Alicia Alonso, el milagro de la danza

La Gala Homenaje a la genial artista cubana, cuya recaudación iba destinada a la reconstrucción de las escuelas de Haití, reunió en el escenario del Maestranza a primeras figuras de España y Latinoamérica

Alicia Alonso, el milagro de la danza
Alicia Alonso, el milagro de la danza
Rosalía Gómez / Sevilla

11 de octubre 2010 - 05:00

Al igual que Londres, París y otras ciudades en donde la danza es algo más que una simple disciplina, Sevilla se convirtió anoche en la sede elegida para el homenaje nacional a Alicia Alonso con motivo de su 90 cumpleaños.

Un cariñoso y emotivo homenaje a una mujer que ha sido una prima ballerina absoluta y que, todavía hoy, vivo ejemplo de amor por la danza, vive entregada a sus labores coreográficas y pedagógicas, además de dirigir, desde hace más de medio siglo, el Ballet Nacional de Cuba.

En un teatro que, extrañamente, no llegaba ni a la mitad de su aforo, la Gala reunió a numerosos artistas, que actuaron de forma desinteresada y, sobre todo, unió a la danza clásica con esos bailes españoles -flamenco, clásico español y escuela bolera- que tanta relevancia han tenido y siguen teniendo en toda Latinoamérica y de los que la propia Alonso es valedora fiel.

Tras unas palabras de presentación de los organizadores, la velada comenzó con las Sonatas del Padre Soler interpretadas al piano por Edith Peña y bailadas por Nani Paños y Rafael Estévez. Con un recuerdo tácito al gran Antonio, los dos bailarines mostraron su maestría al seguir los rápidos juegos pianísticos de Soler. Tras ellos, el clásico de los clásicos: El lago de los cisnes de Tchaikovsky, con un romántico paso a dos, muestra del trabajo coreográfico de la maestra, sobre el original de Lev Ivanov. Era la gran ocasión de admirar a dos estrellas del Ballet Nacional de Cuba, Anette Delgado y Alejandro Virelles; una pareja que si obtuvo grandes aplausos con esta pieza, en su segunda intervención, con un Paso a dos de Don Quijote, también obra de Alonso, logró entusiasmar al público, especialmente en las variaciones.

Entre una y otra se presentó Póker Flamenco, la única representación de este arte que aún resonaba en el teatro después de una intensa Bienal y que en esta ocasión llegaba con el Ballet de Murcia que dirigen Carmen y Matilde Rubio. La pieza, variada y colorista, obra de José Antonio, actual director del Ballet Nacional de España, con música de Carlos Piñana sobre ritmos como la guajira o las alegrías, permitió el lucimiento de un nutrido cuerpo de baile a cuya cabeza estuvo, como invitado, el estupendo bailarín sevillano Francisco Velasco quien demostró no sólo su arte y su técnica en el dominio de la danza sino en la interpretación de su personaje (El Joker). Fue una pena que, por la convivencia con el clásico, la tarima del suelo no podía ocupar todo el escenario y se perdieron los zapateados.

Otra de las compañías presentes fue el Ballet de Cámara de Madrid, creado por la propia Alicia Alonso en 1995 para dar paso a la profesión a los estudiantes del Ciclo Superior de Estudios de Danza, dependiente de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ésta presentó tres coreografías: Sola, un solo de Manuel Garzón con música de Haendel y un texto dicho en off, que fue interpretado de forma muy teatral por la solista Vivec Llera; Scientist, coreografía de Enrique Pérez Velasco que fue interpretada por los solistas Gloria García Arambarry y el propio Pérez Velasco y que fue muy aplaudida por los aficionados; y algunas escenas de La noche de Walpurgis, de Gounod, el ballet más ambicioso de la noche en cuanto a número de bailarines (17), encabezados por Rómel Frómeta (Primer Bailarín del Ballet Clásico Dominicano) que interpretaba a Mefistófeles.

Y, por último, llegó el Paso a dos de El corsario de A. Adam. La pieza más esperada puesto que su portagonista femenina, Estrella del Royal Ballet de Londres, era la española Tamara Rojo, aplaudidísima, al igual que su compañero -que realizó unas piruetas realmente increíbles en las variaciones- Sergei Polunin.

Una velada llena de danza que, sin embargo, vivió su momento más emocionante cuando, con el público puesto de pie, de la mano de Velasco y Virelles, saló a escena ese milagro de la danza llamado Alicia Alonso. Más estrella que nunca, recogió el premio OCIB y agradeció el homenaje con todo su corazón a un público que quería decirle con las palmas: ¡Que cumpla otros 90, Maestra!

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