada, Dragonkeeper, guardiana de dragones, de Salvador Simó, co-producida con China. A Cardelús lo descubrimos en otra cinta de animación, Buñuel en el laberinto de las tortugas, y como Montes también pertenece a esa nueva generación de compositores formados de manera específica en escuelas norteamericanas.
Para la ocasión, la escala musical se agranda y la orquesta sinfónica adquiere el protagonismo en un lenguaje tonal, armónico y melódico tradicional salpicado de modos y colores instrumentales chinos, tal y como dicta el contexto del filme. El erhu, violín chino de dos cuerdas, o el yang chin, una suerte de dulzaina, o la flauta china ponen el timbre local, en ocasiones en solitario, a una escritura dramática que se expande a partir de un delicado tema central asociado a Ping, la niña protagonista, un tema que crece y se modula en variaciones a lo largo del filme desde las notas del piano original. El resultado, en una composición que acompaña prácticamente la totalidad del metraje, ha sido mezclado en Dolby Atmos para potenciar el protagonismo y la singularidad de la música junto al resto de elementos y efectos sonoros en busca de una experiencia envolvente.
Otros sonidos, otras escrituras
El francés Olivier Arson también se ha hecho su hueco en el cine español con sus sonidos sintéticos, texturas y ritmos electrónicos o su incursión puntual en la música instrumental en As bestas, con la que ganó su segundo Goya tras El Reino en 2023. Ahora firma junto a Abel Hernández la banda sonora de la serie de Disney+ Nos vemos en otra vida, que se centra, a partir del libro de Manuel Jabois, en el personaje de Gabriel Montoya Vidal 'Baby', primer condenado por los atentados terroristas del 11-M de 2004 por transportar los explosivos desde Asturias a Madrid.
Arson y Hernández sacan pleno rendimiento a sus procesadores, al Fan organ, al OP-1 o al Pocket Operator y los secuencian junto a instrumentos como el clarinete, el clarinete bajo, la armónica o el violonchelo, creando una atmósfera de género inquietante y sombría que también sabe marcar y plegarse a los ritmos constantes y percutivos.
Bien distinto es lo que hace la malagueña Isabel Royán para Olvido, el thriller de Inés París ambientado en la riada de Valencia de 1957. El prestigioso Trío Arbós se da el relevo con la orquesta, el arpa y el piano solistas en un score de corte clásico y aromas (contemporáneos) de género que guía el suspense en torno a la aparición de varios cadáveres de mujeres y la posterior investigación entre una periodista y un policía.
El neoyorquino-sevillano Dan Kaplan puso música y canciones folk al clásico western mudo de John Ford The Iron Horse (1924) en unos memorables Encuentros de Música de cine de 2003 en el Teatro Maestranza. Veintiún años después, con sus guitarras y armónica junto al violín de Jerome Ireland y el bajo del gran Juanmi Martín, lo hace de nuevo en un pase especial en los cines MK2 Cinesur de Nervión el próximo martes 21 de mayo a las 19:00h. El evento está organizado por la asociación 'Linterna Mágica' y está destinado a sus socios. Para más información: linternamagicasevilla@gmail.com
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