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Los tres rejoneadores actuantes en el último festejo de la Feria de San Blas y La Candelaria de Valdemorillo, Álvaro Montes, Sergio Galán y Diego Ventura, salieron a hombros tras repartirse siete orejas y un rabo. Se lidiaron novillos de Campoamor, convenientemente y reglamentariamente afeitados y de buen juego, excepto el deslucido tercero.
Una Novillada de rejones, aunque la terna de actuantes presume de alternativa. No se explica, después de un doctorado para matar toros, que se anuncien con novillos.
Al margen de esta consideración el festejo resultó entretenido, y hasta tuvo tinte triunfal, término que el palco convirtió en triunfalista para darle una oreja a Montes en el cuarto y el rabo a Ventura en el sexto. Dos trofeos excesivamente generosos que desdicen de la seriedad en conjunto que tuvo la tarde.
Sergio Galán, triunfador con todos los honores, hizo lo más puro por clásico, y arriesgado por valiente. Conocedor de terrenos y distancias, buscó siempre los medios para la ejecución de las suertes, atacando de frente y en corto, reuniéndose al estribo y saliendo lo que se dice toreando.
Álvaro Montes conjugó los dos estilos, a veces abusando de los efectos especiales que incluyeron sobre todo piruetas y violines.
Diego Ventura, que no pudo resolver con primero, el único verdaderamente complicado del noble encierro, sin embargo, cuajó una notable actuación e el último, ajustándose mucho al clavar e intercalando con oportunidad excelentes alardes de doma.
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