Alejandro Sanz mima a Sevilla
El cantante, que eligió la capital andaluza como cierre de su gira 'Sirope' en España, se mostró eufórico ante los 40.000 fans que abarrotaron el Estadio de La Cartuja.
Más allá de los te quiero, el amor está en los gestos. En los detalles cómplices y el entusiasmo espontáneo que alimenta el deseo de los enamorados y que incluso suscita envidias ajenas. Lo que pasa con Alejandro Sanz y Sevilla. Dos años y pico después de que pisara el escenario del Estadio de La Cartuja en un histórico concierto de duetos que se convirtió más tarde en DVD, el cantante, como ha hecho otras veces, elegía ayer sábado esta ciudad para cerrar la gira española de Sirope en una evidente muestra de su debilidad. Un encuentro que, como él mismo declaraba en su Twitter el viernes, fue en realidad "una cita" con 40.000 fans, muchos de los cuales hacían colas desde hace días para recibir los besos y caricias con los que prometía despeinarles desde la misma red social. "Sevilla me quedo mudo. Sevilla y más ná. Muchas gracias porque el tiempo pasa pero Sevilla es siempre Sevilla. No podemos estar más felices", confesaba nada más empezar.
Así, con la inevitable expectación que generan estos ansiados reencuentros y tras los teloneros, un cronómetro marcó la cuenta atrás cuarenta segundos interminables radiados a voz en grito por un público de los nervios. El artista aparecía entonces en un espectacular decorado -diseñado por Luis Pastor- de coloridos tubos LED que iban creando continuas figuras para manchar todo de sirope y ofrecer el espectáculo más electrizante de su trayectoria. Dos horas frenéticas en las que, lejos de tratar de resumir o recordar lo que sus canciones han supuesto en la historia del pop español, Alejandro Sanz mostró dónde están sus nuevos intereses y cuáles son ahora sus influencias musicales. En otras palabras, este andaluz de corazón no quiso anclarse en lo que fue o en lo que se presupone que sus seguidores esperan de él. Prefirió arriesgar con arreglos y sonidos mestizos que se acercaban a la música negra, al funk, el r'n'b, el soul o el swing más que a su primitiva marca de baladista latino. Con versiones que en algunos casos hacían irreconocibles las canciones. Con una voz más rozada y al límite y con letras que revelan a un Sanz comprometido y preocupado "por que no me inquiete tanto el futuro de mis hijos", como cantó en El silencio de los cuervos, con el que abrió el concierto -con evidentes problemas de sonido que más tarde se arreglaron-. O porque "en el Caribe hay miedo y nieve", de su No madura el coco.
Con esto, hubo quien echó de menos al niño tímido de los noventa y se esforzaba por tararear Camino de Rosas, La Habana o No me compares, en un repertorio mucho más desconocido. Pero es que este Sirope es la confirmación de que Sanz ha dejado atrás el romanticismo y, aunque siga siendo capaz de desgarrar con versos como los de A que no me dejas, que interpretó junto a India Martínez, ahora también es capaz de divertir, entretener y poner a bailar a un estadio entero en un ambiente de absoluta alegría en el que no dejaba de gritar "arriba Sevilla" y poco menos que le faltó bajar la luna llena que lucía la ciudad. "Lo que me ha costado ponerla ahí", bromeó.
Arropado por una genial banda de músicos-orquesta que llenó de ritmo la noche, fue dando nueva identidad a sus grandes éxitos como No es lo mismo, Looking for Paradise, Desde Cuando o Quisiera Ser, que interpretó junto a Vanessa Martín.
Por supuesto, también hubo espacio para un medley con extractos de sus emblemáticas Amiga mía, Mi soledad y yo y Y si fuera ella que, sin duda, fue una de las más aplaudidas de la noche. También se sentó al piano en ¿Lo ves? y realizó su guiño flamenco junto a La Flaka y un entregadísimo José Mercé, que hasta dio patadita por bulerías, cantando su ya clásico Corazón Partío que hubiera podido alargarse eternamente entre los oles de los fans.
Igualmente, se acordó de "aquellos que nos faltan y nos tocan el corazón", dedicando La Música no se toca a Paco (de Lucía), Manuel (Molina) y Enrique (Morente).
Para terminar, un regreso a las calles de su barrio desde la satisfacción con un mix de sus dos primeros éxitos, Viviendo Deprisa y Pisando Fuerte, con los que cerró entre eufóricos aplausos y la promesa de volver para no irse más.
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