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El volcán egipcio, reactivado por medio del fútbol

Intelectuales de izquierda, cristianos, anarquistas, islamistas, trabajadores y seguidores del Al Ahli, lucharon juntos para derrocar a Mubarak. Ahora se enfrentan entre ellos.

Foto: reuters/afp
Anne-Beatrice Clasmann / Dpa

03 de febrero 2012 - 18:56

"¡Lárguese!", gritaban hace un año al entonces presidente Hosni Mubarak los manifestantes de la plaza Tahrir de El Cairo. Intelectuales de izquierda, cristianos, anarquistas, islamistas, trabajadores y seguidores del club de fútbol cairota Al Ahli luchaban entonces unidos contra un enemigo común. Hoy pelean unos contra otros con palabras, piedras, bombas incendiarias o munición real.

La tragedia en el estadio de fútbol de Port Said es sólo uno de los muchos brotes de violencia que han surgido en el país desde la caída del Faraón. Según analistas independientes, en estos disturbios participan miembros corruptos del aparato de seguridad procedentes de la era Mubarak, así como alborotadores. De vez en cuando también se involucran revolucionarios frustrados que se sienten traicionados.

Muchos de los jóvenes activistas que en enero pasado organizaron las primeras protestas contra Mubarak se sienten todavía rodeados de enemigos. Por un lado está el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que quiere mantener sus privilegios y su presupuesto.

Por otro, los funcionarios del Ministerio de Interior, que siguen siendo intocables. Y ahora se añaden los Hermanos Musulmanes, que tras su llegada a las instituciones no quieren ser molestados por protestas de jóvenes revolucionarios.

"Antes de la revolución les apoyamos, pero ahora se vuelven contra nosotros", podía leerse esta semana en una carta abierta que el grupo 6 de Abril envió a los hermanos Musulmanes. "Están construyendo una milicia para evitar que avancemos hasta el Parlamento con nuestras exigencias", acusa el grupo a los islamistas, que conforman el mayor grupo parlamentario tras las primeras eleciones de la era post-Mubarak. La organización acusa además a los Hermanos Musulmanes de comportamientos similares al del ahora prohibido partido de Mubarak.

También la burguesía liberal se siente profundamente decepcionada con la revolución inacabada, que ha supuesto un cambio de personal en la cúpula pero no una renovación cultural. Y es que mientras la prensa se concentra el viernes en los disturbios, una pequeña noticia pasa prácticamente desapercibida: Abdel Imam, el actor más famoso de Egipto, fue condenado en primera instancia a tres meses de prisión por haber ofendido supuestamente al islam en antiguas representaciones teatrales.

En realidad, el actor no se burló directamente de la religión. La pieza mostraba cómo islamistas radicales de larga barba intentaban prohibir el alcohol y los biquinis. Lo que Imam no podía imaginar entonces es que un día los islamistas llegarían al Parlmento, donde hoy cuentan con 24 escaños. Los únicos aliados con los que aún cuentan los activistas son pequeños grupos de intelectuales de izquierda y los seguidores del equipo Al Ahli, que en los últimos meses estuvieron presentes en casi todos los enfrentamientos con la policía.

Por eso, no hay que descartar por completo las teorías conspirativas que apuntan a que la violencia desatada en el estadio el miércoles fuera en realidad una acción dirigida contra los politizados fans del Al Ahli. Pero la teoría de la conspiración más peculiar sobre lo ocurrido en Port Said llegó desde la policía religiosa saudí. Según puede leerse en su cuenta de twitter: "Lo ocurrido en Port Said tras el partido es un castigo de Alá a los jugadores por no cubrirse", es decir, por vestir pantalones cortos.

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