Adiós a otra voz de trueno
El cantaor flamenco José Menese falleció a los 73 años en la casa de su localidad natal, La Puebla de Cazalla
Ha muerto José Menese Scott (La Puebla de Cazalla, 1942), uno de los grandes cantaores de flamenco de los últimos tiempos y de la historia. Menese fue una creación, un proyecto de ese gran aficionado jondo y poeta, además de pintor, que fue Francisco Moreno Galván. Tanto es así que desde que murió Moreno Galván el cantaor apenas si realizó una nueva grabación, en este caso con poesía del Siglo de Oro, 'A mis soledades voy, de mis soledades vengo' (2005) grabado en vivo en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. Queda pues esta obra, la única que no contó con los poemas de Moreno Galván, como la última grabación del de La Puebla de Cazalla. Este hecho apunta a una de las dimensiones más notables del cantaor como es su calidad de renovador del cancionero flamenco, con la obra de Moreno Galván como digo. Menese cantó siempre las melodías clásicas de lo jondo pero con nuevas letras. Textos que hablaban de los tiempos en que le tocó vivir.
Su actividad cantaora y discográfica comienza en los primeros sesenta y en sus discos hay un emotivo fresco de la España rural, de la Andalucía del último franquismo. Señoritos altivos que van a caballo y no saludan y anónimos jornaleros asfixiados por el trabajo de sol a sol. Esa época se inicia con un viaje en moto a Madrid, con el humorista Chumy Chúmez, que en realidad fue para Menese un viaje sin retorno hacia el estrellato flamenco. Menese fue una revelación jonda desde sus primeras actuaciones, desde sus primeros discos. Menese llegó a Madrid e ingreso enseguida en el tablao más prestigioso del momento, compartiendo vivencias con artistas como Pericón de Cádiz o Rafael Romero, que fue una de sus primeras influencias artísticas.
Tan relevante fue la irrupción de Menese en el Madrid jondo de los primeros sesenta que para su debut discográfico contó con la guitarra más reputada de esos años, la del gran Melchor de Marchena, el tocaor habitual en ese momento de Caracol y Mairena, las máximas figuras jondas de entonces, como lo había sido de la Niña de los Peines o Pepe Pinto, entre otros. La discografía de Menese de los sesenta, con Melchor de Marchena, es ejemplar, con una obra maestra después de otra, y con un concepto tan austero como rotundo. Una voz poderosa, de trueno, una garganta privilegiada, una entrega sin fisuras al cante, más allá de virtuosismo alguno.
El mensaje de Menese es radical porque su estética es ética. Expresa la rabia del sur, del sur maltratado y vencido de la posguerra. Da voz a los que no la tuvieron en los 40 y 50. Los humillados, los ofendidos, los que pisan la tierra. Esta etapa alcanza su culmen con el terrible 'Romance de Juan García' de 1971 por tonás, que siempre mantuvo en su repertorio, en el que la denuncia se hace carne en el nombre del anónimo protagonista de la historia pergeñada por Moreno Galván, uno de aquellos campesinos cuya inquietud, su deseo de cambio, de un mundo mejor para sus hijos, en contraste con el inmovilismo reaccionario, terminó con sus huesos en las cunetas. Por eso Menese siempre fue una estrella de los festivales de verano, de los pueblos de Andalucía. Especialmente en el de su pueblo, la 'Reunión de cante jondo', un festival concebido y ejecutado por el gran Moreno Galván, y que todavía tiene la escenografía y el concepto estético y ético del gran pintor de La Puebla. Muchas fueron las noches memorables, míticas, de Menese en la Reunión a la que el cantaor no faltó en ninguna ocasión desde su creación, en 1967, sino en la última, celebrada hace tres semanas, por motivos obvios.
Con el cambio de régimen lo que antes era sugerencia, bastante directa por otro lado, se convirtió en crónica de un siglo en 'Andalucía, 40 años' (1978). Antes de eso había registrado su histórica actuación en 'l'Olympia' (1975) de París, templo de la cultura antifranquista, con la guitarra de Manolo Brenes. El cantaor que fue José Menese no se eclipsó, como otros artistas comprometidos de la época, con la muerte de Franco. Porque su mensaje no se limitaba al poema que Rafael Alberti le dedicó en Roma 'A la voz de José Menese':"Tan solo penando/ sin saber que un día/ una voz que me vino de lejos/ me consolaría./ Voz que me cantaba/ los años oscuros,/ la fatiga de todos mis muertos/ entre cuatro muros./ El arranque ciego, la sangre valiente,/ ese toro metido en las venas/ que tiene mi gente". Menese se mantuvo en la primera línea del cante jondo, siempre fiel al repertorio musical tradicional, mairenista, y siempre fiel a Moreno Galván que fue, no sólo el letrista de todos sus discos excepto el último, también el diseñador de los aspectos gráficos y autor intelectual de los mismos. En los ochenta y noventa ambos, con la guitarra de Enrique de Melchor, nos legaron obras imperecederas como 'La puerta de Ronda' (1987) o 'Firme me mantengo' (1991). Siempre con la soleá y la seguiriya por bandera. Siempre con el recuerdo del maestro Antonio Mairena y también del gran Rafael Romero de Andújar. Y renovando estilos anquilosados como la mariana o los caracoles, a los que dio un sesgo político. O la petenera, que incluyó en la mítica película de Carlos Saura, 'Flamenco' (1995). Eso sí, en la voz personalísima de Menese los cantes tradicionales sonaban de otra manera. Era un artista único, esencial. Menese ha muerto joven.
En los últimos años tuvo muchos problemas de salud, que en ocasiones pudimos constatar en sus recitales. Pero mantuvo la dignidad y la conciencia de la importancia de su legado, colectivo e individual, hasta el final. En los últimos tiempos con la guitarra enjundiosa de Antonio Carrión que había patentado una forma personal, muy efectiva, de acompañar el cante de Menese. Adiós por tanto a otra voz de trueno, de rabia y de fuerza, como la de El Lebrijano, que se apagó hace apenas unas semanas. Adiós a otro representante de ese generación prodigiosa que eclosionó en los años 60 y 70 de voces terribles, furiosas, necesarias, poderosas.
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