La feliz contradicción de Ángelo Néstore
'Hágase mi voluntad'
El poeta revisa sus antiguos planteamientos en 'Hágase mi voluntad', obra que le valió el Premio Emilio Prados
Hace ya tres años, en 2017, el italiano afincado en Málaga Ángelo Néstore (Lecce, 1986) irrumpió en la poesía española con dos libros, Adán o nada y Actos impuros, propuestas en las que bajaba al varón del pedestal y dinamitaba, con un verso bello e hiriente, con sensibilidad y fiereza, la idea de masculinidad. Aquellas obras, especialmente Actos impuros, que venía avalada por el Premio Hiperión, señalaron a Néstore como una de las voces imprescindibles de su generación, pero hoy el autor admite cierta "desilusión" con la mirada que atravesaba esos primeros proyectos, "una mirada que quizás era un poco naíf. Esa idea de nuevas masculinidades se ha convertido casi en un eslogan, es como una limpieza de cara que deja atrás siglos y siglos de poder, como si pronunciar aquellas palabras marcara otra pauta y eso valiera. Hay que reflexionar sobre los privilegios, sobre la responsabilidad que tenemos. Y, aunque yo no me defina como una persona de género binario, eso no implica que yo no haya recibido una educación como varón, que no posea una herencia en ese sentido. Mi vehículo para hablar de ello es la poesía", sopesa.
Hágase mi voluntad (Pre-Textos), el libro con el que Néstore se hizo con el Premio Emilio Prados, aparece ahora como una réplica del autor a su antiguo yo, "una suerte de ajuste de cuentas, sí. Pero contradecirse no tiene por qué ser algo malo, puede formar parte de un proceso de conocimiento y madurez", matiza sobra una obra que entre otras cuestiones indaga en el poder que el hombre ha ejercido y ejerce sobre la mujer y ante el que el autor se reconoce, estremecido, como parte de un turbio linaje. "El niño que abre Porntube en una ventana de incógnito (...) algún día me venderá el pan, / me pedirá la documentación, / me llevará a casa en el autobús", escribe Néstore en un poema surgido de un dato turbador: el concepto de manada se volvió tendencia en las páginas web españolas de pornografía. Una barbarie a la que no es ajeno el poeta, que ya antes de nacer tocaba "tambores de guerra" y se transforma en monstruo cuando afloran el deseo y la violencia. "Jadeo como la bestia que soy", proclama en un poema.
Néstore registra ese mundo marcado por la brutalidad y la opresión desde su ya asumida posición de privilegio, "con la garganta limpia de quien nunca tuvo que gritar para que se le oiga", "desde mi clase media, / desde mi cama, acomodado", dice en sus versos. "Yo vengo de Italia, pero nadie me define como inmigrante porque procedo de un país del primer mundo. Si fuera negro, o asiático, seguramente me verían de diferente forma, y sería distinto lo que yo estaría contando. No es justo que yo me apropie de ciertos discursos, ya que mi situación me ha beneficiado frente a otros. Quería hablar de eso en los poemas", explica en su charla. Unos poemas en los que se muestra inclemente consigo y con su estirpe: "He decidido tirar piedras contra mi herencia / porque yo soy el enemigo". Un autorretrato que duele y que mancha, también a quien lee el libro. "Me sigue rompiendo un poco por dentro, ahora que estoy con las primeras lecturas noto que continúa afectándome", confiesa el poeta.
Pese a la crudeza de los asuntos que trata, Hágase mi voluntad conquista un raro logro: el alcance de su golpe no está reñido con una rotunda belleza. "He buscado que dentro de referencias luminosas propias de un imaginario más clásico, los árboles, los parques, las flores del vivero, estuviera esa brutalidad del mundo. Yo creo que lo bello también hiere, que debe provocar de alguna forma", manifiesta. No en vano Letraversal, la editorial que ha impulsado y que ya ha publicado Excepción de Elizabeth Duval y En esta casa de Alberto Conejero, "tiene como logotipo una rosa y un puñal, un cuchillo. Es una declaración de intenciones", apunta este gestor cultural que también codirige el Festival Irreconciliables.
Hágase mi voluntad explora también en sus versos los condicionantes que impone el lenguaje, un campo en el que Néstore investiga desde hace más de una década. "Debe existir un lugar donde poder inventar una lengua / que no hable siempre en masculino", reivindica en un texto. "Yo soy hombre porque tú me nombras", sentencia en otro poema. "Suelo alternar masculino genérico y femenino genérico; mi tesis doctoral, por ejemplo, la hice en femenino. Hay quien cree que es por afán de provocar, pero para mí es un modo de reflexionar sobre cómo el lenguaje es político y el mundo se ha construido desde una mirada patriarcal. Mi lucha no es contra la RAE, no le exijo que haya un cambio, es más una manera de decir que existen otras formas de expresarse. Sé que decir todes suena raro, pero también le chocaría al primero que oyó el concepto ratón como algo asociado a un ordenador. Es una cuestión de costumbre, y de voluntad", añade Néstore.
En la producción poética de Néstore asoma por primera vez la idea de la muerte, presente en el libro desde el primer y magnífico poema, Insepulto, en el que el autor recrea la visita al nicho que su madre ha comprado para la familia. "Pienso en mi madre, en mi padre y en mí / convertidos en polvo (...) Si lo pienso un nicho es la utopía perfecta: / sin hombres y mujeres, / todos extranjeros". Más adelante, en otro fragmento, un niño que escarba en la tumba de un parque "acaricia sin saberlo el lecho de su tumba: / la idea de la muerte cae un día sobre la niñez / y la fusila". El autor expresa su asombro por la obsesión, un tanto lúgubre, que le ha dejado "la crisis de los 30, que no ha venido con un complejo de Peter Pan como es habitual. Pero ver aquel nicho me causó un trauma: de repente tenía un espacio físico, en un punto geógráfico concreto, para mi cuerpo", recuerda Néstore, que pese a que entiende ya que el recorrido es una cuenta atrás aún siente su sangre agitarse afín al mundo: "Cada vez que pienso en mi tumba", afirma en otro poema, "la vida estalla como una primavera".
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