Andaluces en ARCO 2012
Las galerías Rafael Ortiz y Alarcón Criado, de Sevilla, y JM y Alfredo Viñas, de Málaga, consiguen destacar en la cita gracias a una oferta potente y efectiva.
La presencia de galerías andaluzas en ARCO 2012 es aunque breve efectiva. Sólo son cuatro, dos malagueñas y dos sevillanas, pero su contenido las potencia. Así, en la galería JM, el gran botijo vidriado, La fuente de la vida, de Federico Guzmán, recorta su irónica monumentalidad sobre un tríptico de más de cuatro metros de largo, cuya geometría remite a una luminosa azulejería. Frente a estas obras, una escultura de tubos de neón de Carlos Schwarz y los dibujos de Narda Alvarado: su aparente ingenuidad enfatiza su crítica hacia nuestro modo de relacionarnos con la naturaleza. En la misma última dirección, el vídeo de Tea Mäkipää, resultado de las idas y venidas de un reno, paciente portador de la cámara.
La galería Alfredo Viñas tiene quizá como plato fuerte trabajos recientes de los hermanos Rosado Garcés y el visitante sacará provecho si solicita al galerista las obras de estos autores que permanecen en la trastienda. En el resto del stand, las breves figuras llenas de intención de Javier Calleja.
La oferta de la galería Alarcón Criado puede ser la más equilibrada: obras de cuatro autores de análoga fuerza, porque es difícil decidirse entre la construcción de Martín Freire y las fotografías de Jorge Yeregui, que continúa su investigación sobre la relación entre arquitectra y naturaleza. En sus imágenes, el jardín interior pierde toda condición de ornamento o lugar de reposo, para subrayar su afinidad o su contraste con lo que lo rodea. De Alejandra Laviada destacan sobre todo las fotos de muebles y objetos abandonados en edificios de México DF destinados al derribo. José Guerrero, por fin, sorprende con grandes panoramas que sustituyen con fortuna las series dedicadas a esas zonas que se mueven en los límites de la ciudad.
Quizá sean las pequeñas esculturas de Guillermo Pérez Villalta el mayor atractivo a primera vista de la galería Rafael Ortiz. Materializan sus diseños de un resucitado rococó que pudieron verse hace pocas semanas en la propia galería. Las esculturas extreman la intención kitsch del autor, con inusitadas figuras y rocallas. Pasado tal deslumbramiento, el espectador se enfrentará a los trabajos de Inmaculada Salinas que reúnen la potencia crítica de sus últimas obras con la elegancia formal de su inteligencia pictórica. Desde el punto de vista formal, los trabajos de Daniel Verbis son especialmente atractivos aunque no se agotan en la mera forma porque son un nuevo paso en su reflexión sobre el alcance del espacio pictórico. Un problema parecido orienta las series recientes de Ignacio Tovar: las fluidas superficies tramadas por el color aparecen ahora rotas aquí y allá, negándose a ser mero recreo a la mirada.
Fuera de estas galerías, los autores andaluces tienen también presencia. En Fúcares, una meditada obra de Jacobo Castellano y un luminoso cuadro de Miki Leal. De este último conviene no perderse los monotipos que, a propósito de la leyenda del surf en California, ha hecho para Benveniste, galería que también muestra una interesante reflexión sobre la figura de Abraham Lacalle. En el stand de Luis Adelantado pueden encontrarse un cuadro de Luis Gordillo y otro de Rubén Guerrero que quizá enfoquen análogo problema, el de la profundidad visual en la pintura, aunque lo hacen desde dos claves diferentes, casi antagónicas. En la galería portuguesa Filomena Soares, cuelga una gran fotografía de Pilar Albarracín, la figura de una heroína del trabajo doméstico, mientras que Santiago Ydáñez lleva a un vasto lienzo las figuras de una fiesta portuguesa, los Diablos de Vinhais.
En la galería Oliva Arauna hay muchas obras de interés: los grandes dibujos de Adriana Molder o la esquiva réplica que el filipino Kristoffer Ardegna hace de una de las pinturas negras de Reinhardt, pero esto no debe ocultar el trabajo de Juan Carlos Bracho (Teoría de todo, teoría de nada) ni la fotografía, enigmática de entrada, de Juan Carlos Robles, réplica invertida de La Fuente de Duchamp, a la que se opone además por su densa luz casi pictórica. Rosa Brun, profesora de la facultad de Bellas Artes de Granada tiene en esa misma galería un potente trabajo: sus obras en metal (superficies que hacen pensar en Richter, prismas que remiten a Newman) o en pigmento tienen sobre todo el peso de la materia, recordando sin cesar que, nos guste o no, somos sistema nervioso: cuerpo y sensibilidad.
Tambien en la galería Juana de Aizpuru se multiplican las obras atractivas, pero dos parecen dialogar: a la sorna con que Yasumasa Morimura da rasgos japoneses a los protagonistas del beso de Times Square (de Alfred Eisenstaedt) responde un trabajo de Rogelio López Cuenca, un plano negro sólo con un breve texto: A causa de los derechos de autor, esta imagen no está disponible.
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