La maldición de Tutankamon
El rey Faruk, Gamal Abdel Nasser y Anuar el Sadat sufrieron un final inesperado, desde el exilio hasta el magnicidio · Mubarak salió ileso del atentado que acabó con la vida del último pese a estar sentado a su lado
Hosni Mubarak, el último de los cuatro faraones de la moderna historia de Egipto, mantiene un pulso con la calle egipcia y también con esa especie de "maldición" política que rigió la vida de sus tres antecesores.
El rey Faruk I acabó destronado, el presidente Gamal Abdel Nasser sufrió la peor derrota en la guerra de los Seis Días y el presidente Anuar el Sadat perdió la vida en un magnicidio.
Todos ellos tuvieron unos gobiernos marcados por la guerra y la tragedia final, como si hubieran quebrantado alguna norma que suscitara la maldición del faraón Tutankamón, el faraón que reinó entre 1333 y 1322 antes de Cristo, para quien osara abrir su tumba.
Faruk I fue depuesto mediante un golpe de Estado el 23 de julio de 1952 por el Movimiento de Oficiales Libres, encabezado por Gamal Abdel Nasser, descontento con la manera corrupta de gobernar del monarca y la derrota árabe en la primera guerra árabe-israelí (1948-49). Faruk falleció en el exilio en Roma en 1965. Con él expiraba el régimen monárquico que había dominado Egipto desde 1805.
Nasser, el líder del panarabismo y fundador del Egipto moderno al proclamar la República, se consagró como un líder del Movimiento de los No Alineados en la Conferencia de Bandung (Indonesia), el 22 de abril de 1955, junto al yugoslavo Josip Broz Tito y el indio Jawaharlal Nehru. El 26 de julio de 1956 Naser anunció la nacionalización de la explotación del canal de Suez, una estratégica vía marítima que une el Mediterráneo con el mar Rojo. Hasta entonces, empresas británicas y francesas dominaban esa vía inaugurada en 1869.
La decisión de Nasser, que siguió a la negativa del Banco Mundial de financiar la construcción de la presa de Asuán, en el Alto Egipto, desató la llamada Crisis de Suez que culminó en octubre de ese año con un ataque conjunto de Israel, Francia y el Reino Unido contra Egipto.
En febrero de 1958 el dirigente panarabista vio cumplidos sus sueños de unidad, cuando Egipto y Siria formaron la República Árabe Unida (RAU). Ese sueño duró tres años.
El gran batacazo al ideario de Nasser ocurrió en junio de 1967 en la Guerra de los Seis Días. En esta tercera contienda árabe-israelí, el Ejército egipcio, coordinado con el sirio y el jordano, sufrió una estrepitosa derrota.
La consecuencia de la contienda fue que Israel ocupó la península del Sinaí, la Franja de Gaza (entonces bajo control egipcio), y Cisjordania y Jerusalén oriental (bajo administración jordana). Siria perdió los Altos del Golán. Era el declive árabe. Ese descalabro llevó a Naser a dimitir cinco días después de terminar la guerra, el 9 de junio, pero se retractó de esta decisión cuando millones de egipcios se echaron a la calle para pedirle que continuara al frente del país.
Nasser murió repentinamente de un ataque al corazón en septiembre de 1970. Pese a ser reconocido como uno de los líderes árabes más importantes de la historia contemporánea, sus detractores culpan a sus dieciocho años de gobierno de haber convertido a Egipto en uno de los países más pobres del mundo.
Le sucedió Anwar el Sadat, quien dio un vuelco a la política exterior del país cuando en 1978 firmó los Acuerdos de Camp David para la paz con Israel y en 1979 un Acuerdo de Paz bilateral con el Estado hebreo. Tildado de "traidor", Sadat abrió la caja de los truenos entre el mundo árabe y vio cómo Egipto era expulsado de la Liga Árabe.
La histórica foto de Sadat y Menahem Beguin, entonces primer ministro israelí, en la Casa Blanca con el presidente James Carter era el símbolo de una nueva era en Oriente Próximo. A cambio, Egipto recuperaba la soberanía sobre la península del Sinaí.
Pero Sadat no pudo escapar a su trágico final que aconteció durante el desfile militar del 6 de octubre de 1981, cuando un comando autodenominado Yihad Islámica, dirigido por Mohamed al Estanbuli, se infiltró en la celebración militar, abrió fuego contra la tribuna presidencial y cometió el magnicidio en el que también murieron numerosos guardaespaldas. Hosni Mubarak, salió ileso a pesar de encontrarse situado dos asientos a la derecha de Sadat. Desde entonces, Mubarak ha permanecido treinta años en el poder y uno de sus anhelos era dejar como sucesor a su hijo menor, Gamal, siguiendo el modelo de república hereditaria, inaugurada por Siria a la muerte del presidente Hafez al Asad.
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