Marco | Crítica
La verdad del embaucador
Mostra de Venecia
Venecia/Pedro Almodóvar ha recibido este jueves como un "hecho de justicia poética" el León de Oro de Honor de la Mostra de Venecia, festival donde nunca antes había conseguido el premio principal, y que ahora le entrega este galardón a toda su trayectoria, que lo ha convertido, para el certamen, en "el director español más importante desde Luis Buñuel".
Almodóvar, casi ejerciendo de hijo pródigo en el Lido veneciano –donde en 1983 presentó su primera película con recorrido internacional, Entre tinieblas–, ha repasado sus películas, que son, entre otras cosas, "la demostración de que la democracia española fue real".
"Cuando empecé a hacer cine en 1979, lo que más me fascinaba era el cambio que se estaba dando en España, y no hay tanto cine español que hable de eso. Mi gran nutriente era la calle, me formé en ella, y soy el resultado de ese momento de la democracia española", ha rememorado.
En aquellos años 80 "no se hablaba de diversidad" aún, si bien el cineasta recuerda "una vida muy diversa y un país que estaba saliendo de la dictadura". "Las cosas más importantes que ocurrieron en la Movida y en el pueblo español fueron la pérdida del miedo y la libertad tan extraordinaria de la que gozaban los españoles", ha defendido. Almodóvar "impuso" en su cine "toda esa variedad" de personajes "extraños, extravagantes y extraordinarios", algo que él entiende como "la vida misma".
Preguntado por las diferencias entre aquella España "moderna" de finales de los 70 y la actual, Almodóvar ha defendido que hoy "también existe" ese concepto de modernidad. "Hay una España contemporánea que, como en casi todos los países, tiene de todo, incluso algo a lo que se había resistido hasta ahora: un partido de ultraderecha, cuya influencia tampoco tenemos que exagerar", ha indicado.
Pero también ha hablado de cine, naturalmente. Almodóvar ha recordado sus dos anteriores visitas a la Mostra. "Siento que 31 años después me dan el León por una película que traje en el 88 –en referencia a Mujeres al borde de un ataque de nervios–, de la que Sergio Leone, presidente del jurado aquel año, me dijo, insistiéndome, lo mucho que le había gustado", ha contado.
"Mi paso en el 88 lo recuerdo como una gran fiesta todo el tiempo, desde que pusimos el pie en el festival era como si estuviéramos en un teatro haciendo una comedia. La risa es lo que predominaba, ganamos el premio al mejor guión y era una imagen de España ultramoderna de la que me sentía orgullosísimo", ha afirmado. Sin embargo, su primera experiencia en Venecia, en el 83 con Entre tinieblas, fue algo diferente: "Me pareció milagroso que la película fuera seleccionada, al presidente del jurado no le hacía mucha gracia la película y le parecía muy obscena, pero los problemas trascendieron a la prensa y ya fue imposible sacarla de la selección".
Almodóvar ha echado la vista atrás a sus inicios. "No pensaba nunca en el estilo, mi única preocupación era que la historia se entendiera. Realmente nunca he estado preocupado por tener un estilo propio: las historias nacen del modo más personal y nunca pienso en el mercado ni en el público", ha dicho el cineasta, que define su cine como "una reacción contra del lugar en el que nací, La Mancha, una región muy árida que daba una imagen de un país extremadamente conservador y calvinista".
A veces es necesario que algo se rompa para entenderlo realmente. Con esta premisa, una dosis de experiencia personal con el divorcio y dos actores como Adam Driver y Scarlett Johansson, Noah Baumbach ha construido Historia de un matrimonio, un filme producido por Netflix que ha conquistado hoy la Mostra de Venecia.
El director de Frances Ha despliega todos los matices del proceso de la ruptura de una pareja de largo recorrido y con un hijo en común, desde la incredulidad inicial a las discusiones más agrias para llegar, finalmente, a la comprensión y, tal vez, a otra forma de amor.
"Una de las cosas importantes que quería contar es que, aunque se separan, el amor está ahí, todo el rato", ha explicado Baumbach junto a los actores. Y no es el único que puso en juego algo muy personal en el rodaje. Johansson ha confesado que estaba inmersa en su propio proceso de divorcio le llegó la propuesta de hacer esta película, y a la postre participar en ella ha sido una experiencia "muy catártica".
Además de la pareja protagonista, otros actores se lucen como secundarios en esta película que recuerda que las buenas intenciones, a veces, muchas veces, no bastan. Laura Dern, Alan Alda y Ray Liotta, abogados de las dos partes del matrimonio quebrado.
El equipo de la película se ha referido en particular a una escena con una fortísima discusión que condensa la enorme amargura de estos procesos, y que les llevó dos días enteros. "Tener a estos actores completamente entregados y a la vez controlando fue una maravilla, esa escena es quizá la experiencia más gratificante que he tenido como director", ha asegurado Baumbach, que quiso compensar la crudeza de la película con su agridulce sentido del humor.
En última instancia, remató el cineasta, todo en la vida es aprendizaje. "El momento en que algo deja de funcionar es cuando te paras a pensar en ello. Al igual que cuando una puerta no abre te fijas por primera vez en cómo funciona, a través de un divorcio podemos explorar un matrimonio", ha dicho Baumbach.
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