Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Alhambra Monkey Week
Tras los interesantes encuentros profesionales celebrados durante toda la mañana y la tarde en las distintas instalaciones del Espacio Santa Clara, con saltos a La Bicicletería, La Fábrica de Sombreros y El Garlochí, la música del Alhambra Monkey Week comenzó al otro lado del río poco después de las nueve de la noche. Frente al Teatro Central, con el parking de por medio, se alza la carpa de circo que alberga el escenario Alhambra, por el que pasarán las figuras más mediáticas del festival al que la marca de cervezas antecede con su nombre, y a su lado la pista de coches locos que tanta diversión como buenos conciertos propició en sus años de la Alameda y que aquí tiene en su interior el escenario Jägermusic, en el que se alternarán las actuaciones con el otro durante los dos días que siguen a este jueves inaugural. Esta vez la música solamente sonaría en el Alhambra aunque después continuó en la Sala X, donde Vackstage ha instalado el escenario desde el que retransmitirá en streaming todos los conciertos que se puedan ver ahí en directo. Esta noche, los que montaron la fiesta para brindar por el primer aniversario del sello Maracuyeah!, especializado en música alter-latina y sonidos tropicales independientes, fueron sus dos bandas más jugosas, Cosmic Wacho y Los 300, para que pasadas las tres de la madrugada Tony Moreno, en nombre de la tercera de sus bandas, Eskorzo, facilitase desde su consola de DJ la excusa perfecta para que los más recalcitrantes no volviesen todavía a casa. No fue nuestro caso, que nos dirigimos a la salida mientras la segunda de las bandas mencionadas seguía haciendo bailar a la gente que llenaba la sala con Ponte Duro.
Pero hasta llegar a ese punto había quedado detrás mucha música que escuchar y el primero que la hizo sonar fue Alonso. Fue un feliz designio del destino que un festival tan ecléctico como este lo abriese Alonso Díaz Carmona, un artista tan heterogéneo como el propio evento, al que hemos conocido al frente de una banda de pop-rock como Napoleón Solo; incrustado en otra de las más importantes del indie español, como Niños Mutantes; asociado al indie más folkie de Lorena Álvarez o directamente al flamenco más clásico de Soleá Morente, con la que creó el disco Ole lorelei, y también dirigiendo a la Orquesta Sinfónica Ciudad de Granada acompañando a Los Planetas, componiendo pasodobles, como el dedicado a las ruinas de Baza, la ciudad en la que ahora vive y trabaja, o marchas de semana santa, para ensalzar, entre otras, a la Virgen de la Soledad de su villa natal de Arjonilla. Su amplísima paleta de colores musicales se ha enriquecido recientemente con este nuevo proyecto, al que ha llamado con su propio nombre de pila, para asociarse a Adanowsky y grabar el disco que presentó anoche en el Monkey, acompañado de un pianista, un batería, una bajista y dos coristas. Su concierto comenzó con la canción Soy un humano, que es la única que conocíamos hasta ahora porque la lanzó como adelanto la semana pasada, a la que siguieron cinco más, que no son todas las que conforman la obra completa ni sabemos si estaban en el mismo orden que ocuparán en el disco, de nombre ¿Qué es querer?, como la última de las que interpretó aquí, algo que Alonso ha dejado claro que es importante porque las diez canciones del disco cuentan una historia completa y cada una de ellas es consecuencia de la anterior, por lo que lo mejor es escucharlas en orden desde el punto de partida, que es ese Soy un humano. Voy retocando el mundo que a mí me ha llegado para no sentirme demasiado fuera de él, se podía entender a duras penas porque su voz se perdía entre la mezcla de sonido, que realzaba la música y dejaba que la letra se enterrase entre los insistentes y molestos murmullos del público, a los que en ningún momento llegó a sobreponerse. Más vulnerable, como anunciaba en esa declaración primera, se mostró en Ay dios, ¿qué va a ser de mí?, a la que siguieron otras perlas de refinado pop como Sepárate, Basta ya de drama, o la melódica Juan Salvador Gaviota, que deparó los mejores momentos del concierto. Después vimos a toda la banda celebrándolo en la Sala X, aunque llegaron tarde para saborear el Ritmo Latino de Cosmic Wacho, que fue el momento en que nos planteamos si seguir allí o irnos ya a dormir y ganó la primera opción.
