Andrés Marín & Maurice Ravel: varietés españolas
Festival de Itálica
El bailaor y coreógrafo sevillano inaugura este martes el Festival de Itálica con 'Éxtasis / Ravel (Show andaluz)', una obra en la que funde su baile siempre singular con la esencia sonora del compositor francés
Sevilla/"Cuando las cosas están ya muy tocadas, volver a tocarlas tal como una las siente, es un reto que yo afronto como una oportunidad para volver a descubrir lo que no sé", dice Andrés Marín, que tendrá la noche de este martes el honor de inaugurar el Festival Internacional de Danza de Itálica en su Teatro Romano con Éxtasis / Ravel (Show andaluz), un estreno absoluto coproducido por el festival hispalense y los Teatros del Canal de Madrid.
Es bien sabido a estas alturas, porque no en vano lleva años siendo uno de los bailaores más personales y arrojados del flamenco contemporáneo, que los desafíos no asustan al artista sevillano. "Es complicado hincarle el diente a Ravel desde el punto de vista del baile", admite Marín. Y justamente eso propone, con la colaboración del artista José Miguel Pereñíguez (junto al que ya moldeó, el pasado octubre dentro de la Bienal de Flamenco de Sevilla, la singularísima pieza-performance La vigilia perfecta).
La obra –que se verá este martes a las 22:30 y el miércoles, en una segunda función, a la misma hora; entradas de 12 a 15 euros– se presenta como "una trama escénica y coreográfica creada a partir de varias músicas de Maurice Ravel". Durante el proceso de creación, en la fricción con la realidad y fundamentalmente con su propia memoria sentimental, Marín reparó en que el espectáculo se había ido contaminando también con la experiencia de su padre, o sea, con ese mundo de "academias antiguas llenas de carteles y olores y de giras por teatros donde las paredes casi se caían de la humedad y de esos ballets en gira, esas compañía de varités de antaño que recorrían todo el país y en las que lo flamenco y lo clásico no estaban, como ahora, cada uno por un lado".
Desde su insobornable estética contemporánea, depuradísima e inclinada hacia la abstracción –"las cosas literales no me gustan y creo además que ese puntito abstracto hace que cada espectador viva más a fondo el espectáculo"–, Marín se rodea en Éxtasis/Ravel (Show andaluz) de un cuerpo de baile del que forman parte Vanessa Aibar, Chloé Brûlé o Lucía Vázquez para "tocar distintas disciplinas". De algún modo, explica el artista, la "obra tiene algo de viaje en el tiempo y en el espacio: de Triana a Francia, y de Francia a Rusia, para volver a Triana y encontrarme con que a España ha llegado la guerra". "Pero estas cosas me sirven sobre todo a mí cuando estoy dándole forma a la obra", aclara. Lo que quiere ofrecer al espectador es, sobre todo, "un aire de otro tiempo, el perfume de un lugar distante".
En el planteamiento conceptual de este trabajo, una parte no necesariamente explícita, es también muy importante la "visión foránea de lo español". "La música de Ravel, no lo vamos a descubrir ahora, tiene muchos ecos españoles. "Las Melodías griegas tienen cadencia de soleá, el Bolero lo escribió pensando en una fábrica de tabacos como la de Carmen, la Alborada del gracioso tiene ese aire también...", enumera Marín, que ha encargado al compositor sevillano Alberto Carretero una relectura del celebérrimo Bolero para este trabajo que, como dice Pereñíguez, y tampoco esto sorprenderá a nadie que conozca la jugosa trayectoria del bailaor y coreógrafo, tiene "un poco de retranca" en su mirada, por ejemplo, a los cambios decisivos y a las distintas escuelas o tendencias de danza que han ido marcando el curso de la historia del baile flamenco. No en vano, apunta Marín, este Éxtasis/Ravel (Show andaluz), con esa elocuente acotación entre paréntesis, se propone, a veces como si de un "trance onírico" se tratase, como una especie de "visión abstraída y deformada de las antiguas óperas flamencas" que su padre, sin ir más lejos, conoció de primera mano.
O sea que en última instancia el reto de esta nueva creación consiste en "vincular nuestra tradición con la contemporaneidad". Lo que para Andrés Marín viene a significar otro reto, aún más profundo e íntimo: "el de ser y dejar de ser". De eso, en el fondo, ha tratado siempre su incansable exploración libre de la cultura flamenca.
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