Un Nobel de la Paz con unas cuantas guerras
Henry Kissinger cumple 100 años
Los 100 años de Henry Kissinger. Secretario de Estado con Nixon y Gerald Ford, en 1973 recibe el Nobel de la Paz por su contribución al final de la guerra del Vietnam
Este sábado ha cumplido cien años Henry Kissinger. Es del mismo año que Italo Calvino y dos de las novelas del autor italiano pueden servir para retratar al personaje, sin duda uno de los grandes protagonistas del siglo XX. Es barón rampante, porque con todo en contra se labró una trayectoria impresionante. Bávaro de nacimiento, su familia judeoalemana huyó de los nazis en 1938 y se trasladan a Nueva York. Mientras estudiaba de noche, el joven Kissinger trabajaba de día en una fábrica de brochas de afeitado. Y es también el vizconde demediado, lastrado siempre por una suerte de dualidad. Su papel para restablecer las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con China, el acercamiento a la Unión Soviética y el final de la guerra de Vietnam le hicieron merecedor del premio Nobel de la Paz en 1973. Compartido con el norvietnamita Le Duc Tho, que lo rechazó. El papel de la CIA y la ayuda a las dictaduras latinoamericanas con la Operación Cóndor arrojan una sombra de dudas y sospechas sobre su impresionante currículum.
Y casi todo ocurre en el paso del ecuador de su biografía. Año 1973. Le dan el premio Nobel de la Paz. El general Pinochet da un golpe de Estado en Chile, cobrándose la vida del presidente Salvador Allende, que prefiere quitársela antes de caer prisionero. Maniobras que retrata el cineasta Costa-Gavras en la película Missing, donde aparece un siniestro diplomático transformado después en pulcro cónsul de Estados Unidos en Sevilla, donde constaba como especialista en Bartolomé de las Casas. Ese año 1973, Egipto y Siria atacan a Israel, Estados Unidos apoya a su socio preferente y se desencadena la crisis del petróleo.
Perseguido, como el joven Chaplin; o perseguidor, como el relato de Cortázar. Las dos perspectivas de Henry Kissinger. El año 1973 del Nobel de la Paz, la caída de Allende y la guerra del Yon Kipur, Kissinger pasó por España. El 18 de diciembre llegó a Madrid. Fue una de las últimas personas que vio con vida al almirante Luis Carrero Blanco. Tuvo más suerte que la delegación sevillana que el día del atentado contra el presidente del Gobierno estaban citados con el militar de Santoña para hablar del canal Sevilla-Bonanza. El secretario de Estado de los Estados Unidos se alojaba en un hotel muy próximo a la calle Claudio Coello donde tuvo lugar el atentado cometido por Eta el mismo día que empezaba el Proceso 1001.
Con Carrero Blanco, Kissinger había establecido las premisas para renovar el tratado hispano-norteamericano de 1953 sellado con la visita de Eisenhower a Madrid en 1959. El 9 de julio de 1974 pasó unas horas en Madrid para ultimar los detalles del acuerdo. Ese mismo día, Franco ingresa en un hospital aquejado de una tromboflebitis. Nixon tenía prisa por firmar el acuerdo. Charles T. Powell, en su biografía del rey Juan Carlos, escribe que el 19 de julio Franco sufrió una recaída que parecía irreversible y en presencia del enfermo y con la anuencia del presidente Arias Navarro se produjo el traspaso de poderes al entonces príncipe Juan Carlos. Franco había querido firmar él mismo y su médico personal le espetó: “¿No tiene usted un sobrero? Pues que firme él”. El 30 de julio le dieron el alta, pero Juan Carlos presidió en el Pardo su primer Consejo de Ministros el 10 de agosto de 1974.
Kissinger ya había vivido como asesor presidencial el atentado contra John Fitzgerald Kennedy en 1963, el mismo año que Franco ordena la ejecución del comunista Julián Grimau. Kissinger simboliza la condición de Estados Unidos como aliado privilegiado de España en ese tránsito de regímenes. No quiere que España siga el ejemplo de Portugal tras la revolución de los claveles. Con los últimos fusilamientos de Franco (septiembre de 1975), Europa retira a sus embajadores y Juan Carlos envía a Washington a su fiel Manuel Prado y Colón de Carvajal para entrevistarse con Henry Kissinger.
El secretario de Estado que estaba en Madrid, como el bailarín Juan Martínez de Chaves Nogales en Rusia, en las vísperas del asesinato de Carrero Blanco y de la primera muerte de Franco, vuelve a España en enero de 1976 para retomar la firma de los acuerdos. Ese mes, la cúpula del Partido Comunista reunida en París acuerda que Carrillo atraviese la frontera de forma clandestina, como escribe Joaquín Bardavío en Sábado Santo Rojo. El acuerdo lo rubricará finalmente Kissinger en Estados Unidos con Areilza, ministro de Asuntos Exteriores.
Nunca ha perdido el acento alemán. Volvió a su país natal como traductor de alemán en la Segunda Guerra Mundial y fue condecorado por su papel en la denuncia de miembros de la Gestapo. Perseguido o perseguidor. Aficionado al fútbol, puso todo su empeño en que Estados Unidos organizara un Mundial, el de 1994 (el único sin goles en una final). El dictador Videla lo invitó al Mundial de Argentina 1978 en los últimos estertores de la Operación Cóndor. Antes de la guerra de las Malvinas.
Henry Kissinger es uno de Los 1.000 protagonistas del siglo XX del libro que editó El País coordinado por Eduardo Haro Tecglen y Concha Barral. Un inventario de personajes desde el arquitecto Alvar Aalto al pintor Ignacio Zuloaga. Kissinger aparece entre el escritor y premio Nobel Rudyard Kipling y el pintor Paul Klee. Junto a sus indudables méritos, se apunta en su contra “el desdén que mostró hacia el Congreso, su amor por la diplomacia secreta y el obsesivo control que ejercía sobre las personas que trabajaban a su cargo”.
Fue asesor de Nelson Rockefeller, gobernador de Nueva York que intentó tres veces sin éxito llegar a la Casa Blanca. Sólo fue vicepresidente y como tal representó a su país en el funeral de Franco. Kissinger empezó como secretario de Estado con Richard Nixon, mandato que empieza el 1968, año del atentado mortal contra Martin Luther King, y termina con el Watergate. Le facilitó a su presidente la histórica entrevista con Mao en Pekín pero perdió la confianza de sus compatriotas por la investigación de Woorward y Bernstein. Kissinger dejó la política y se dedicó a dar conferencias y escribir libros. En el último, Liderazgo, pasa revista a figuras como Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon o Margaret Thatcher. A todos los conoció porque un siglo lo contempla. Un Nobel de la Paz y unas cuantas guerras.
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