La extraña resolución 1.973

convulsión en el mundo árabe Los expertos creen que se está pisando un terreno minado

Las interpretaciones sobre el texto del Consejo de Seguridad se multiplican a medida que avanzan los días y que la situación sobre el terreno libio no se clarifica

Rebeldes libios rezan ante la tumba de un compañero fallecido a consecuencia de un ataque erróneo de los aviones de la OTAN.
Rebeldes libios rezan ante la tumba de un compañero fallecido a consecuencia de un ataque erróneo de los aviones de la OTAN.
Fernando Heller (Dpa) / Bruselas

03 de abril 2011 - 05:03

Aunque a priori parecía que la resolución 1.973 de Naciones Unidas sobre Libia era clara en su objetivo de proteger a los civiles, desde que comenzaron los ataques aliados el texto parece ser mucho más flexible y aparecen segundas o terceras lecturas interpretativas, especialmente desde Washington y Londres.

Y es que Occidente, y en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), parecen haber caído en un terreno minado: mientras la Alianza garantiza con un bloqueo naval que no entrarán armas para Muamar el Gadafi y sus aviones destruyen objetivos de los leales al régimen, el presidente estadounidense, Barack Obama, no descarta enviar armas a los rebeldes, amparado en una interpretación amplia de la resolución.

Desde que comenzaron las operaciones aliadas para proteger a la población civil en Libia bajo el amparo legal de la ONU, con apoyo de la Liga Árabe y de la Unión Africana, la sensación general es que la coalición gestada en París, Londres y Washington, y ahora la OTAN, se han visto obligados a improvisar.

Primero fueron las enormes reticencias del secretario general de la alianza atlántica, Anders Fogh Rasmussen, para dar el sí a participiar en el bloqueo naval, y después a asumir en dos tiempos, primero con la zona de exclusión aérea y después con los bombardeos selectivos, la responsabilidad plena de las operaciones. Todo ello impulsado por el deseo de Obama de dejar lo antes posible la ejecución de los ataques con sus misiles de crucero Tomahawks.

Ahora que la Alianza Atlántica asume el mando general, siempre bajo estricto cumplimiento de la resolución de Naciones Unidas, la Casa Blanca parece estar siguiendo una arriesgada estrategia.

¿Cómo hay que entender que, después de insistir en alejar de Washington el núcleo táctico y decisorio de las operaciones en Libia, ahora el presidente estadounidense deje abierta la puerta para armar a los rebeldes anti-Gadafi? Ni Londres ni Washington descartan ahora enviar armas para el Consejo Nacional Libio, que aglutina a la oposición, y que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se apresuró a aceptar como interlocutor válido poco después de que se iniciara la represión en Libia, a mitad de febrero pasado.

En nuestra opinión la resolución no descarta necesariamente el suministro de asistencia a aquellos que protegen a los civiles en algunas circunstancias", afirmaba el primer ministro británico, David Cameron. "No lo descartamos pero todavía no hemos tomado la decisión de hacerlo", subrayaba.

De esta manera, los aliados y la OTAN, que tanto celo habían puesto en el estricto cumplimiento de la resolución de la ONU, abren un peligroso camino para posibles interpretaciones sobre las palabras clave de ese texto, cuando se afirma que se podrá hacer uso de los medios necesarios para defender a la población civil.

Según explica al periódico Le Soir el profesor belga Eric David, experto en política internacional de la Universidad Libre de Bruselas (ULB), la resolución de la ONU, y especialmente su párrafo 4, contienen varias ambigüedades interpretativas, sobre todo cuando se prohíbe el despliegue de una fuerza de ocupación extranjera (tropas de tierra) en territorio libio.

Occidente, afirma David, se mueve en un terreno cada vez más pantanoso porque interpretar la letra y el espíritu de la 1973 no equivale a hacer una versión personal del texto.

Para agregar más leña al fuego, la secretaria de estado norteamericana, Hillary Clinton, abría todavía más la puerta a las dobles lecturas: "Interpretamos que la resolución enmendó o anuló el embargo de armas a Libia", subrayaba. "Nuestra tarea es proteger a la población, no darles armas", contestaba Rasmussen, con visibles muestras de nerviosismo ante esa lectura del texto de la 1973. "Rasmussen ha dicho que el objetivo (de la 1973) es proteger a la población, no armarla, estoy totalmente de acuerdo", afirmaba en Moscú el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov.

Y es que cuando Occidente pensaba que la última resolución sobre Libia sería suficiente parapeto legal para llevar a cabo sus operaciones militares, se ha encontrado con un problema de interpretación.

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