La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La mala sombra de Sevilla Este
Obituario
El legendario músico Little Richard, uno de los padres fundadores del rock 'n' roll, ha muerto este sábado a los 87 años, según ha confirmado a la revista Rolling Stone su hijo, Danny Penniman, sin desvelar la causa del fallecimiento. Sí se sabía que el artista llevaba varios años enfermo: primero sufrió un ataque al corazón que lo dejó ya muy débil, y padecía además una fuerte ciática y problemas degenerativos en la cadera.
Little Richard, cuyo nombre real era Richard Wayne Penniman, nacido en Macon, en el sureño estado de Georgia, en el corazón del conocido como cinturón bíblico de Estados Unidos, fue uno de los primeros artistas negros de su país que supo combinar con éxito –y una explosiva energía, tan veloz como eléctrica– el góspel y el rythm and blues, géneros ambos genuinamente afroamericanos, con los sonidos pop del mayoritario mercado blanco estadounidense.
El resultado fue un nuevo tipo de música, dotada ésta de más frenesí, descaro y voluptuosidad, en la que Little Richard se movía como pez en el agua. Con actitud jovial, pose excéntrica y colorida (sus ojos pintados y sus ropas de tonos estridentes inspirarían inequívocamente a artistas posteriores como Prince), con su mensaje desinhibidor y rompiendo con un descaro formidable incluso ya tan tempranamente lo que hoy los jóvencitos aficionados a los estudios del asunto llamarían roles de género (en el escenario y fuera de él: en la América puritana de los años 50 era conocida su afición a llevarse a la cama tanto a mujeres como a hombres, a veces a todos a la vez), el legendario músico golpeaba el piano con fuerza mientras los gritos de su voz característicamente ronca daban forma a melodías pegadizas como el velcro. Como cantaría él para ilustrar esta infalible y eufórica alquimia sonora en su celebérrimo éxito Tutti Frutti, aullado alguna vez por cualquiera, ya sea o no devoto particular del rock 'n' roll: Awop-Bop-a-Loo-Mop Alop-Bam-Boom! Es, casi con toda seguridad, el grito más famoso de la historia de la música popular, además de la primera seña de identidad del rock reconocible por todos los públicos, traducida en España a algo así como auambabuluba balambambú.
En el imaginario popular se acabó imponiendo Elvis Presley como gran mito fundador o al menos como el principal responsable de sacar al rock 'n' roll de los tugurios para presentarlo radiante (y blanqueado, claro) a la cultura de masas. Pero lo cierto es que antes que él ya había estado afinando certeramente la fórmula Little Richard. Y Chuck Berry. Y Fats Domino. Y Jerry Lee Lewis... Con una intensidad escénica sin parangón, Little Richard tenía actitud punk avant la lettre, estética glam (también décadas antes de nadie supiera qué diablos era eso del glam) y una fogosidad rítmica que lo convirtió también en padre creativo de James Brown y del resto del febril batallón funk.
Nacido en el seno una familia humilde, es decir, pobre (su padre era un severo destilador clandestino de whisky; su madre, hacia la que sentía más apego, le inició en el piano), elevó de manera crucial el voltaje de la música hasta cotas nunca vistas hasta entonces y creó muchos otros himnos incombustibles que siguen haciéndole vudú a las caderas (Long Tall Sally, Good Golly, Miss Molly, Rip it up, Lucille, The girl can't help it...). Elvis, el proclamado Rey por el público, no dejaba pasar una sola oportunidad, siempre que le preguntaban, para afirmar que "el más grande” era Richard. El mencionado Brown, Buddy Holly, Quincy Jones, David Bowie, los Beatles, los Rolling Stones..., todos reconocieron en algún momento la profunda influencia en sus respectivas obras que tuvo el arrollador Little Richard.
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