Éranse una vez... mujeres y animales
Exposición de Anna Jonsson en el Centro Cerámica de Triana
La artista sueca afincada en Sevilla Anna Jonsson muestra hasta final de mes una selección de sus obras en el Centro Cerámica de Triana
La ficha
'Un europeo entra en el bosque'. Anna Jonsson. Centro Cerámica de Triana. Hasta el próximo 31 de mayo
En A través del espejo, la continuación de la famosa novela de Lewis Carroll, Alicia llega a un bosque en el que las cosas carecen de nombre y se pregunta, muy preocupada, qué le sucederá al suyo cuando entre en él. En la exposición de Anna Jonsson en el Centro de la Cerámica de Triana puede ocurrirnos algo parecido.
Anna Jonsson es una artista sueca radicada en Sevilla desde hace más de 30 años y muy presente en el panorama artístico de la ciudad desde que expusiera individualmente por primera vez en 2004. Aunque su obra abarca campos como el dibujo, el vídeo, la performance y, últimamente, la escenografía o la coreografía, esa presencia se debe sobre todo a su obra escultórica. En esta ocasión, los comisarios Iván de la Torre y Juan Ramón Rodríguez-Mateo han escogido, tratándose del sitio del que se trata, esculturas de barro cocido y policromado al temple, en las que la figura de la mujer está en relación con los animales.
Y es que, aunque es evidente la perspectiva de género desde la que se aborda, la obra de Jonsson siempre ha tenido una conexión con el mundo de las fábulas y cuentos populares, donde la personificación de los animales es muy frecuente. Estas obras de muy diversos años se han interpretado normalmente en clave feminista, lo cual es lógico y hasta acertado, aunque tampoco parece inútil complementarlas con una lectura acerca de la identidad.
De la interacción entre mujeres y animales aparece una imagen simbiótica, a menudo extraña, como la centaura, la gallina con dentadura humana en el momento del parto, o la doble esfinge gatuna que nos remiten al bosque oscuro de la amenaza de los cuentos infantiles pero también al de la superación y el deseo del conocimiento, como parece indicar la babosa que le abre los ojos a la mujer.
El bosque como símbolo remite, según Juan Eduardo Cirlot, al principio materno y femenino, al lugar donde florece la vida vegetal, no dominada ni cultivada y que oculta la luz del sol. Ana María Matute encuentra el bosque tan misterioso como atractivo, lejano y próximo, oscuro y transparente a la vez; el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño. Y es que en el bosque anidan toda clase de peligros y amenazas pero también todas las historias de siempre aun sin contar, los recuerdos inconscientes que se ignora poseer y que la relación tan íntima, aparentemente extraña en nuestro mundo racional, de la mujer con el animal en las esculturas de Anna Jonsson puede hacer aparecer, de manera inquietante, como vivencia crítica de la condición actual de la mujer.
En aquel bosque de las cosas sin nombre, Alicia estaba aterrada por poder perder su nombre, ya que seguramente le darían uno feísimo. Pero si así fuera, también le divertía pensar en la criatura a la que le fuesen a dar el suyo. Quizás por ello se ha preferido instalar las obras de la exposición sin las cartelas de los títulos, para que nosotros nombremos las situaciones que puedan descubrir las esculturas de Anna Jonsson sobre nuestra identidad
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