Amelina Correa desmonta el mito de Alejandro Sawa

La ganadora del Premio Domínguez Ortiz de Biografías profundiza en la personalidad de un 'mártir' de la bohemia

Amelina Correa presentó el libro en el Teatro Lope de Vega.
Braulio Ortiz / Sevilla

27 de noviembre 2008 - 05:00

Cuentan los testimonios sobre Alejandro Sawa que éste poseía una figura "tan singularmente hermosa" que habría dado al autor el derecho "de no tener otros méritos para merecer ya la admiración". Pero el sevillano acompañó esta prestancia de una actitud y una biografía fascinantes: fue apóstol del simbolismo, partícipe de un París donde nacía la literatura moderna, amigo de Verlaine y de Darío. Encarnó la bohemia hasta convertirse en un mártir de la causa: murió en la miseria, ciego y con la razón perdida, víctima de una encefalitis, e inspiró a Valle-Inclán, conmovido con su "final de un rey de tragedia", el personaje de Max Estrella.

La profesora Amelina Correa, especialista en el rescate de voces malditas de la literatura, se propone en Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación José Manuel Lara) "despojar al mito de su gabán bohemio". La investigadora, que ganó el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías con este libro, ha intentado "ser rigurosa" -una meta para la que se ha servido de una documentación exhaustiva- pero también ha escrito "desde la pasión" que siente por Sawa, en el que lleva trabajando "desde 1989".

En su obra, Correa desmonta algunas leyendas que se vinculan a Sawa, como ese episodio que circuló sobre el autor de Declaración de un vencido que aseguraba que había dejado de lavarse la cara tras haber recibido un beso de su admirado Victor Hugo. "Le fastidiaba mucho que se dijera eso, porque incluso en la indigencia, Sawa cuidó siempre mucho su aspecto", señala la autora, quien también corrige "esa impresión de vago que se tiene sobre él, algo que no es cierto pues escribió más de cien artículos".

Pese a que Correa nunca expresa ninguna valoración moral sobre los personajes que retrata, las conclusiones que saca el lector sobre Rubén Darío no son precisamente positivas. El autor de Prosas profanas nunca responderá a las estremecedoras peticiones de ayuda que le enviará un enfermo Sawa, a quien, para colmo, Darío debe un dinero que no parece dispuesto a pagar. "El remordimiento hará que, tras la muerte de éste, Darío escriba un prólogo a Iluminaciones en la sombra. Pero también hay que decir a su favor que si Darío no lo visitó, o no fue al velatorio, es porque tenía pánico a la muerte", apunta la especialista. Valle-Inclán, en cambio, "demostró un afecto inmenso por Sawa. Trató de ayudarlo en todo lo que pudo, impulsó la publicación de su libro póstumo y se sabe por sus cartas que se preocupó por la viuda de su amigo", desvela la profesora de la Universidad de Granada.

Sobre el personaje que inspiró este "andaluz hiperbólico", Max Estrella, cuya trascendencia acabó difuminando el verdadero perfil de Sawa, Correa cree que "las representaciones que se hacen de la obra de Valle-Inclán nos muestran a un Max Estrella envejecido , mal vestido, algo que no concuerda con la realidad". El modelo original "murió a los 47 años y siempre cuidaba su vestuario", matiza la investigadora. Sawa, como describe la biografía, siempre mantuvo una rara elegancia: cuando lo visita Rafael Cansinos Assens, en los últimos días en que la enfermedad hace presagiar el fatídico desenlace, lo encuentra envuelto en unas sábanas porque ha empeñado su ropa en el Monte de Piedad. Y sin embargo, sostiene Cansinos, "mostraba el gesto arrogante de un césar. Sus rasgos de estatua clásica contribuían a la impresión".

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