"Esta novela tiene mucho de lo que vi cuando vivía en el Polígono Norte"

Alejandro González Pino | Escritor

Ingeniero de profesión, este joven sevillano de 33 años debuta en la literatura con 'Hermano Pablo', una novela negra ambientada en el que fue su barrio

El escritor sevillano Alejandro González Pino, con su novela 'Hermano Pablo'.
El escritor sevillano Alejandro González Pino, con su novela 'Hermano Pablo'. / José Ángel García

"–Illo, mira ese / –¿Quiéne? / –Ese, el gordo. / –¿Qué gordo?". Así empieza Hermano Pablo, la primera novela del escritor sevillano Alejandro González Pino, un joven ingeniero de 33 años que debuta en la literatura de la mano de la editorial Ediciones en Huida. El título de la obra hace referencia a una de las calles más características del Polígono Norte, el barrio en el que el autor del libro vivió hasta su adolescencia, y en la que sitúa esta ópera prima. Cuenta que lo que veía desde la ventana de su casa ("Salía poco, me dedicaba a jugar al Monkey Island, que me lo pasé con ocho años") y lo que captó después durante su etapa como entrenador de fútbol de niños le sirvió para hilvanar los diálogos de Hermano Pablo. Y los diálogos, tan pegados a la calle, al barrio, tan de la Sevilla profunda, son de lo mejor de la novela. Se nota que hizo teatro.

Cuenta que hay mucho de Canijo en su obra. Principalmente en el aspecto técnico de la droga, que es uno de los temas fundamentales de la novela. Y como el autor es un chico sano, que bebe zumo de naranja natural y Coca-cola Zero y que se desplaza andando al lugar de la entrevista, y tampoco tiene a ningún amigo drogadicto al que poder preguntarle con confianza, se inspiró mucho leyendo a Mansilla para recrear las obsesiones, angustias y agobios del yonqui. En definitiva, para retratar el drama de muchas familias no sólo del Polígono Norte, sino de cualquier barrio humilde de la periferia sevillana. No es casualidad que la capital andaluza reúna a siete de los quince barrios más pobres de España, entre ellos el que sirve de escenario para esta novela, en el que sigue viviendo su madre y al que acude con frecuencia.

Otra referencia clara es Gomorra, más la serie de televisión que el libro de Roberto Saviano. “Te diría que más la tercera temporada que el resto, porque para mí es la más real. Ese barrio existe y tú lo ves cuando vas allí. Lo dice uno que fue a Nápoles de viaje de novios”. Lo que aparece en esa temporada es el clan del Sangreazul, el líder de unos muchachos de Forcella que se enfrentan a los grandes capos de Scampia y Secondigliano. Unos tipos que no dejan de ser unos quinquis que van en moto por el centro de Nápoles y a los que el calificativo de mafiosos les queda demasiado grande. Como a los del Polígono Norte.

Pero el autor veía series sobre la mafia desde mucho antes del éxito de Gomorra. Y una que le marcó es Romanzo criminale, inspirada en la banda de la Magliana de Roma, a la que en la serie se le cambia el nombre por el de banda del Libanés. “La Magliana es un barrio muy parecido al Polígono Norte, en el sentido de que está a las afueras de Sevilla, que no quiere saber tanto de la ciudad, pero al final se mete en ella. Y viendo cómo evolucionaba el barrio, y todas las noticias que leía en vuestro periódico, pensé que había veinte mil historias posibles que podían hilarse y construir una novela”.

Y, pese a que tiene todo este bagaje seriéfilo y en sus altares están Los Soprano y The Wire, quiso hacer más bien “algo al estilo sevillano”. Algo donde haya una delincuencia poco profesionalizada, si se puede llamar así, más de baja estofa, de la chapuza, del navajazo y la huida más que del crimen organizado. No son grandes organizaciones, no es un narcotráfico como puede ocurrir en La Línea, donde grandes clanes tienen montada una verdadera industria de la droga. “Aquí son grupos pequeños, menos organizados, pero que tienen sus historias y merecen ser contadas”.

Admite que desde que se fue del barrio, éste ha “pegado un bajón”. “Ha vuelto a verse a gente consumiendo drogas a plena luz del día en mitad de la calle. Por la noche vuelve a haber reyertas, que hace muchísimos años que no las había. Incluso algún tiroteo, y yo nunca los había escuchado de pequeño. No recuerdo tanto peligro cuando yo era chico. Bueno, en realidad, es más incomodidad que peligro, porque realmente se puede ir por la calle sin que nadie se te acerque y te cree un problema. Puede haber algún tirón, y algún comercio en el que peguen un mangazo, pero eso los hay en toda la ciudad. Y sí que hay más suciedad, y un deterioro en los edificios. Hay calles como José Bermejo que han decaído mucho. Y la presencia policial es cada vez menor, ni siquiera se pasaba la Policía para garantizar que llevaba la gente la mascarilla obligatoria. Y, ojo, lo que pasa en el Polígono Norte no es un problema policial, o al menos no sólo policial. Hay contenedores que tardan muchos días en recogerse, hay una disminución patente de los servicios municipales”.

Esa decadencia del Polígono Norte está patente en una novela que es muy trepidante, entretenida y adictiva. “Hay gente a la que el protagonista le ha dado lástima o le ha provocado ternura”, dice, que no es desde luego el sentimiento que él quería causar en el lector. “Pero bueno, hay gente a la que le da lástima cualquiera”. Otros le han dicho que está muy bien resuelto, que la novela engancha mucho y, sobre todo, le preguntan qué hay de verdad detrás del libro. “Muchos de los pasajes están inspirados en situaciones reales, en noticias que he podido leer en estos años atrás”. Y decidió bautizar a los personajes con distintos apodos, todos reales, de delincuentes de Sevilla, una ciudad que es un protagonista más del libro.

Pero, cuidado, lo que sale no es la Giralda ni la Torre del Oro, sino la Sevilla profunda, la de los barrios más pobres de España, donde el paro es endémico y hay pocas oportunidades de escapar. Unos escenarios que raramente han aparecido en alguna novela. Hay ciudades ampliamente retratadas en el género negro español, como Madrid, y sobre todo, Barcelona. Incluso Canarias, con un exponente del noir como Alexis Ravelo, o Vigo, con otro nombre destacado como es Domingo Villar, tienen su espacio en el panorama negro español. Pero a Sevilla le sigue faltando su referente. “No sé por qué, quizás no guste que se retrate esa miseria de los barrios. Desde luego sí que en mi novela hay mucho de lo que vi cuando vivía en el Polígono Norte”.

“Tenía clara una historia con un principio y un final, y ahora tenía que desarrollarla. Escribía por las tardes si no estaba muy cansado después del trabajo, y por las noches. Muchas noches me quedé sin dormir. Es cuando estaba tranquilo y la escritura fluía. Luego, una vez escrita la novela, la corregí muchas veces y le he ido cambiando muchas cosas. Y aún le sigo viendo algunas cosillas”. Su carrera literaria sigue en marcha. Sigue escribiendo. Ha hecho algunos relatos y ahora está ideando una novela histórica, ambientada en la Sevilla de los años previos a la Guerra Civil. Su bisabuelo fue teniente de alcalde de Sevilla en 1935 por el Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux, y un cambio de partido en 1936 le salvó del paredón. Basándose en esa historia, y con una ingente labor de documentación más lo que le han contado sus familiares y allegados, está preparando esta segunda novela. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

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