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El escritor gaditano Antonio Hernández obtiene el Premio Andaluz de las Letras

La Asociación Colegial de Escritores concede su galardón al autor de la recién editada 'Nueva York después de muerto' por poseer "una de las voces más sólidas y templadas del último medio siglo".

El escritor gaditano Antonio Hernández obtiene el Premio Andaluz de las Letras
Francisco Camero Sevilla

12 de marzo 2013 - 05:00

"No me he metido con nadie, ¡esto es excepcional! La gente va a pensar que me estoy haciendo viejo", se despide entre risas al otro lado del teléfono Antonio Hernández, que a su extensa lista de reconocimientos -el Adonais en 1965 por El mar es una tarde con campanas, el Nacional de la Crítica en 1994 por Sagrada forma, o el Rafael Alberti en 2000 por El mundo entero, entre varios otros- sumó ayer el Premio Andaluz de las Letras. El galardón, que concede la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía (ACE), celebra "la destacada y polifacética labor" del dueño de "una de las voces más sólidas y templadas, más matizadas y versátiles de la poesía española del último medio siglo", según señala el fallo, en el que la "expresividad" y la "fuerza" del escritor gaditano, nacido en Arcos de la Frontera en 1943, son comparadas con las de Valle o Camilo José Cela.

"Me siento muy contento sobre todo por el tipo de premio que es, en el que no hay una competicion deliberada ni esa cierta predisposicion al enmarañamiento que hay en otros; yo no me he presentado, sino que me han elegido", dice Hernández, orgulloso de inscribirse en la nómina de vencedores de las convocatorias anteriores -Antonio Gala, Manuel Alcántara y Rafael Guillén- de este galardón que carece de dotación económica, aunque el ganador recibe la Medalla de la ACE y el título de socio honorario. El premio llega cuando asiste expectante, más bien "nervioso", a la llegada a las librerías de los primeros ejemplares de su última obra, editada por Calambur, y no sólo "complejísima" y de gran ambición literaria -"en la poesía hay que intentarlo, siempre, se pueden encontrar nuevas vetas, pero a esas vetas se llega a través del riesgo, así que no hay más remedio: hay que exponerse"- sino también y sobre todo de enorme alcance sentimental para el autor, que la escribió para cumplir una promesa que le hizo a su amigo y "maestro" Luis Rosales. Nueva York después de muerto, que así se titula el libro de Hernández, era a su vez el título que tenía pensado el poeta granadino para una obra imaginada, "acaso apenas iniciada", que nunca pudo comenzar debido a la enfermedad. Un día, Hernández lo vio muy decaído, y "para intentar levantarle un poco el ánimo", explica, "con mucho más amor que petulancia", escribe en el libro, le dijo: "No te preocupes, lo escribo yo por ti". "Y él, sonriendo, me dijo: lo prometido es deuda".

Y se metió en "el lío". "Es un libro coral en el que establecemos una especie de diálogo Federico García Lorca, Luis Rosales y yo, a ese punto llega mi arrogancia; pero yo soy como un espectador que interpreta cosas y que tambien cuenta cosas", explica el autor sobre esta obra en la que ha intentado recrear esa "poesía total" de la que hablaba Rosales, esa que "a partir de una base lírica fuerte compendia todos los géneros, desde la narración al ensayo, pasando por el teatro, el periodismo e incluso la crítica literaria", todo ello, añade, "aunado en mi voz, y sospecho que no sólo no he conseguido hacer lo que yo quería, sino ni siquiera algo aproximado, pero por valentía que no quede...".

Atenuadas ya sus públicas discrepancias con los poetas de la experiencia -"se me enfrenta a ellos [en alusión a Luis García Montero, Álvaro Salvador o Felipe Benítez Reyes, al que califica como "espléndido escritor"] pero no: yo tengo ya una edad como para no andar por ahí de guerrilla, y no es que prefiera un armisticio, es que simplemente creo que se desenfocó un poco la discusión", que para él estaba motivada porque echaba de menos en esos poetas "una mayor atención al estilo y a la riqueza expresiva"-, Hernández, que también dedicó un muy celebrado y exitoso libro a la mística del Betis, La marcha verde -"realmente, el único libro mío que ha leído la gente"-, hace una aclaración final sobre la importante presencia de Andalucía, de la Andalucía rural de su infancia, así como del folclore, desde el flamenco a los toros, en toda su obra. "Es lo que yo he vivido, lo que en gran medida me constituye -afirma-, lo que conozco mejor. Por esto me llamaron poeta castizo, lo que no es nada conveniente... Aunque me importa tres pitos, que lean las novelas, y si lo hacen verán que de castizo nada: lo justo, en todo caso. Mi obra es amplia sobre todo en cuanto a contenido, pero al final lo realmente constituivo no son los toros ni el fútbol o el flamenco; es la experiencia del hombre en el mundo".

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