Americanas en un piano
Antonio Oyarzábal | Pianista
El pianista bilbaíno Antonio Oyarzábal publica un álbum con música de veintiuna compositoras iberoamericanas
La ficha
EL FIN DEL SILENCIO
Obras de Lía Cimaglia (Argentina, 1906-1998), Cecilia Arizti (Cuba, 1856-1930), Adelaide Pereira da Silva (Brasil, 1928-2021), María Luisa Sepúlveda (Chile, 1898-1958), Alicia Terzian (Argentina, 1934), Lita Spena (Argentina, 1904-1989), Carmela Mackenna (Chile, 1879-1962), Rocío Sanz Quirós (Costa Rica, 1934-1993), Graciela Agudelo (México, 1945-2018), Modesta Sanginés (Bolivia, 1832-1887), Rosa Mercedes Ayarza (Perú, 1881-1969), Rosa Guraieb (México, 1931-2014), María Teresa Prieto (España /México, 1896-1982), Kilza Setti (Brasil, 1932), Isabel Aretz (Argentina/Venezuela, 1909-2005), María Luisa Escobar (Venezuela, 1898-1985), Teresa Carreño (Venezuela, 1853-1917), Teresita Carreño-Tagliapietra (Estados Unidos/Venezuela, 1882-1951), Clarisse Leite (Brasil, 1917-2003), Modesta Bor (Venezuela, 1926-1998) y Chiquinha Gonzaga (Brasil, 1847-1935)
Antonio Oyarzábal, piano
Pixaudio
En su tercer álbum, el pianista vasco afincado en Londres Antonio Oyarzábal (Bilbao, 1989) se había acercado con el título de La muse oubliée a música de compositoras clásicas europeas, la mayoría bastante conocidas ya. Con el cuarto ha dado un salto hasta Iberoamérica para ofrecer música de veintiuna compositoras nacidas en once países diferentes (incluidos España y Estados Unidos), aunque esta vez muy infrecuentes en las programaciones. Citemos sus nombres: Lía Cimaglia, Cecilia Arizti, Adelaide Pereira da Silva, María Luisa Sepúlveda, Alicia Terzian, Lita Spena, Carmela Mackenna, Rocío Sanz Quirós, Graciela Agudelo, Modesta Sanginés, Rosa Mercedes Ayarza, Rosa Guraieb, María Teresa Prieto, Kilza Setti, Isabel Aretz, María Luisa Escobar, Teresa Carreño, Teresita Carreño-Tagliapietra, Clarisse Leite, Modesta Bor y Chiquinha Gonzaga.
–¿Qué pretende con este proyecto?
– Es la exploración en torno a un grupo de compositoras latinoamericanas de los últimos 150 años. Habiendo grabado ya La musa olvidada con IBS, he seguido muy activamente con mis investigaciones en torno a música de mujeres y puse el foco en una serie de obras que escuché y me interesaron mucho de Modesta Bor, una compositora venezolana muy importante. Les comenté el descubrimiento a unos colegas que viven en Londres, donde tienen un sello discográfico y una empresa de vídeos profesionales para músicos que se llama Pixaudio. El dueño de la empresa es venezolano y el ingeniero de sonido, argentino. Ellos me animaron y entre todos pusimos en marcha este proyecto que rápidamente se extendió a todas estas compositoras.
–El fin del silencio, ¿de dónde procede el título?
–Me lo dio la escritora Anna Beer, la autora de un libro que se hizo muy famoso, y está en español, Armonías y suaves cantos. Somos amigos, y fue ella la que me proporcionó en 2021 el título para este disco.
–¿Y de dónde sale toda esta música, pues salvo alguna excepción (Teresa Carreño o María Teresa Prieto, en este caso para nosotros, por ser asturiana de nacimiento) son músicas muy poco conocidas?
