Alhambra Monkey Week
Más allá del tópico de cansados pero satisfechos
Akram Khan company. Dirección artística y coreografía: Akram Khan. Compositores: Nitin Sawhney, Jocelyn Pook, Ben Frost. Creación e interpretación: Kristina Alleyne, Sadé Alleyne, Ching-Ying Chien, Denis "Kooné" Kuhnert, Hannes Langolf, Yen-Ching Lin, TJ Lowe, Christine Joy Ritter, Catherine Schaub Abkarian, Nicola Monaco y Cheng-An Wu. Vestuario: Kimie Nakano. Luces: Fabiana Piccioli. Escenografía: Matt Deely. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes, 8 de noviembre. Aforo: Lleno.
En 1913, Igor Stravinski fue violentamente abucheado en la presentación de su ballet La consagración de la primavera, estrenado en París con coreografía de Nijinski. Sin embargo, su composición abrió insospechados caminos, tanto en la música como en la danza, hasta el punto de que casi todos los grandes coreógrafos han caído en la tentación de interpretarla.
Akram Kan, uno de los creadores más aclamados del momento, es uno de ellos, sólo que lo ha hecho desde la libertad que le ofrecen su formación y su propia historia: Khan es un londinense de origen bangladeshí que se mueve sin violencia entre las danzas contemporáneas y el kathak, la danza india que domina desde su niñez.
Así pues, en vez de adentrarse en la pieza de Stravinski, ha preferido hacerlo en su mente para, con la ayuda de tres compositores actuales -entre ellos Nitin Sawhney, el autor de la música de su aplaudida The vertical road- y de unos bailarines extraordinarios, procedentes de distintos países de Oriente y de Occidente, descubrir sus contradicciones y sus logros en un viaje tan alucinante como lleno de fascinación.
Jugando con las divinas proporciones, en un espacio acotado por un cuadrado con una esfera dorada en medio, Khan desarrolla una historia llena de simbolismo, de personajes fantasmagóricos -como la Reina Diosa y el Sumo Sacerdote- y de bellísimas imágenes sabiamente iluminadas que, aun sin depender en nada del libreto original, lo contiene y lo destila por todos sus poros. Así, entre armonías y rupturas del ritmo, van surgiendo sin cesar, bajo distintas formas, varias citas del folklore ruso. Preciosa en ese sentido la danza del bailarín con falda-miriñaque, incluidos sus cantos litúrgicos cristianos. Y emocionante cómo cita la escena de la muerte de La Elegida -igual a la pérdida de la armonía rítmica- de la versión de Pina Bausch. También conmueven los momentos de violencia extrema, aunque aquí no están ligadas a la distinción de sexos ni a una muerte definitiva porque tras la muerte física, para Akram Khan -Kirie Eleison, se oye- hay siempre un renacer, una reencarnación.
Tal vez por eso, al final de ese derroche de fantasía y de belleza que es iTMOi, su Elegida toma el relevo y entonces el universo, con todas sus fuerzas antagónicas, vuelve a su orden sagrado. Los bailarines, con su danza vigorosa y su asombrosa entrega y energía, son los grandes responsables de este nuevo hito de la danza.
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