La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Moscú/El líder ruso, Vladímir Putin, frena la rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner pero evidencia la fragilidad de su sistema, tras comprobarse que en 24 horas un grupo armado puede tomar una ciudad rusa y acercarse a Moscú.
“Tuvo lugar una situación revolucionaria. Una sublevación en Moscú podía haber cambiado el poder. Dejamos escapar la posibilidad, esto es un menos. Pero el régimen se debilitó a consecuencia de eso, esto es un más”, escribió en su canal de Telegram el conocido empresario opositor ruso Mijaíl Jodorkovski. No obstante, el ex magnate, quien fuera el hombre más rico de Rusia hasta su condena y exilio, aseguró que “surgirán más situaciones como esta”. “Y hay que estar más preparados para ellas”, advirtió.
Jodorkovski calificó de “impotentes dañiños” a los opositores que no se atrevieron a ayudar al jefe de Wagner, Yevgueni Prigozhin, a derrocar a Putin y tomar el poder y afirmó que son como “arena dentro de la dinamita, ni explotan ni dejan explotar”.
Lo cierto es que la situación creada por la rebelión de Wagner genera más preguntas que respuestas. Los wagneritas cruzaron sin resistencia alguna la frontera, entraron en Rostov en el Don y ocuparon sin un solo disparo el Estado Mayor y otros objetivos militares, desplazaron al menos cuatro columnas militares casi hasta Moscú sin sufrir una baja, y derribando varios helicópteros y un avión militar ruso.
Hubieran llegado a la capital rusa de no decidir Prigozhin, tras conversaciones con el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, dar media vuelta a las columnas, tras llegar a acuerdos que no reportan mucho provecho ni a los wagneritas ni a su jefe, solo para “evitar un derramamiento de sangre”.
Muchos se preguntan cómo los wagneritas pudieron avanzar tanto y se cuestionan si se trató de una debilidad del mando militar ruso o de una decisión deliberada para forzar las negociaciones entre Prigozhin y Lukashenko.
Mientras tanto, Rusia retorna lentamente a una extraña “normalidad”, sacudida durante casi 24 horas por esta inédita sublevación que prácticamente no se reflejó en la vida de la capital, pese a la amenaza que avanzaba en su dirección, y muy tibiamente en los medios de prensa rusos.
Después de que Prigozhin abandonara Rostov en el Don en la noche del sábado y desapareciera de la vista de la prensa, supuestamente en dirección a Bielorrusia, los wagneritas comenzaron a abandonar la ciudad entre vítores por un lado y abucheos por el otro.
Pese a que el Grupo Wagner protagonizó una rebelión calificada por el Kremlin de traición y “puñalada en la espalda”, muchos rusos ven en esta formación paramilitar a héroes que han traído victorias a las armas rusas y que se enfrentan a la burocracia, lo que genera sentimientos encontrados en la población.
El gobernador de la región de Vorónezh, Alexandr Gúsev, informó de que las columnas de los Wagner atravesaron el territorio de vuelta a sus bases “con normalidad y sin excesos”. En la vecina Lípetsk, donde también pasaron los wagneritas, las autoridades aseguraron que trabajan en el restablecimiento paulatino del tránsito por las carreteras, bloqueadas la víspera con camiones o con zanjas.
Los combatientes chechenos de la unidad Ajmat, enviados a Rostov para sofocar la sublevación, también regresaron a sus bases en Ucrania, señaló el comandante checheno Apti Alaudínov, para “continuar sus misiones en la liberación de Márinka”, en el este del país.
La comunidad internacional reaccionó de modos disímiles a la sublevación: los ministros de Exteriores del G7 acordaron “coordinarse con respecto a la situación en Rusia”, mientras que la UE analizará hoy los hechos en Luxemburgo, todos en el contexto de la ayuda militar a Ucrania. El secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, aseguró por su lado que lo sucedido es una ventaja para Ucrania en la guerra. Y Bruselas consideró “una noticia muy preocupante para el Kremlin” que perdiera el “control” durante 24 horas. Un alta fuente de la Comisión Europea cre que es un hecho que tendrá consecuencias “a medio y largo plazo”, si bien todavía “es muy pronto” para saber cuáles
El presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, calificó como “un gran error de Rusia” haber dado tanto poder al grupo Wagner, ya que “algunos hombres de negocios tan pronto agarran millones piensan que deben ordenar el Estado y el mundo. Y piensan que lo han logrado todo sin ayuda del Estado”.
No faltaron tampoco los aliados del Kremlin en América Latina: el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, envió un mensaje de solidaridad a Putin, mientras que el líder venezolano, Nicolás Maduro, celebró que el Kremlin saliera “victorioso” de esta situación.
La rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner en Rusia y su posible desaparición como fuerza de asalto en Ucrania generan nuevas posibilidades para Kiev, que ve el conato de motín como una “humillación” para el presidente Vladimir Putin, aunque sin efectos aún en el frente.
Desde el entorno del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se lanzaron ayer sucesivas interpretaciones sobre el presunto caos que rodearon las 24 horas de rebelión del jefe de los Wagner, Yevgueni Prigozhin, pese a su posterior retirada por mediación de Bielorrusia. El intento de motín refleja el inicio del “desmantelamiento del sistema” de Putin, afirmó el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, Oleksi Danílov, a través de su cuenta en twitter.
Fue “la punta del iceberg de un proceso de desestabilización”, prosigue el mensaje, según el cual se ha formado un “grupo de descontentos”, tanto en las fuerzas de seguridad como entre el funcionariado, que consideran “mortalmente peligrosas” las acciones de Putin para sus intereses y para su existencia.
La única opción que tiene Putin para “salvarse” es la “liquidación física” de los Wagner, un castigo ejemplar a Prigozhin y la implantación de una ley marcial, de acuerdo con Danílov, para quien la marcha de los amotinados sobre Rostov fue “una puñalada por la espalda” a Putin.
De “humillación” para el Kremlin calificó lo ocurrido el asesor presidencial Mijailo Podoliak. El motín evidenció el desgaste de poder de Putin, generó el caos y se resolvió a través de una mediación “por un intermediario de dudosa reputación”, como es para Kiev el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko.
“Fue una elección fenomenal... Casi anulas a Putin, tomas el control de las autoridades centrales y de pronto te retiras...”, transmitió asimismo a través de su cuenta Podoliak, para quien la “élite de Putin” vivió 24 horas de temor, en las que se demostró que el Kremlin no tiene el “monopolio de la violencia”.
Desde la presidencia ucraniana se sucedían estas interpretaciones sobre el caos precipitado con la toma de control por los “wagneritas” y posterior avance en dirección a Moscú, finalmente convertido en retirada por mediación del aliado del Kremlin.
En paralelo, tanto desde la alcaldía de la capital como desde la región de Jersón, en el sur del país, llevaban nuevos reportes sobre civiles muertos por ataques rusos. El alcalde de Kiev, Vitali Klitchkó, elevó a cinco el número de víctimas mortales del ataque contra un edificio de 25 plantas en la capital. El sábado el balance había quedado en tres fallecidos, pero el domingo se encontraron otras dos víctimas mortales entre los escombros del bloque de viviendas destruido del distrito de Solomianski.
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