John Dowland en español
Alberto Álvarez Calero | Director de orquesta y profesor
El sevillano Alberto Álvarez Calero ha publicado en la editorial Fórcola la primera monografía española sobre John Dowland
La ficha
John Dowland. La música inglesa en tiempos de melancolía
Alberto Álvarez Calero.
Madrid: Fórcola, 2022.
238 páginas. 27,50 euros.
Profesor en la Universidad de Sevilla desde hace dos décadas, fundador y director de la Orquesta de Cámara de Bormujos hace seis años, el interés de Alberto Álvarez Calero (Sevilla, 1974) por el compositor británico John Dowland (1563-1626) es antiguo: "Me formé como guitarrista y como director coral, dos ámbitos en los que Dowland destacó, y me interesó de siempre. En realidad empecé este trabajo justo cuando estaba terminando mis estudios en el Conservatorio, pero me sorprendió que hubiera tan poca bibliografía. En español sólo había artículos, pero ningún libro, y en inglés es verdad que estaba el estudio de Diana Poulton, que es de principios de los años 70, pero tampoco había mucho más. Y desistí hasta que retomé la idea poco antes de la pandemia. Tenía claro que, aparte las publicaciones originales del compositor, que son las fuentes primarias que he manejado, tenía que meterme en la bibliografía inglesa, no sólo sobre Dowland, sino sobre su entorno".
Nació así este libro, dividido en dos partes esenciales: la primera es un recorrido por la biografía del compositor; la segunda un sucinto análisis de su obra. "Hay muchas zonas oscuras sobre la vida de Dowland. Me fijé mucho en los prefacios de sus ediciones y en algunos documentos célebres, como la famosa carta que envía a Robert Cecil, secretario personal de Isabel I, para explicar su supuesta participación en una conspiración urdida en Italia contra la reina. Era la forma de manejar información de primera mano. Pero por ejemplo, no hay ni siquiera certeza ni de la fecha ni del lugar de su nacimiento, aunque lo más probable es que naciera en Londres en 1563. No tenemos tampoco un retrato del músico. En 2015 Roger Traversac presentó como posible de Dowland un retrato realizado por un pintor francés, Isaac Oliver, en 1590, pero la comunidad científica se mostró bastante escéptica y yo sinceramente no creo que sea Dowland. No deja de resultar sorprendente que de un compositor tan célebre en su tiempo se sepa tan poco".
De las certezas que tenemos sobre Dowland están su estancia juvenil en Francia, donde se convirtió al Catolicismo, sus viajes por Alemania e Italia, que le trajeron problemas serios en su país. "Se obsesionó con llegar hasta Roma para conocer a Marenzio, un compositor muy difundido ya en Inglaterra y al que admiraba. El problema es que en Florencia coincidió con un grupo organizado de ingleses católicos que tramaban un complot contra Isabel I e intentaron ganarlo para su causa. Se da cuenta enseguida de que si continuaba con sus planes de llegar hasta Roma, pondría en serio peligro no sólo a sí mismo, sino a su familia, y decide renunciar a su gran sueño y volverse para Alemania. Desde Núremberg escribe al secretario de la reina avisando del complot, del que echaba la culpa a los jesuitas, y tratando de defender su postura, llegando a decir incluso que él en Inglaterra ni siquiera había ido nunca a una misa".
Las tensiones religiosas marcaron siempre la vida del compositor. "Él se quejó amargamente toda su vida de que su fe le cerró el paso a la corte, una posición que ansiaba. Se sintió decepcionado cada vez que se abría una vacante y era ocupada por otro músico. Por eso se marcha a Dinamarca, a la corte de Cristián IV, y eso lo siente como un auténtico exilio. Cada vez que podía se escapaba a Londres, a visitar a su familia, a cuidar de las ediciones de su obra, y luego retrasaba la vuelta, excusándose en el mal tiempo. Es difícil decir hasta qué punto el catolicismo de Dowland y el incidente italiano afectaron a esa situación, porque en realidad no parece que este maltrato fuera tan real como él decía, aunque es cierto que no logra el ansiado puesto hasta 1612, ya con Jacobo I."