Volvimos a ver a Alonso en el escenario durante el concierto siguiente del escenario Alhambra, manteniendo la conexión granadina con Los Planetas, haciendo labores de bajista. Vinieron estos a celebrar los treinta años que llevan de carrera para hacer lo que llamaron un concierto esencial; es decir, una interpretación de las canciones de toda su trayectoria, en la que mantenían su esencia musical, aunque desprovistas de su instrumentación habitual y el resto de ropajes sónicos que las cubrían, y ralentizadas con respecto a la interpretación original que suelen hacer de ellas, porque sobre el escenario, aparte de contar con el mencionado Alonso, solo estaban Jota y Florent Muñoz, cantante y guitarrista principal del grupo, acompañados por David Montañés al piano. Eché en falta al principio la presencia escénica y la fuerza motora de la batería de Eric Jiménez, pero he de reconocer que entre la guitarra de Florent y el piano de David -increíble como lo hizo sonar en Colombiana- se las apañaron perfectamente para realzar el lirismo de las letras, que incluso las entendíamos bien en la voz de Jota, algo por lo que no dábamos un duro tras oír como sonaba la voz en el concierto anterior y los antecedentes del cantante granadino. Pero ahora el sonido podía calificarse de muy bueno.
Había una maravillosa cualidad líquida en las mejores canciones: Santos que yo te pinte, Nunca me entero de nada, Línea 1, que hizo que Los Planetas no fuesen por esta noche el grupo que tantas veces se balancea entre extremos diferentes, fuertes luces contra sombra, disonancia contra melodía; aunque no estuviesen todos sus componentes no recuerdo haber escuchado a esta banda sonar tan poderosamente a la vez que con tanta sensibilidad, tan libre de ampulosidad. Segundo premio serpenteó entre nuestra consciencia, Corrientes circulares en el tiempo, seguida de Se quiere venir, elevaron nuestros espíritus. Y se marcharon, dejando a la gente con ganas de más, con una maravillosa revisión de Alegrías del incendio.
Lo que después nos ofrecieron Za! & La TransMegaCobla es difícil de explicar. Si le pides que lo hagan a Pau y Edi, los dos locos que forman Za!, te dirán que hicieron música mediterránea retrofuturista, distorsionada y psicodélica; pero escuchando cómo algunos tachaban el concierto de tomadura de pelo y otros lo alababan como el mejor que habían visto este año, uno no sabe si creérselo ni tampoco termina de entender cómo estos dos se las han arreglado para arrastrar a un experimento como este a gente que, una vez desprovistos del gorrito con el que aparecieron al principio, parece tan seria como Pep Moliner, el del fiscornio; Xavi Molina, el de la chirimía tenora; Jordi Casas, el del otra chirimía, el tible, y Xavi Torrent, el del flautín. Después de la introducción de TransMegaBugamaista, la acción de verdad comenzó con lo que parecía una sardana convencional que, en la misma forma que los Residents se cargaban a los pocos segundos el twist canónico con el que comenzaba su Third Reich 'n Roll para convertirlo en otra cosa, la guitarra hiriente de Pau se llevó la danza catalana a movimientos espasmódicos de una rave que mantuvieron ya hasta el final de esta Sardana de Baal Hammon. El Medisabor de Lean Elnim era una cosa que parecía provenir del tropicalismo brasileño, pero como si Frank Zappa hubiese nacido en Río; Ela Tho estaba cantada en fenicio por Marta Torrella y Helena Ros, encargadas de voces y efectos, según dijeron, pero lo mismo podía haberlo estado en finlandés porque aquello era un descontrol free que si llegan a dilatarse más los últimos momentos repetitivos de la pieza nos hubiesen dejado la cabeza lista de papeles para seguir escuchándoles, aunque a lo mejor ese hubiese sido el mejor estado para enfrentarse a La Kopanitsa o los Fandangos (fandangos, dise…) d'Aruj Yamim. Con La Gnaoua de Yshma Qalà! pusieron el punto final a la delicia -sí, resulta que lo fue, después de todo- de concierto que ofrecieron, aunque esta pieza se pareciese a los ritmos marroquíes a los que alude su título solo un poco más que la anterior a la jondura del Alosno.
El primer día del Alhambra Monkey Week ha sido interesante y divertido; tampoco ha faltado en él la calidad junto a la locura que son marca de fábrica de este festival. Quedan por delante dos días para disfrutar mucho y cansarse todavía más. Pero ya sabemos que sarna con gusto…
También te puede interesar
Lo último