Arturo Fernández sacia a un público huérfano
De Eric Assous. Dirección: Arturo Fernández. Intérpretes: Arturo Fernández, Carmen del Valle. Lugar: Teatro Quintero. Fecha: Sábado, 20 de noviembre. Aforo: Completo.
Arturo Fernández es un coloso. No es un gran actor, no creo que él se crea un gran actor -es listo para eso-, pero es un fajador que lleva en los escenarios el tiempo suficiente para conocer a su público y mirarlo a los ojos cuando saluda al final de la obra. Intensa y cómplicemente, uno por uno. Y por esa misma regla de tres de la seducción, darle lo que quiere, o sea comedias intrascendentes con las que pasar un buen rato.
Porque La montaña rusa no es una obra maestra, como anuncia el programa, y no creo que ni siquiera Eric Assous -adaptador al teatro de la lacrimógena Los puentes de Madison- piense que lo es. El asunto es este: César, un alto ejecutivo en la última madurez de su vida ha conocido en el bar del Hotel Palace a una atractiva joven. La obra se inicia con la pareja entrando en la casa del ejecutivo pero lo que César pensaba que iba a ser una noche de aventura sin complicaciones se convierte en una espiral de equívocos y de apariencias que van a llevarle al borde de la paranoia. Todo bajo el humor más sencillo, claro, que juega con las repeticiones, los asuntos maritales, alcohólicos, de diferencia de edad y de infidelidades. Que son cosas que hacen mucha gracia. En fin, una trama inocua que decae cuando al final se agarra al sentimentalismo.
Pero este espectáculo sacia a un público que se había quedado huérfano con el cierre del Imperial. Así que si usted pertenece a este público o target, como dicen modernamente, corra al Teatro Quintero porque no creo que La montaña rusa le defraude en absoluto. Todo es igual que entonces: dos horas con intermedio durante las que todo el mundo se ríe a rabiar, incluso en el intermedio, y donde la media de edad son los sesenta años. Por cierto, ojo a la salsa que se marca el sr. Fernández.
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