Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Antonio Conde | Crítica
'De Graná, granaínas'. Antonio Conde González-Carrascosa. Diputación de Granada, 136 pp.
La primera vez que encontramos una referencia literaria a la granaína o granadina es en las Escenas andaluzas (1847) de Estébanez Calderón, por lo que Antonio Conde data en esta época el nacimiento del estilo como cante flamenco, pese a que El Solitario nunca manejara el nombre de flamenco. Conde señala que la literatura de finales del siglo XIX relaciona la granadina con otros fandangos bailables como la rondeña, la murciana y la malagueña y ofrece, tomándolos de Steingress, ejemplos de una granadina de baile interpretada por Petra Cámara, considerada en el pasado una bailarina de palillos que desde 2008, al menos, venimos considerando entre las primeras flamencas de la historia.
La historiografía flamenca admite por lo general que la configuración actual del cante por granaínas, en sus dos variantes, es una creación de Antonio Chacón a partir de estos primitivos fandangos llamados en su tiempo granaínas. Algo parecido, por tanto, a lo que pasó con las malagueñas. Por cierto que Antonio Conde utiliza en este libro la nomenclatura que estableció Chacón para estas dos variantes melódicas, la de granaína para el cante de cierre, más cercano al fandango tradicional de Granada, y media granaína para el cante de introducción de creación netamente chaconiana.
Una terminología que más tarde alteraría Manuel Vallejo: hoy se usa más comúnmente la terminología vallejiana sobre la chaconiana. En este sentido, considera Conde que la auténtica creación de Chacón, basada eso sí, muy probablemente, en los cantes que le escuchó a África la Peza, es la que el jerezano denominó media granaína en tanto que la llamada por él granaína es una versión personal de un cante que estaba en el repertorio general desde hacía tiempo y que, incluso, se había registrado "casi 30 años antes". Es decir, el fandango de Granada.
Respecto al resto de variantes, testimonia Conde la deuda de Vallejo con Chacón, pese a ser, las del sevillano, versiones muy personales de estas dos melodías. También en Marchena reconoce Conde cierta deuda con Chacón aunque por otro lado afirma que "no responde a ninguno de los esquemas clásicos". Desde luego las diferentes variantes de lo que en este libro, siguiendo la nomenclatura chaconiana, se denomina como media granaína, son deudoras del modelo chaconiano: Vallejo, Marchena, El Cojo de Málaga, Tía Marina Heredia y Enrique Morente son considerados por Conde los principales recreadores de este cante.
La otra línea evolutiva de la granaína, la que entronca de forma más directa con el fandango abandolao granadino, tiene una primera versión personal, conocida, en el trabajo de África la Peza, cantaora natural de la localidad granadina de la que tomó su nombre artístico y que era contemporánea de Silverio Franconetti, además de una estrella de los Cafés Cantantes de Granada, Sevilla, Madrid y Barcelona.
Antonio Conde mantiene que las granaínas de África la Peza han llegado hasta nosotros a través de 11 grabaciones que hizo El Mochuelo entre 1899 y 1914 con el título de Granadinas y con letras del repertorio de África la Peza, incluyendo la famosa: "Soy de la Peza, peceña", que desde 1886 se atribuye a la cantaora de Granada. Afirma también Conde que el cante de La Peza está emparentado con los fandangos de Frasquito Yerbabuena. Recreaciones de esta granaína, al margen de la tradición chaconiana, son las llevadas a cabo por El Canario Chico, José Cepero y el Niño del Genil.
Otra hipótesis que mantiene Antonio Conde en este libro, quizá la más novedosa, es la de que el cante denominado desde finales los años 60 del siglo XX como Malagueña de la Peñaranda es en realidad un cante por granaínas, un fandango de Granada, en la línea del anterior, que Conde también considera que formaba parte del repertorio de África la Peza. De hecho, el cante se etiqueta como Granadina en 11 registros llevados a cabo por El Mochuelo entre 1899 y 1914.
Las grabaciones son analizadas minuciosamente en esa obra con el objeto de demostrar el parentesco de dichos cantes con el fandango de Granada. Se da la circunstancia de que estas dos variantes melódicas por granaínas del repertorio de La Peza, la aludida en el párrafo anterior y esta, están grabadas sucesivamente en nueve discos de pizarra y dos cilindros de cera del Mochuelo.
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