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Los números de la armonía

La lira desafinada de Pitágoras | Crítica

Un libro sobre lo que los científicos deben a la música en su exploración de la naturaleza

Modelo de los sólidos platónicos propuestos por Kepler en 1596

La ficha

La lira desafinada de Pitágoras. Cómo la música inspiró a la ciencia para entender el mundo

Almudena Martín Castro

Madrid: HarperCollins, 2022. 414 páginas. 19,90 €

Conocí a Almudena Martín Castro cuando, junto a Iñaki Úcar y en medio mismo de la pandemia, publicó un artículo que parecía resolver una cuestión que ha intrigado a músicos y musicólogos desde antiguo: por qué Beethoven anotó unas indicaciones metronómicas tan aparentemente raras en sus partituras. La solución era tan simple como ingeniosa (algo así como el huevo de Colón) y desvelaba una mente (bueno, en ese caso, dos) inquisitiva y abierta a pensar fuera del sistema. Luego descubrí un blog y algunas otras colaboraciones suyas que me llevaron a seguirla con interés por su forma de plantear la divulgación científica sobre temas musicales con un tono cercano y distendido, a veces informal, lo que funciona muy bien en las redes y en los eventos de divulgación (del tipo Naukas), pero no siempre igual de bien en los libros.

Y al fin, eso, este libro, un excelente acercamiento a cómo, llevados por el señuelo de la armonía y de la belleza, desde tiempos de Pitágoras los filósofos y los científicos se han valido infinidad de veces de metáforas musicales para profundizar en el entendimiento del mundo, desde el mismo idealismo pitagórico (y luego platónico) a la física cuántica.

La lira desafinada de Pitágoras

La obra se abre con un Preludio sobre los problemas que trae el uso de la belleza como criterio de verdad (aquella Oda a una urna griega de Keats), se cierra con una Coda sobre la radiación de fondo del Big Bang –y cómo se está leyendo sonoramente– y entre medias se desarrolla en ocho capítulos que empiezan prestando especial atención al número, no en vano los pitagóricos, el punto de partida, centraron en ellos su religión. El número era fundamento de todas las cosas, pues la divina armonía del universo era reducible a números y la música (ideal, inaudible) su más directo correlato. Este pensamiento, que conduce directamente a la idea de la armonía de las esferas tendría grandes consecuencias en las concepciones del sonido en Occidente hasta el siglo XVIII, recorriendo la historia de la estética musical desde Boecio a Rameau, pasando por Zarlino, Mersenne o Descartes.

Los fundamentos de la armonía (y de las disonancias), los falsos mitos en torno a la proporción áurea, el tritono como diabolus in musica y la manera de resolver en la práctica los problemas de afinación de los instrumentos (los de teclado, básicamente) generados por la coma pitagórica, que impidió cerrar el círculo de las quintas hasta la invención del temperamento igual, recorren los primeros cuatro capítulos.

Almudena Martín Castro

Después el libro da un coherente salto a la cosmogonía, transitando por las metáforas musicales que manejaron Tolomeo, Oresme, Copérnico, Kepler y Galileo hasta Newton, que tan inmerso estaba en ese tipo de pensamiento que incluso se inventó un color (el añil) para que los colores del arcoíris fueran siete y así coincidieran con las notas de la escala diatónica. Las analogías sonoras siguieron inspirando ideas sencillas y bellas (¡como la ecuación de Balmer!) para explicar algunos importantes fenómenos naturales, hasta la cuántica de Max Planck, un pianista de talento, que acaso partiera para sus investigaciones de sus experimentos con la escala musical.

Una obra así sólo la podía escribir alguien que compartiese la doble condición de científico y de músico, y Almudena Martín Castro es licenciada en Bellas Artes, pianista (no profesional) y graduada en Física, lo que le permite moverse con soltura entre ambos mundos. En algunos puntos del camino, la autora intenta aligerar la trama con algún que otro chascarrillo de actualidad, lo que envejecerá mal, pero termina por dar al libro la pátina divulgativa no doctoral que se buscaba.

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