No deja de resultar curioso que la última edición de su música datase justo de ese año. En los últimos catorce de su vida, John Dowland no volvió a publicar nada. "A mí también me llamó la atención ese hecho. Veo tres posibilidades: una, la estabilidad le garantizaba el bienestar económico y ya no necesitaba más; dos, sus obligaciones, sobre todo en el aspecto docente, eran muy exigentes y se sintió sin fuerzas para publicar más música; tres, los nuevos aires estéticos no le gustaban demasiado y prefirió el silencio. Yo me inclino por la tercera opción".
En cualquier caso, si por algo se caracteriza el repertorio vocal de Dowland es por el lirismo y la tendencia a destacar la voz superior, hasta el punto de que en sus ediciones se permite tanto la interpretación a varias voces como con una sola voz acompañada por laúd, que es hacia donde apuntaba el nuevo estilo italiano de la monodia acompañada. "Sí, puede ser una paradoja. Él se sentía parte del estilo más antiguo, sobre todo en la escritura para su instrumento, el laúd, pero conocía muy bien a los italianos y su música vocal en efecto estaba confluyendo con la monodia italiana. De todas formas, en el Prefacio de su última edición, A Pilgrimes Solace, arremete contra los cantantes, los jóvenes laudistas y todos aquellos que lo acusaban de ser un antiguo. Hay una andanada muy notable también contra los que pretendían hacer pasar la viola da gamba por encima del laúd, una referencia muy directa contra Tobias Hume".
Al hablar de Dowland es ineludible hacerlo de la melancolía, que es algo que Álvarez Calero considera que era una marca no tanto de la personalidad del compositor ("hay testimonios de la época que lo describen como una persona no sólo alegre, sino incluso dicharachera"), "como una moda estética de la época, en Inglaterra y fuera. Puede que en él influyeran los contactos con círculos neoplatónicos en los que las expresiones de melancolía estaban muy bien vistas".
La fama de Dowland se fue esfumando con el paso de los siglos y hay que esperar al XX para su rescate. "En Inglaterra siempre estuvo bastante presente, nunca se olvidó del todo, aunque es verdad que su rehabilitación definitiva no llega hasta los años 20 del siglo pasado y sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Ya en los 40, Andrés Segovia estaba tocando su música". Aunque la música de Dowland representa muy bien el espíritu inglés, Álvarez Calero considera "que realmente es un compositor internacional, que gusta en todos lados. Su música es muy melódica y en eso coincide con buena parte de la tradición inglesa, de Purcell hasta los Beatles".
UN ÁLBUM SOBRE DOWLAND EN SPOTIFY
Un melodista incomparable
Son dos los terrenos en los que John Dowland marcó la música inglesa de su tiempo: el laúd y la canción. En ambos, la discografía es generosa. A las integrales laudísticas ya clásicas (Nigel North en Naxos; Paul O’Dette en Harmonia Mundi) hay que unir infinidad de álbumes misceláneos, entre los que caben destacar las selecciones de Jakob Lindberg en Bis, de Hopkinson Smith en Naïve o el doble de José Miguel Moreno con Eligio QuinteiroJosé Miguel MorenoEligio Quinteiro para Glossa. El joven Jonas Nordberg acaba de publicar también un precioso álbum de Lessons en Bis. El laúd juega un papel esencial en las famosas Lachrimae, una colección que suele interpretarse con consort de violas, aunque podría hacerse igualmente con violines. Savall con Hesperion XX (Astrée; ahora en Alia Vox), Fretwork (Virgin; ahora, Erato), Les Voix Humaines en Atma, La Chimera (sello La Musica) o, más recientemente, Opera Prima Consort en Brilliant (con el sevillano Miguel Rincón como laudista) son opciones de interés.
Quedan las canciones, en las que las voces femeninas han rivalizado siempre con las de los contratenores: Emma Kirkby, Catherine King, Carolyn Sampson, Grace Davidson de un lado; Alfred Deller, James Bowman, Gérard Lesne, Andreas Scholl, Robin Blaze del otro son nombres seguros a los que recurrir. Pero yo he preferido quedarme con el monográfico que en 2019 publicaron en Naïve la soprano argentina Mariana Flores y el laudista neoyorquino Hopkinson Smith por la tersura y sensualidad de la voz de Flores y la delicada sutileza de Smith.
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