–Sí, pero la misma Prieto se consideraba más mexicana que española, que es algo que me dijo su biógrafa. Fue la parte más difícil del proyecto. Muchos meses de investigación tanto online como en bibliotecas. Vivo en Londres, tengo cerca la British Library y suelo ir a menudo. Pero luego además han funcionado mucho los amigos hechos durante el proceso. Por ejemplo, las partituras de la costarricense Rocío Sanz Quirós las conseguí por contactos con personas que llevan allí archivos de músicos, conocí también a un japonés que comparte intereses conmigo y me mandó mucho material. La recopilación fue un proceso largo y complejo. De allí salió una montaña de obras y la criba de aquello terminó en este programa.
–Se trata de una panorámica amplia: la compositora más antigua (Sanginés) nació en 1832 y luego hay un par de ellas nacidas en los años 1930 y aún vivas (Terzian y Setti). ¿Hay líneas estilísticas que puedan seguirse a lo largo del disco?
–Hay varias líneas. Muchas de estas mujeres viajaron a Europa para nutrirse de las diferentes corrientes musicales del continente, y lo que hacen muy bien es fundir este aprendizaje con el acervo folclórico de cada país, y hacerlo muy distintivo. Luego también hay una consciente narrativa en el CD: hacia la segunda mitad se empieza a hablar de la infancia. Hay una relación muy bonita, no conozco otro disco en el que se junte a Teresa Carreño con su hija Teresita Carreño-Tagliapietra. Está la nana de la propia Carreño, otra de la brasileña Clarisse Leite o las piezas de Kilza Setti, brasileña también. Me gustó mucho hacerlo así. Surgió de forma muy natural. Y me llevó a ese primer disco que grabé, The Inner Child (El niño interior), esa nostalgia por el pasado. El objetivo del CD no es ese, pero contar esta historia me pareció bonito.
–Se aprecian rasgos de diferentes tendencias europeas del siglo XX, romanticisimo, impresionismo, neoclasicismo… Hecho en falta referencias más vanguardistas…
–Por un lado, sí creo que hay algunas obras que hacen uso de un lenguaje más modernista, como las Evoluciones de Rocío Sanz Quirós, quizá no en el Moderato, que es un vals que nos lleva a Satie, pero el Allegro anterior tiene elementos atonales, o la Scriabiniana de la mexicana Rosa Guraieb, en la que la mano derecha está en una tonalidad y la izquierda en otra, con claves distintas. Pero es cierto que dominan los lenguajes románticos o impresionistas, como los Preludios de Lita Spena, por ejemplo. Me siento mucho más cómodo con esos lenguajes que con músicas más vanguardistas.
–¿Ha presentado esta música en concierto?
–El disco lo presentaré en Mánchester el próximo 26 de octubre y posiblemente en Londres también en otoño (aunque esto está sin cerrar). Toco mucho la Noche de luna en Altamira de la venezolana María Luisa Escobar y Días de lluvia de la mexicana Graciela Agudelo. Pero como tal, el programa del CD no lo he tocado nunca. Lo he propuesto, pero hasta ahora no ha salido, no ha generado aún el mismo interés que La muse oubliée, y me refiero sobre todo a España, aunque quizás aún sea pronto.
–¿Ha tocado mucho en América?
–Recientemente lo he hecho en Los Ángeles y Florida con proyectos más cercanos a La muse oubliée, aunque incluyendo esas dos piezas que le he dicho. Para Latinoamérica tengo planes, pero de momento no he estado.
–¿Rescata música de mujeres por convencimiento de que hay que hacerlo o este repertorio se ha convertido hoy en un simple nicho de mercado?
–Llevo tocando este repertorio muchos años. Con 14 estaba estudiando a Jacquet de la Guerre al clave. No me gustan las cuotas esas de incluir en cada recital una pieza breve de una compositora. Tengo el convencimiento de que hay que poner un poco de justicia con repertorio que ha sido relegado a las sombras. Y de hecho hay ya un segundo CD de La muse oubliée grabado con IBS.
–¿Compositoras nuevas?
–Todas son distintas a las del primer volumen.
–¿Nos movemos en el mismo ámbito temporal, siglos XIX y XX?
–Sí, y me voy incluso algo más atrás, porque hay una sonata de Mariana Martínez.
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