Amaia Aberasturi: "Ya no hay caza de brujas, hay caza de personas"
Cine
La joven intérprete vasca protagoniza junto a Álex Brendemülh 'Akelarre', un drama histórico que aterriza este fin de semana en las salas sin ocultar su mensaje feminista plenamente actual
Sevilla/Akelarre, del argentino Pablo Agüero, fue la única producción española seleccionada en la Sección Oficial del pasado Festival de San Sebastián. Narra la película Akelarre, a modo de fábula, la persecución y juicio que padecieron unas jóvenes vascas, a principios del siglo XVII, acusadas de brujería. En conversación con Amaia Aberasturi, Ana en la película, relata que ha vivido la proyección en el festival donostiarra "desde una doble perspectiva". "Por un lado –dice la joven actriz–, el reconocimiento a la película, a todo el equipo, fue una sensación maravillosa. Por otro, el hecho de estar en mi casa fue una experiencia única, teniendo en cuenta que se trata de una película que refleja tan bien la belleza de mi tierra".
La relación de Akelarre con el País Vasco va más allá de lo geográfico, y se zambulle en su historia, en sus tradiciones más ancestrales y en su rica mitología. En este sentido, Amaia Aberasturi comenta que "es algo que he hablado mucho con Pablo [Agüero], porque me sorprendía que le hubiera atraído este tema, que puede entenderse tan lejano a su cultura, a lo que él me señaló que le habría gustado que fuera un trabajo aún más vasco, que también lo fueran los productores, así como el equipo de trabajo, para que esa armonía se trasladara a la pantalla". Prosigue la actriz señalando que el director y coguionista de la cinta "quería que la película tuviera ese punto de implicación, y en ese sentido se notó su gran esfuerzo durante el rodaje... La película cuenta además con algunas escenas en euskera, lo cual representaba un hándicap para él".
Una fábula (en presente)
Considera Amaia Abersaturi que Akelarre "tiene un claro componente atemporal: aunque estemos hablando de un historia que ocurrió en 1609, en realidad podría ocurrir hoy. Porque al final trata de una chica que tiene que inventar una historia, en base a lo que los hombres quieren escuchar, para poder vivir. Algo que hoy también sucede, seguimos regalando el oído a otras personas para que se pongan a nuestro favor, de un modo u otro".
Salvo Aberasturi, que sí cuenta con una trayectoria cinematográfica y televisiva –la hemos podido ver en la televisiva Cuéntame cómo pasó o Vitoria, 3 de marzo–, las jóvenes actrices que aparecen en Akelarre fueron seleccionadas tras superar un amplísimo cásting, por lo que se tratan de debutantes ante las cámaras. "Ninguna de ellas había rodado una película antes, y lo que hicimos fue trabajar nuestra relación como actrices, incluso antes que como personajes –cuenta Aberasturi al respecto–. Por eso quedábamos para tomar algo juntas, porque se trataba de entendernos, escucharnos y, en definitiva, conocernos. Y, a partir de ahí, empezamos a desarrollar la composición de nuestros papeles, construyendo una amistad no sólo personal, también de los personajes que representamos".
Este proceso queda patente en el filme, ya que el espectador es testigo de la química existente entre el grupo de actrices. "Son personajes muy diferentes, muy definidos, forman un grupo muy heterogéno, pero al mismo tiempo también es muy homogéneo. Porque aunque sus personalidades son muy diferentes, sí comparten una misma filosofía de vida", opina la intérprete vasca.
La ignorancia, el pensamiento único o el temor a lo desconocido son elementos muy presentes en Akelarre. Especialmente llamativa resulta la conversación que mantienen los inquisidores, en la que uno de ellos afirma: "El mal viaja en las bodegas de los barcos". Aberasturi señala que "es curioso que sean ellos, los hombres, los jueces, los que hablan de ignorancia, cuando son ellos realmente los ignorantes. Una ignorancia de la que se aprovecha Ana, el personaje que represento".
Una histórica desigualdad
En Akelarre es fácil descubrir un mensaje feminista actual, ya que considerar brujas a las mujeres no dejaba de suponer otra más de las estigmatizaciones que han tenido que soportar las mujeres a lo largo de la historia. También hay una denuncia del pensamiento único. "Ya no hay caza de brujas, pero hay caza de personas", lamenta Aberasturi. "Tanto de mujeres como de hombres –añade–, y por desgracia, o eso me temo, seguirá pasando. Siempre ha pasado esto y es triste, cuando piensas diferente al resto y tienes tus propios planteamientos parece que vas contra algo o contra alguien".
Dentro de una trama muy equilibrada, acicalada por una soberbia fotografía, Pablo Agüero se apoya con gran habilidad e inteligencia en la banda sonora de la película, que recupera canciones tradicionales vascas. "Trabajamos mucho las canciones de la película, con la propia compositora", explica la actriz. "La de las gaviotas es una canción muy significativa, porque se repite varias veces, y aun respetando siempre la letra, su intensidad y su intención sí que cambian. De hecho, cabe entenderse como un personaje más de la película, como un nexo de unión entre las chicas. La gaviota es importante como símbolo en Akelarre, significa volar, ser libre y escapar".
Otro momento central de la película tiene lugar cuando Ana, su personaje, finge un orgasmo, que no ha tardado en ser comparado con el que protagonizara en su día Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally. "Esa escena la tenía Pablo muy clara desde el principio –dice Aberasturi–, ya que se trata de un momento de gran importancia en la película. Para Ana supone un instante de liberación, de ser capaz, de exponerse como una persona libre y con ese componente casi humorístico que tiene al mismo tiempo. La verdad es que me lo pasé muy bien rodando esa secuencia a pesar de que es un momento de gran tensión, de sufrimiento interior. Es como mi personaje, que se pasa la película entre la risa y el llanto. Sobre la identificación con la Ana de Akelarre, la actriz explica que "ambas tenemos muchas ganas de vivir la vida y de conectar con otras personas, pero aparte de eso ella me parece muchísimo más valiente. Ana me da mil vueltas", apunta entre risas.
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