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El samaritano Tony Blair

El entonces primer ministro británico fue el líder político europeo que más trabajó para que el régimen de Gadafi apareciera como 'presentable' ante Occidente

Blair y Gadafi pasean por los alrededores de Trípoli durante la visita que el ex primer ministro británico realizó en 2004.
Margot Britte (Dpa) / Londres

01 de marzo 2011 - 05:03

Se reunieron en una carpa de beduinos y analizaron la política mundial: el entonces primer ministro británico Tony Blair y el jefe de Estado libio Muamar el Gadafi buscaban en 2004 enviar una señal al mundo. Libia debía constituirse en modelo para la posibilidad de reinserción en la comunidad internacional de un Estado miembro del denominado eje del mal.

El acuerdo fue sellado por el conocido como "apretón de manos de la amistad".

Blair abrió así las puertas a Libia para salir de su aislamiento de décadas. Paulatinamente, el país norafricano se convirtió en un socio comercial aceptable para Occidente. Los primeros resultados favorables a los británicos se registraron al poco tiempo. Al acuerdo en la carpa siguió un primer convenio de empresas británicas para la extracción de petróleo y gas en Libia, así como otros para la venta de armas.

Voces críticas se alzaron ya entonces aduciendo que detrás de los elogios británicos al "nuevo" Gadafi no había más que intereses económicos, provenientes ante todo de la industria petrolera.

Negociaciones secretas entre Estados Unidos, el Reino Unido y Libia habían llevado poco antes de la reunión cumbre en la carpa a una declaración pública de Gadafi en la que renunciaba a todo plan de desarrollo de armas de destrucción masiva.

Estados Unidos, Francia e Italia siguieron las huellas abiertas por los empresarios británicos. Pero éstos mantuvieron una relación especial con el régimen libio. Saif el Islam Gadafi, el hijo del líder, se convirtió en uno de los huéspedes favoritos en los círculos del establishment londinense. Se le consideraba un interlocutor moderado y prooccidental, en comparación con su padre. Estudió en la prestigiosa London School of Economics (LSE), donde se graduó con una tesis sobre la democracia, a la vez que donó a la universidad un cheque por valor de 1,5 millones de libras (1,6 millones de euros/2,2 millones de dólares).

Saif, quien posee una lujosa mansión en Londres y describió alguna vez a Blair como "un amigo personal cercano", anunció ante las cámaras de la televisión libia que el régimen liderado por su padre lucharía "hasta el último hombre y hasta la última bala" para mantenerse en el poder. Ese mismo día informó la LSE que no aceptaría la parte de la donación de Saif que aún no había sido utilizada. Pero Saif hasta ese momento era una persona apreciada, incluso por el príncipe Andrés y por Peter Mandelson, ex asesor clave de Blair con quien compartió vacaciones en Corfu.

El Reino Unido estuvo cultivando la relación con Gadafi hasta hace poco. En abril de 2009 se firmó un acuerdo de intercambio de presos, en julio se reunió el entonces primer ministro Gordon Brown con Gadafi en ocasión de la cumbre del G8 en Italia, oportunidad en que agregó su propio apretón de manos.

El 20 de agosto de 2009 se formalizó finalmente la decisión que para muchos colmó el vaso: el ex agente secreto libio Abdel Bassit Ali Mohamed el Megrahi, único condenado por el atentado de Lockerbie, salió de una cárcel británica tras cumplir apenas ocho años de su cadena perpetua, para retornar a su país.

La bomba en el avión de Panam que sobrevolaba la ciudad escocesa de Lockerbie en 1988 causó la muerte de 270 personas, 189 de ellas ciudadanos estadounidenses. Al Megrahi había enfermado de cáncer y los médicos de la prisión le diagnosticaron apenas tres meses de vida cuando fue indultado por el gobierno escocés. En Libia fue recibido como un héroe.

Hoy sigue vivo y existe poca claridad sobre los motivos reales de su liberación. Una y otra vez reaparecieron las especulaciones: ¿Habrá estado el mismo Gadafi tras el atentado? ¿Hubo presión de la petrolera BP, que no quería perder los lucrativos negocios en Libia?

Senadores estadounidenses solicitaron hace pocos meses el inicio de una nueva investigación sobre el caso Lockerbie. Pero los interrogantes permanecen.

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