Entre el 'Trump' brasileño y el heredero de la izquierda
Cerca de 150 millones de personas están llamadas hoy a las urnas para elegir a los dos candidatos que optarán a la presidencia
Más de 147 millones de brasileños están llamados este domingo a las urnas para elegir al próximo presidente de la principal economía de Latinoamérica. Son unos comicios cruciales para Brasil, 33 años después de haber recuperado la democracia, y para toda la región suramericana. A continuación se exponen las claves de esta primera vuelta de las elecciones presidenciales.
El auge de la ultraderecha está representado por la alta popularidad del candidato Jair Bolsonaro, líder de los sondeos, el mejor reflejo en Brasil y Latinoamérica del avance del fenómeno populista. El ex militar de 63 años es calificado como el Donald Trump brasileño por su agresivo discurso nacionalista y criticado por sus mensajes vistos como racistas, homófobos y misóginos. Bolsonaro hace apología de la última dictadura militar (1964-1985) y maneja con destreza las redes sociales.
Bolsonaro ha emergido como producto de una crisis institucional que busca una salida, otra de las piezas clave del país. Las elecciones son una oportunidad para que Brasil supere la parálisis política en la que está atrapado desde la controvertida destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016.
Junto con la operación anticorrupción Lava Jato, conocida en 2014, el impeachment es considerado por muchos como el desencadenante de la crisis institucional. Mientras el país se hundía en la recesión, el Congreso destituyó a Rousseff por controvertidas acusaciones de que su Gobierno maquilló el déficit fiscal, una práctica habitual hasta entonces.
Los aliados de Rousseff denunciaron un "golpe parlamentario" y el Gobierno del conservador Michel Temer gozó desde el primer día de poca legitimidad. El nuevo presidente afrontará la difícil tarea de restaurar la confianza en las instituciones con, además, Lula da Silva en la cárcel
El destino de Lula, icono de la izquierda latinoamericana y encarcelado en abril con una pena de 12 años por corrupción, ha preocupado todo este tiempo al Partido de los Trabajadores, que ha encontrado a un candidato que sobresale en los sondeos, el ex alcalde de Sao Paulo Fernando Haddad. Es la última esperanza de las políticas lideradas antaño por Lula y Rousseff.
Otro de los asuntos que ha generado debate en tiempos recientes es la amenaza de las noticias falsas -fake news-, cuyo auge inquieta en Brasil. Después de las denuncias de que hackers y bots rusos influyeron de forma masiva en las elecciones de Estados Unidos en las que resultó elegido Donald Trump, el gigante latinoamericano considera la lucha contra las fake news como una prioridad en sus comicios.
Tampoco es baladí en el proceso electoral el avance de las iglesias evangélicas. Las elecciones brasileñas medirán el continuo paso adelante de estas iglesias en Latinoamérica. Muchos observadores consideran la incursión del poderoso movimiento evangélico en política como una amenaza para la democracia debido a su discurso ultraconservador y sus campañas contra minorías sexuales. Brasil, el país con el mayor número de católicos en el mundo, es el campo de batalla para calibrar este auge. En el Congreso brasileño existe una llamada "bancada evangélica", cuya influencia podría aumentar aún más tras las elecciones.
De potencia emergente mundial a gigante caído
Brasil vivió una caída sin precedentes en los últimos años después de una década de bonanza que colocó al país entre las potencias emergentes mundiales. A continuación, algunas cifras que reflejan el declive económico, político y social del gigante sudamericano de cara a las elecciones de hoy. Además de la corrupción, en Brasil inquietan datos como las más de 63.000 personas que murieron de forma violenta en 2017, un incremento del 2,9% en relación con el año anterior, según el último informe del Foro Brasileño de Seguridad Pública. La criminalidad y la violencia se incrementaron notablemente después de los Juegos Olímpicos de 2016, mientras arreciaba la crisis económica. Las organizaciones humanitarias culpan también a las fuerzas de seguridad por el alto número de muertes. Otra de las preocupaciones deriva de la crisis económica, que contrajo a la economía brasileña en un 7% en 2015 y 2016 (-3,5% cada año). El desplome siguió a los años del "milagro económico" durante los Gobiernos de Lula da Silva (2003-2010), cuando Brasil parecía destinado a ser una de las nuevas potencias mundiales. En 2010 el producto interno bruto había crecido un 7,5%. En 2017 Brasil salió de la recesión con un crecimiento del 1%, aún insuficiente para impulsar la recuperación económica.
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