España entre costuras

8 | Crítica

Ana Rujas y Javier Rey en una imagen del filme de Julio Medem.
Ana Rujas y Javier Rey en una imagen del filme de Julio Medem.

La ficha

* '8'. Drama, España, 2025, 120 min. Dirección y guion: Julio Medem. Fotografía: Rafael Reparaz. Música: Lucas Vidal. Intérpretes: Ana Rujas, Javier Rey, Tamar Novas, Álvaro Morte, Loreto Mauleón, María Isasi.

No son pocas las ambiciones y pretensiones de este undécimo largo de Julio Medem, que aspira nada menos que a contar la historia de España en el siglo XX y lo que llevamos del XXI a través de ocho secuencias ambientadas en otros tantos momentos históricos protagonizadas por un hombre y una mujer de distintas familias nacidos el mismo día destinados a encontrarse y separarse, y a partir de una mala y simplista digestión del famoso poema de Machado (Españolito) que se cerraba con los versos “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

También guionista de su película, Medem toma de manera literal el concepto casi hasta el límite de lo autoparódico, haciendo que cada diálogo y cada situación dramática, porque aquí todo es muy dramático (“un poema trágico”, ha dicho el autor), destilen un maniqueísmo elemental, didáctico y explícito sobre el asunto desde la proclamación de la Segunda República en 1931 hasta el noventa cumpleaños de nuestros protagonistas, interpretados por Javier Rey y Ana Rujas con todos sus apósitos de envejecimiento a cuestas, pasando por otras etapas cruciales del Franquismo vengativo, el Desarrollismo aperturista, la Transición prometedora, la España del pelotazo del 92 o aquella otra de la crisis económica de 2008 como etapas y marcos que aspiran a condensar esa idea de un país fratricida e irreconciliable donde sólo los amantes verdaderos y aquellos con espíritu poético o libertario serán capaces de suturar esa herida primordial que nos separa y nos destruye (sic).

Los personajes hablan así como afectados historiadores aficionados y los ocho planos-secuencia con los que Medem aspira a capturar y condensar el drama y el aire de los tiempos traicionan arbitrariamente su propia restricción formal y su escaso vuelo ontológico entre taconeos flamencos, fundidos en blanco, fondos móviles digitales y músicas baratas que nos hacen echar demasiado de menos a Alberto Iglesias.

Medem sigue confiando demasiado en el azar y la ingenuidad de su espectador como motores emocionales de sus relatos elípticos, pero no sabe materializar ya el tono o la forma que los hagan despegar de la sensación de ridículo (lo del derbi Barça-Madrid y sus consecuencias nos deja ya completamente noqueados) hacia los terrenos de la metáfora, por mucho que se empeñe en abrirlo y cerrarlo entre los huecos de un gran número 8 pintado en rojo sangre.

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