El retorno de Trump: anatomía de una victoria
Análisis
DESDE el primer momento las señales fueron ominosas para los demócratas: en Florida, un estado que Biden “sólo” había perdido por tres puntos en 2020, pronto fue evidente que Harris iba a ser arrollada por una ola de votantes hispanos que habían decidido cambiar sus lealtades ancestrales y optar por Trump. El condado de Miami-Dade votó republicano por primera vez en décadas.
Éste fue un patrón que se fue repitiendo a medida que avanzaba la noche: en Texas, otro Estado en el que los demócratas habían ido recortando distancias durante veinte trabajosos años, todo ese trabajo se desvaneció en una noche aciaga en la que pasaron de perder el Estado por 5,5 puntos en 2020 a hacerlo por 14. Una vez más, seguir el mapa de los votos a lo largo de la frontera con México (el valle del Río Grande) permitía ver un gran viraje hispano hacia los republicanos: incluso una ciudad como El Paso había pasado de votar a Biden por 35 puntos a hacerlo por Harris por sólo 15.
E incluso el voto negro retrocedió: apenas cuatro puntos en Georgia, pero dado que Biden había ganado por apenas 11.000 votos, cualquier disminución de su margen iba a provocar la derrota de Harris, que llegó a primera hora de la mañana española. En Carolina del Norte, donde Biden ni siquiera había podido ganar en 2020, el retroceso en el voto negro era el heraldo de una nueva derrota demócrata.
Las menguantes esperanzas demócratas se concentraron en el Medio Oeste, la denominada “muralla azul” compuesta por tres Estados: Michigan, Wisconsin y Pensilvania, que había sido franqueada por Trump en 2016 pero que Biden había logrado reconstruir -apenas- en 2020.
Los demócratas confiaban en que una ola de mujeres blancas en los suburbios se decidiera a apoyar a Harris en lugar de a un expresidente que había nombrado a tres magistrados del Tribunal Supremo que habían revocado el derecho constitucional al aborto. Sin embargo, ocurrió lo contrario: hubo pequeños retrocesos por todas partes, incluyendo las ciudades de Filadelfia, Detroit o Milwaukee, donde los votantes negros también incrementaron su apoyo a Trump respecto a las elecciones de 2016 y 2020.
Ningún Estado representó mejor la quiebra de las esperanzas demócratas que Iowa, donde una encuesta de Ann Selzer, la profesional más reputada de Estados Unidos, les había dado tres puntos de ventaja el pasado fin de semana. ¿La realidad? Una victoria de Trump por 14 puntos, 6 más que en 2020.
El arrastre del voto de Trump tuvo un fuerte impacto en las carreras al Senado, donde los republicanos recuperaron el control de la institución al ganar al menos tres escaños en estados en los que Trump triunfó con comodidad: Montana, Ohio y Virginia Occidental. Otros cinco estados estaban en disputa en el momento de escribir estas líneas, con el potencial de una de las mayorías republicanas más grandes en un siglo.
En la Cámara de Representantes, en cambio, había algunas dudas sobre si la pequeña mayoría de la que gozaba hasta ahora el Speaker de la misma, Mike Johnson iba a aumentar o reducirse o desaparecer incluso –algo que en el momento de escribir estas líneas no está nada claro–. Cualquier nuevo escaño dará más margen a Johnson para gobernar a un grupo de republicanos que se ha caracterizado por ser especialmente revoltoso.
¿Cómo hemos llegado a esto? Sean Trende, uno de los mejores analistas conservadores en Estados Unidos publicó hace casi un año en X (la red social de otro de los grandes vencedores de estas elecciones, Elon Musk) un hilo característicamente inteligente en el que señalaba que la inflación era una losa sobre los demócratas, porque poseía un efecto corrosivo que ni siquiera igualaba el desempleo, y que se alargaba incluso cuando las cifras habían vuelto a la normalidad.
Al mismo tiempo, Donald Trump se ha beneficiado de la ola conservadora que está atravesando todo Occidente, particularmente en relación con la cuestión de la inmigración y lo que, a falta de otra palabra mejor, vamos a llamar el antiwokismo (en sus formulaciones más feministas y de apoyo a las personas trans) y a la que EEUU no ha sido ajena.
¿Y cuáles serán las consecuencias? En política interior, la más relevante es que el control del Senado y de la Casa Blanca permitirá a Trump impulsar la judicatura federal más conservadora de la historia, empezando por el Tribunal Supremo, donde los jueces Thomas y Alito, ambos septuagenarios, se retirarán durante este segundo mandato de Trump y serán sustituidos por magistrados más jóvenes y más conservadores si cabe. En línea con lo anterior, está fuera de toda duda que Trump se amparará en la inmunidad presidencial para poner fin a todos los procedimientos judiciales contra Trump, y, quizá lo más ominoso, este resultado legitima su actuación en los hechos del 6 de enero de 2021. La segunda Administración de Trump estará compuesta por personas que apoyaron ese intento de golpe de Estado y la vieja guardia republicana queda totalmente desmantelada y sin influencia. La continuidad misma de la democracia en Estados Unidos estará en cuestión.
En política exterior, Putin tiene motivos para estar satisfecho: su candidato ha ganado. Ucrania tendrá que aceptar una paz humillante con Rusia, ante la impotencia de una Unión Europea que, como decía Enrico Letta, tendrá que decidir si quiere ser una colonia americana o china, mientras que Netanyahu podrá seguir con su política de tierra quemada en Oriente Próximo, apoyado por un Trump al que externalizar la defensa de Estados Unidos en la zona le parece muy conveniente.
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