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Antonio Machín: 40 años sin el maestro del bolero

El cantante, enterrado en Sevilla y con estatua frente a la capilla de los Negritos, murió un día como hoy de 1977 a los 74 años

Antonio Machín. / D. S.
Amalia González (Efe)

04 de agosto 2017 - 02:33

Madrid/ Angelitos negros, El manisero o Dos gardenias son temas populares e inolvidables que marcaron una época y que pertenecían al celebre cantante y compositor cubano Antonio Machin, de cuya muerte a los 74 años en Madrid se cumplen hoy 40 años. El cantante descansa en Sevilla por deseo expreso. En la capital andaluza vivió y se casó, en junio de 1943, con Angelita Rodriguez, el amor de su vida, y en esta ciudad tiene una estatua desde 2006 frente a la capilla de los Negritos, de la que fue hermano.

Nacido en febrero de 1903 en Sagua la Grande, en la provincia de Santa Clara en Cuba, de padre gallego y madre cubana, Antonio Machín se crió en el seno de una familia pobre y numerosa (eran 16 hermanos). A los 4 años aprendió de su madre la primera canción y sólo diez años después hizo su primera aparición pública, en el casino de La Habana. Un año después, con 15, inició su andadura artística junto al cantante Miguelito Zaballa. Formó parte del Trío Luna y después el joven Machín ingresó en una de las formaciones más vanguardistas de la escena iberoamericana de los años 20 y 30, la Orquesta de Azpiazu, dirigida por Justo Ángel Azpiazú, Don Azpiazu, con la que realizó sus primeras actuaciones en Nueva York y grabó varios álbumes. El primero fue El manisero en 1929.

Desde entonces sus canciones se dieron a conocer por América Latina y Estados Unidos. En la década de los 30 actuó en París y Londres y, a finales de 1939, la amenaza de la Segunda Guerra Mundial le obligó a trasladarse a España, donde tras debutar en Barcelona estrenó el inmortal tema de Maciste y Blanco, Angelitos negros. Pronto su nombre fue conocido en todo el país y temas como El manisero, Perfidia, Mira que eres linda, Madrecita, Envidia y tantos otros superaron las modas para seguir en el recuerdo de varias generaciones. Paralelamente, la inquietud creativa del cantante lo llevó a formar el Cuarteto Machín, con el que obtuvo gran éxito en Estados Unidos.

Su popularidad se extendió por Europa, y presentó su célebre Lamento esclavo, de Grenet. Todo ello le permitió afrontar con garantías empresas artísticas de mayor envergadura, como la formación de la Orquesta Habana, con la que realizaría numerosas giras por el Viejo Continente. A finales de los 40, convertido ya en referencia del musical y el teatro de variedades, incorporó a su repertorio otra de sus piezas más universales, Dos gardenias, de Isolina Carrillo. En la década siguiente, coincidió en España el auge del chachachá con la orquesta de Machín reestructurada para animar este género.

Convertido ya en máxima figura del son cubano y del bolero, Machín pondría en marcha, más adelante, otros espectáculos como La vida empieza a las siete o Melodías inolvidables. Su última actuación, apenas dos meses antes de morir y ya muy enfermo del pulmón, tuvo lugar en Alcalá de Guadaíra el 7 de junio de 1977.

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