Aladas palabras
'VOLAR'. Henry D. Thoreau. Trad. Eduardo Jordá. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2016. 140 páginas. 15,50 euros.
Pionero de la ecología y del pensamiento libertario, Thoreau sigue siendo una de las figuras más carismáticas y seductoras entre los padres fundadores de la literatura norteamericana, pero basta leerlo con detenimiento para comprender que no son sólo sus ideas, reivindicadas desde siempre por los movimientos alternativos, las que nos llevan a disfrutar de sus libros, escritos en una prosa precisa, lírica y evocadora donde conviven la introspección y una mirada sutilísima al incesante espectáculo de la naturaleza. Esa mirada es la de un profundo conocedor que sin ignorar las enseñanzas de la ciencia busca trascenderla por medio del contacto directo, convirtiendo el paseo, la expedición o la pesquisa en una experiencia casi mística. Los paisajes tienen alma y esta puede descifrarse, por ejemplo, a través del vuelo, el canto o la morfología de los pájaros, símbolos de la elevación, la libertad o la armonía. Sin embargo, como "filósofo natural hasta los tuétanos", elude las vagas ensoñaciones en favor de una descripción detallada que incluye al observador como parte del cuadro.
Los "apuntes sobre aves" recogidos en Volar proceden sobre todo de sus voluminosos diarios, pero también de los otros libros publicados o póstumos que conforman el vasto conjunto de su obra. El grueso de la selección, impecablemente traducida por Eduardo Jordá, estaba inédito en castellano y se suma a las páginas que en los últimos años han ampliado nuestro conocimiento de Thoreau más allá de Walden o su defensa de la Desobediencia civil. Es sólo una muestra, dicen los antólogos, pero el recorrido abarca el itinerario completo del escritor (1837-1862) y revela tanto su familiaridad con las criaturas aladas, mencionadas siempre por sus nombres específicos, como las bases de una cosmovisión íntimamente vinculada a los escenarios naturales. "Existen diferentes grados y modulaciones de la vida salvaje y de la poesía cuya idea central sólo se expresa por medio del canto de las aves", anota Thoreau. Sus palabras, que no pueden reproducirlo, transmiten muchos atisbos de esa verdad inefable.
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