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Arte, vida y biografía

Artemisia | Crítica

Periférica publica Artemisia, bella y compleja biografía novelada de la pintora Artemisia Gentileschi, obra de la escritora y crítica italiana, Anna Banti

La escritora italiana Anna Banti, pseudónimo de Lucia Lopresti (Florencia, 1895-1985)
Manuel Gregorio González

14 de junio 2020 - 07:00

La ficha

Artemisia. Anna Banti. Periférica. Cáceres, 2020. Trad. Carmen Romero. 232 páginas. 17,50 €

En esta novela se da indicio de una cuestión que sólo más tarde adquiriría una difícil notoriedad, la cual no es otra que la deformación, que la minusvaloración de la artista Artemisia Gentileschi, a cuenta de los abusos que sufrió por parte de Agostino Tassi, profesor de Artemisia y compañero de su padre, el pintor Oracio Gentileschi. Así lo pone de manifiesto su traductora, la filóloga sevillana Carmen Romero, en el epílogo a la novela; y así lo planteaba ya, en 2016, Estrella de Diego, en el prólogo a las Cartas precedidas de las Actas del proceso por estupro en el que la joven pintora se vio envuelta, y en el que padeció torturas al dar testimonio de los hechos.

Banti ha preferido subrayar el talento artístico y la valentía personal de Gentileschi, a los daños sufridos en su juventud

Obsérvese, por otra parte, que esta delicada cuestión, que atañe a la Historia, a la biografía, a la Historia del Arte y a la moralidad de cada época, es aplicable de igual modo a su agresor. ¿Debemos insistir, como hace Wikipedia, en la condición criminal de Tassi, o debe valorarse, principalmente, por su notable ejecutoria pictórica en el paisajismo urbano y portuario? Digamos, en fin, que esta pregunta es la misma que nos asalta con el esclavismo de Rimbaud, las fechorías de Villon o la larga nómina de artistas excepcionales y ciudadanos inicuos que suministraron los totalitarismos del XX. ¿Cuál es la opción que escoge Anna Banti, pseudónimo de la escritora Lucía Lopresti, al imaginar y vivificar a su Artemisia? De sus páginas de desprende con claridad la opción de la historiadora del Arte: sin olvidar el daño infligido por Tassi, daño que acaso es fácil rastrear en la temática de sus obras, de fuerte influyo caravaggiesco, Banti ha preferido subrayar el talento artístico y la valentía personal de Gentileschi, aun cuando el eco de la villanía inicial, que de algún modo la arroja a los caminos del mundo, nunca quede ensordecido.

Hay otro pliegue más en es esta Artemisia de Banti, cuya refinada complejidad, no sólo estilistica, se observa ya desde sus primeras líneas: Artemisia se escribe tras el bombardeo alemán de Florencia en el año 44. Pero se escribe o se reescribe después haber perdido el original en uno de aquellos blitzs, y en consecuencia, viene “contaminado” por los padecimientos e infortunios de la autora. Se da así una doble fastasmagoría que la Historia no hace sino amonedar profunda e irrevocablemente: a la historicidad novelada de la Gentileschi, se une la historicidad de la escritora Banti, encendida y trágica, entre las ruinas del XX. Añadamos a esto que los conocimientos de Banti no son, en absoluto, superficiales (Banti participó, junto a su marido, el gran historiador formalista Roberto Longhi, en la fundación de la revista Paragone); lo cual salva el insalvable escollo del anacronismo que aflige, por lo común, a las llamadas novelas históricas, y que aquí se ofrece por su reverso: por uso pulcro e imaginativo de la erudición, en servicio de la reconstrucción/evocación de una vida.

En este sentido, se hace presente, como una huella difusa e inapreciable, el magisterio estético de Benedetto Croce y aquella cautela ante lo español, no exenta de caricatura, que había recogido en sus estudios. Aun así, Banti no deja de recordar el influjo de Caravaggio en Ribera, y el magisterio de éste en aquella Italia del Seiscientos. También el alto magisterio de Poussin, de Van Dyck, de su propio padre, de Pedro Pablo Rubens, etcétera. No ocurrirá así con Claude Lorrain, con Claudio de Lorena, cuyo aprendizaje tuvo lugar bajo las órdenes de Agostino Tassi. Lo cual nos lleva a preguntarnos, quizá inútilmente, si dicho omisión responde a algún motivo ajeno a la pintura o se trata, sencillamente, del propio curso de la novela. Una novela, repetimos, cuyo fin parece ser, más allá del hermanamiento soterráneo de novelista y novelada; más allá de la vindicación de una obra superior, que abunda en la oscuridad y el drama barrocos, el de librar a la pintora de una mácula que, por un lado la envilece y por otro la fija en su condición de víctima.

Digamos, pues, que la Artemisia de Banti es una mujer fuerte, atormentada y libre; una mujer joven, hermosa, altiva y solitaria, verosímilmente imaginada, pero cuyo talento y cuyo éxito no deben atribuirse, en ningún modo, a un lejano infortunio.

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