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Los enigmas de Candela

Compañía Antonio Gades | Crítica

La compañía de Antonio Gades, ayer en el Teatro de la Maestranza. / Guillermo Mendo.

La ficha

**** 'Fuego'. Compañía Antonio Gades. Intérpretes: Esmeralda Manzanas (Candela), Álvaro Madrid (Carmelo), Juan Pedro Delgado (El Espectro), Stella Arauzo (La hechicera), Sara Salado, El Piculabe, El Perrete (cante), Camarón de Pitita, Basilio García (guitarra), María José López, Raquel Valencia, María Nadal, Virginia Guiñales, Raquel Ortega, Cristina Carnero, Ana del Rey, Amor Cánovas, Miguel Lara, Miguel Ángel Rojas, Santiago Herranz, Antonio Ortega, Pepe Vento, Jairo Rodríguez, Ángel Navarro, José Cánovas. Directora artística: Stella Arauzzo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: Miquel Ortega. Coreografía y escenografía: Antonio Gades y Carlos Saura. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: jueves, 24 de marzo. Aforo: Casi lleno.

La complejidad dramatúrgica de El amor brujo hizo que Gades titulara a este segundo acercamiento teatral a la obra como Fuego, para diferenciarla de su primer El amor brujo de 1971. Ya antes había interpretado a Carmelo en la película dirigida por Rovira Beleta a finales de los 60. Y lo volvió a hacer en 1986 ante las cámaras de Carlos Saura. Cuatro versiones distintas pero todas ellas dictadas por la idea de que "el fantasma no existe, es un complejo de Candela". Una interpretación psicoanalítica que lleva a la resolución de Fuego en el apoyo y en el amor de la comunidad, una comunidad gitana idealizada, casi espiritual. Igual que ocurriría más tarde en Fuenteovejuna: la comunidad es el disolvente de los males individuales.

Para ello Gades retoma alguna de sus coreografías más emblemáticas, como la Danza ritual del fuego o la Danza de la bruja fingida y las pespuntea con algunos cantes festeros jondos: bulerías, tangos, villancicos y coplas, con el objeto de construir un ballet de 80 minutos. Cuando suena la Sinfónica de Sevilla la acción progresa y la danza se hace muy sutil, delgada, casi espiritual. También hay un diálogo con otras versiones anteriores, como en la Danza del terror que es, prácticamente, la única coreografía que conservamos de Antonia Mercé, la primera coreógrafa que puso en escena El amor brujo como ballet. Porque la obra no nació como ballet sino como una obra teatral de la compañía de los Martínez Sierra, con declamaciones, pantomina, canciones y bailes. Esa es la dificultad de la pieza de la que habla Gades en algunas ocasiones. No nació para ser bailada sino como música que ilustra una obra teatral, ciertamente compleja en su argumento, escrito por cierto por María Lejárraga, cuyo nombre no aparece en el programa de mano de esta versión. Sobresalen, como siempre en Gades, los espléndidos pasajes de grupo. Y sobresaliente también el trabajo individual de Álvaro Madrid, en una perfecta imitación del lenguaje escénico y coreográfico de Gades. La obra se estrenó originalmente en 1989.

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