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¿Hacia dónde se dirige Egipto?

La revuelta por la democracia Los partidarios de Mubarak parecen haberse evaporado de repente

Tras la caída de Mubarak el país se divide entre quienes no dejan de celebrarlo, los preocupados por el futuro, los beneficiados, los perdedores y los estrategas

Un grupo de mujeres se mantuvo hasta el último momento en la plaza Tahrir para exigir reformas democráticas.
Anne-Beatrice Clasmann / El Cairo

16 de febrero 2011 - 05:03

¿Qué pasará en Egipto? Tras la caída del régimen de Hosni Mubarak se barajan muchos escenarios para el país a orillas del Nilo. En medio de la incertidumbre se pueden vislumbrar ya algunas tendencias y preferencias en la sociedad.

Cinco son los grupos en que se divide Egipto estos días: los que no acaban de celebrar, los que no han dejado de preocuparse por el futuro del país, los beneficiados por la revolución, los perdedores y los estrategas. Este último es más bien un grupo pequeño de aquellos que ya piensan en las elecciones de septiembre.

Los planes del Ejército prevén una breve fase de transición de seis meses. Un plazo, sin embargo, muy corto para que se asienten partidos y políticos como alternativas a Mubarak.

La euforia por la caída del régimen sigue siendo fuerte entre los jóvenes, que no acaban de creerse que el único presidente que conocieron desde su nacimiento ya no esté. Al mismo tiempo, son el grupo que exige que todos los funcionarios, oficiales de Policía, empresarios y vándalos implicados en la represión de los manifestantes sean llevados a juicio. La segunda gran exigencia del grupo, formado entre otros por el movimiento juvenil 6 de abril, es la liberación de todos los presos políticos. Sin embargo no tienen planeada la creación de nuevos partidos políticos o una visión concreta para el futuro del país.

Los más preocupados, en general quienes no participaron en revueltas por miedo a la represión, esperan sólo que la transición termine sin más derramamientos de sangre o pérdidas económicas. Son gente que no solía votar en el pasado y, entre ellos, empresarios preocupados por sus ahorros.

Grande es en cambio el grupo de potenciales beneficiarios de la revolución. Entre ellos hay policías que se sentían humillados por sus superiores, periodistas frustados por cómo transcurrió hasta ahora su carrera debido a su posición crítica, enfermeras mal pagadas y ex funcionarios que tienen la esperanza de encontrar un lugar en el nuevo ecosistema.

Los perdedores, por su parte, han desaparecido estos días. Entre ellos están los funcionarios del Partido Nacional Democrático de Mubarak, así como empresarios corruptos beneficiados por el régimen. Incluso el locuaz ministro de Exteriores Ahmed Abul Gheit, leal hasta el final al presidente, está sumido en el silencio.

Entre los pocos que se preparan ya para las elecciones están los antiguos partidos de la oposición, algunos políticos que se distanciaron de Mubarak en los últimos 20 años y los Hermanos Musulmanes. Estos últimos, considerados el grupo opositor más influyente, han anunciado que sólo participarán en los comicios parlamentarios y que no nominarán a un candidato presidencial propio. Los islamistas, sin embargo, recomendarán posiblemente a sus seguidores que apoyen a un candidato determinado.

Algunos expertos estiman que los Hermanos Musulmanes podrían obtener una cuarta parte de los apoyos en las elecciones parlamentarias, aunque ya no cuenten con tantos simpatizantes como hace cinco años. Una gran ventaja para ellos es que el resto de la oposición no está bien organizada.

Todavía no está claro qué pasará en los comicios, para los cuales ni siquiera se conocen aún las condiciones. Entre los que ya han hablado de una posible candidatura está el secretario general de la Liga Árabe, Amre Mussa, al que se le atribuyen buenas opciones.

Mussa parece hablar el lenguaje de los jóvenes y es considerado lo suficientemente maduro y serio para no espantar a la burguesía. El secretario de la Liga Árabe aboga por el liberalismo, la lucha contra la corrupción y la independencia de la Justicia, y tiene una oposición crítica frente a Israel.

A diferencia de Mussa y su defensa del liberalismo, el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei es más cercano a la exigencias de "islamización" de los Hermanos Musulmanes.

Los egipcios, por lo demás, parecen pensar poco en los supuestos modelos viables que barajan los analistas occidentales estos días, desde el modelo radical islámico de Arabia Saudí hasta el Estado islámico moderno de Turquía. Por el contrario, la mirada en busca de opciones para el futuro parece girarse hacia el propio pasado, desde las revueltas contra los británicos hasta el nacionalismo árabe del presidente Gamal Abdel Nasser.

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