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El cantaor Angelillo (Ángel Sampedro Montero, Madrid, 12/1/1908-Buenos Aires, 25/11/1973) pertenece a una tradición de línea clara de este arte hasta hace poco denostada en los medios flamencológicos. La reivindicación de Marchena, Valderrama, Chacón y el Pinto pronto afectará también a este cantaor madrileño. Éste es uno de los principales obstáculos para su reivindicación actual, su nacimiento vallecano de padre gallego. También su optimismo. La obra de Angelillo, en especial la de antes de la guerra civil, lo más perdurable de su legado, transmite alegría vital.
Dice Valderrama que no se fue por razones políticas, sino para no ser molestado por el nuevo régimen. La cuestión es a qué llamamos política. El de Torredelcampo dice que corría el riesgo de ser llamado a filas por el régimen franquista, con lo que ello suponía de parón para su carrera. Pero lo cierto es que el nivel de popularidad obtenido en los primeros 30 no se volvería a repetir, ni en España ni en su tierra de adopción, Argentina. Así que desde los años 40 compartía su dedicación artística con su regencia de un negocio de venta de automóviles.
Dice Valderrama, asumiento una consigna del nuevo antiguo régimen, que, puesto que no tenía delitos de sangre, nada tenía que temer. Pero, ciertamente, otros por menos sufrieron represión. Y Angelillo, como otros intérpretes flamencos, se había señalado por su republicanismo. En especial por su vínculo con la productora cinematográfica Filmófono.
Lo cuenta de esta manera el historiador de cine Julio Pérez Perucha: "En el otoño de 1935 la empresa distribuidora y exhibidora Filmófono acometió un vasto plan de producciones baratas (que pronto sería truncado por la sublevación franquista) cuya deliberada comercialidad no debía estar reñida con la búsqueda de unos materiales populares tratados con la dignidad y respeto que merecía el público a quien iba fundamentalmente designada la operación, y que no era otro que el constituía la base social de la II República, y si el fundamento de tal maniobra era aquella comercialidad, la columna vertebral del proyecto era una relectura moderna y progresista de ciertos temas tradicionales de la cultura popular española. Dos hombres impulsaron tal iniciativa: Ricardo María de Urgoiti y Luis Buñuel".
Los dos filmes que hizo el cantaor con Filmófono son el principal vínculo político de Angelillo, que propició su exilio más o menos voluntario. Primero, por unos meses, a Orán, y luego de forma definitiva a Buenos Aires. Volvió en alguna ocasión, gracias a su amistad con Juan Valderrama. Reverdeció laureles con canciones andaluzas como Dos cruces o Camino verde. Pero, lógicamente, como este país, ya no fue el mismo. Murió en el transcurso de una operación de úlcera de estómago, en Argentina, por un fallo en el suministro eléctrico.
Angelillo lo cantó todo, y todo bien. No sólo fandangos y granaínas al estilo de Vallejo (otro cantaor vinculado a los valores republicanos), también mirabrás y caracoles, con los que obtuvo gran éxito en 1928. Por cierto que algunos biógrafos de Chacón han querido desmerecer el éxito de nuestro cantaor diciendo que es un sinsentido que el público jaleara los caracoles de Angelillo y se desentendiera de su creador, Chacón. Una cosa no quita la otra sino que el cainismo parece la más extendida afección de nuestro arte flamenco.
También cantó y grabó con éxito soleares, seguiriyas, malagueñas, tarantas, mineras, murcianas, saetas, verdiales, etc. Y, por supesto, toda la gama de cantes americanos. Con las guitarras de Ramón Montoya, Sabicas, Luis Yance, Miguel Borrull, Manolo de Badajoz, Patena, Habichuela, Antonio Molina y Niño Posadas. Y con orquesta. No sólo pasodobles y canción andaluza. Incluso flamenco orquestal: algunos dicen que fue el primero en cantar flamenco con acompañamiento armónico de orquesta. En este sentido sus colombianas y sus fandangos son ejemplos paradigmáticos de lo que ahora se llama experimentación y mestizaje musical, y entonces se hizo con toda naturalidad.
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