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Arturo Fernández visita por primera vez el Lope de Vega con Los hombres no mienten, una comedia del francés Eric Assous que se interroga sobre la conveniencia de la sinceridad en la pareja. A través del huracán que se desata en la vida de Silvia (Sonia Castelo) y Pablo (Fernández) cuando deciden confiarse los deslices que ha registrado su historia en común, la obra se pregunta si la honestidad total en un matrimonio no es al fin y al cabo un espejismo. "¿Qué pareja no ha tenido una infidelidad, ya sea por parte del hombre o de la mujer? ¿Y es importante decir la verdad o mentir?", se cuestiona el intérprete asturiano antes de compartir la conclusión a la que ha llegado: "No merece la pena contar los cuernos de cintura para abajo, pero los de cintura para arriba sí, con ésos se sufre", argumenta.
El veterano estrenó hace ya dos años en Madrid este texto de Assous, un dramaturgo al que ya adaptó en La montaña rusa, que considera "uno de los autores más importantes que existen" y que, entre sus virtudes, "juega muchísimo con el público, dispone un suspense constante". Fernández sostiene que el material de Assous es sutil y debería provocar "la sonrisa, que es más inteligente, pero por el tema que tratamos, los cuernos, la obra acaba produciendo carcajadas. El espectáculo duraba una hora y treinta y cinco minutos, pero por las risas que nos interrumpen continuamente ahora llega a las dos horas".
Más allá de los hallazgos de Assous, que con su obra obtuvo el Premio Molière, de sus dos colegas sobre el escenario, Sonia Castelo y Carlos Manuel Díaz, "muy ajustados a la comedia", incluso de otros factores costeados de la producción -"la gente aplaude el decorado o se interesa por saber quién ha hecho la música"-, Los hombres no mienten es una propuesta con el sello de Arturo Fernández, que como es habitual se dirige a sí mismo. "El público viene a verme porque sabe lo que espera de mí, conmigo no hay sorpresas", dice un cómico que admira "a los actores que se meten en la piel del personaje, pero prefiero que el personaje se meta en mi piel, que es mucho mejor", afirma con sorna. No parece tener miedo ante las dos semanas que está programada su comedia en el Lope de Vega: en Sevilla, como comprobó con su reciente estancia en el Teatro Quintero con La montaña rusa, sabe que tendrá una sintonía especial con los espectadores. "En Andalucía el auditorio coge cosas que en el resto de España pasan desapercibidas, hasta el punto de que estuvimos en Málaga y mis compañeros se preguntaban qué ocurría".
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