Alojamientos para jóvenes y mayores

Complejos con programas híbridos de habitación se ensayan como una alternativa a viejos modelos de residencia

Patio interior de este edificio de viviendas en San José de la Rinconada.
Patio interior de este edificio de viviendas en San José de la Rinconada.

13 de febrero 2008 - 05:00

Las condiciones de trabajo en las que se inserta la producción de la arquitectura es una de las claves a tener muy en cuenta si queremos alcanzar los mejores resultados para la ciudad y sus habitantes. Esta afirmación, que suena a obviedad en el interior de la arquitectura, no es a menudo entendida como algo necesario por el conjunto de la sociedad actual, ni tampoco por sus dirigentes e instituciones. Una gran parte de la responsabilidad de este hecho recae sobre los propios arquitectos y sus instituciones representativas, que normalmente se alinean con un estado de cosas en la que el usuario de la arquitectura -el habitante de la misma- se encuentra siempre al final, como mero receptor pasivo de sus productos.

Sin embargo, existen en nuestro entorno cultural iniciativas preocupadas en sus propuestas por resolver esta situación: arquitectos pocos conocidos pero con una labor excelente tanto en los resultados de sus propuestas como en la adaptación de la misma a las necesidades de sus habitantes. Actúan a menudo cubriendo campos como el de la gestión, la proyectación, la producción o la acción social y en este entramado de responsabilidades -muchas veces mal entendido por los promotores de esa arquitectura- son capaces de encajar sus proyectos hasta llevarlos a soluciones sorprendentes.

Es el caso de la iniciativa social puesta en marcha en la vecina localidad de San José de la Rinconada por Rinconada SXXI, EMV y los arquitectos que en ella desarrollan su labor profesional: la residencia conjunta para jóvenes y mayores en régimen de alquiler subvencionado, de reciente construcción, donde podemos comprobar de manera fehaciente el alcance de un ensayo -no siempre fácil de gestionar- que quiere reunir en un mismo espacio habitacional a generaciones con necesidades y expectativas distintas, allí donde compartir modos de vida y esfuerzos cotidianos en una convivencia vecinal no del todo ajena a nuestra cultura urbana.

¿Y qué arquitectura proponen para ello sus autores, Lourdes Bueno y Luis Valero?

En una primera decisión, que atendería a su presencia en la ciudad, los 51 apartamentos-estudios se llevan en dos plantas (la baja para los mayores y la superior para los jóvenes) al perímetro de una alargada parcela rectangular que ofrece su lado mayor a la calle principal, para construir una imagen compacta y representativa al tiempo que proponer, en el vacío interior resultante de esta operación, la deseada cualificación de un espacio de sociabilidad e intercambio para nuestros días y latitudes.

Así, evitando volcar todas las viviendas sobre un mismo espacio central que se recorra perimetralmente, se plantea un juego de idas y venidas con las galerías de acceso de primera planta desde el que significar la entrada a cada una de las casas y fragmentar el patio en diversos ámbitos de encuentro y relación que actúen como antesalas de la habitación. Ello, a través de miradas cruzadas, de luces y sombras bajo la cubierta semitransparente, de requiebros, puentes y dilataciones de los pasos, de texturas de suelos, vegetación o colores de puertas que identifican de manera clara, para cada vecino, la extensión de su vivienda.

Con este soporte, cada casa -de unos 30 metros cuadrados- aprovecha lo mejor del diseño funcional y de los nuevos materiales para hacer extraordinariamente útil y versátil un espacio donde dar cobijo a modos de vida tan diversos: fijados los núcleos de agua del baño y la cocina en su frente al patio, la entrada se equipa con paredes armarios y la sala se compartimenta con tabiques móviles de policarbonato que dilatan o clausuran los espacios según el uso de cada momento, dejando en manos del usuario la forma última de su casa.

Todo, con un coste económico muy ajustado que les lleva a confiar en una arquitectura tan desnuda como atmosférica, despojada de sofisticados diseños, para caracterizar los lugares intermedios entre la ciudad y la habitación. Un espacio de nueva sociabilidad donde convocar a la comunidad y una experiencia arquitectónica que, sin ocultar sus referencias al maestro holandés Aldo van Eyck, apuesta por posibilitar una vida cómoda y amable que compartir con casi cien personas.

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