La Tierra Santa cotiza al alza
La población israelí protesta por los altos precios de las viviendas en las principales urbes como consecuencia de fuertes inversiones procedentes de fuera del país
Centenares de ciudadanos indignados por la imposibilidad de encontrar una vivienda digna mantienen su acampada en Tel Aviv y otras ciudades israelíes, donde se han producido manifestaciones multitudinarias en las últimas semanas, la última de ellas ayer mismo. Lo que comenzó como una acción solidaria con una estudiante desalojada de su apartamento para que el edificio fuera sometido a obras de rehabilitación, se convirtió en una larga hilera de tiendas de campaña en el Bulevar Rothschild de Tel Aviv.
Como ya ocurriera en Madrid, en esta ciudad costera los manifestantes comenzaron a organizarse, celebraron asambleas y pusieron en común ideas que iban más allá de la problemática de la vivienda, aunque los organizadores insisten en que ese es el punto de partida.
"El tema de la vivienda es sólo una parte, los políticos se han distanciado del pueblo y queremos que el pueblo recupere el poder", mostraba la principal lona asamblearia de Amit Adler, escritor y guionista, y uno de los promotores de la iniciativa.
Iniciada el pasado jueves, la protesta ya se extendió a ciudades como Haifa y Kiriat Shmona (norte), Beersheba (sur), Jerusalén o a la región de Sharon, al norte de Tel Aviv.
Las concentraciones están integradas por jóvenes universitarios y sobre todo por individuos de clase media que se consideran "nuevos pobres", muchos de ellos profesionales cualificados, con trabajo y salarios decentes, pero que no pueden adquirir una vivienda en urbes como Tel Aviv o Jerusalén, donde los precios se dispararon en los últimos años.
La razones son variadas, pero una de las principales es que extranjeros de origen judío y no residentes en el país adquieren viviendas en Israel que sólo visitan una vez al año, bien como una inversión emocional en Tierra Santa o como garantía.
Estos propietarios, no sólo tienen un poder adquisitivo muy superior al israelí promedio, sino que cuentan con exenciones fiscales y no tienen obligaciones cívicas como las que deben cumplir los propietarios locales.
Pese a los compromisos del Gobierno de relanzar la construcción de viviendas para jóvenes parejas, la realidad en la cuestión inmobiliaria sigue estando marcada por la voracidad de un mercado en el que se construyen pisos de lujo que el ciudadano de a pie no puede afrontar.
Según diversas estadísticas, en Israel también se pagan los precios más caros del mundo en comida, comunicaciones y otros artículos, situación que recientemente originó una campaña de boicot al requesón, producto básico que había registrado un incremento acusado de su precio.
Otra causa es la compra de viviendas por parte de acaudalados empresarios israelíes como inversión para sus hijos en el futuro y que permanecen vacíos.
Estadísticas del año pasado reflejan que un tercio de los apartamentos que cambiaron de manos en Israel fueron comprados como inversión.
Además, el parqué inmobiliario para el alquiler está formado por pisos viejos, mal conservados a lo que se suman contratos cortoplacistas sometidos a pronunciadas subidas anuales.
Es el caso de Stav Shapir, una de las pioneras de la campaña en Tel Aviv y que en el último año tuvo que mudarse de apartamento en dos ocasiones. "Cuando vi el caso de Dafni, la chica que originó la campaña, no lo dudé un minuto y al día siguiente ya estaba formando parte del nuevo movimiento", refirió.
Esta joven explicó cómo la protesta se expandió rápidamente por las redes sociales, y destaca que el movimiento 15-M remitió a la organización un vídeo solidario, acogido con entusiasmo por los acampados israelíes.
Shapir junto con otros representantes de la plataforma visitó el Parlamento israelí (Knesset), donde pudo explicar su situación a los diputados, algunos de los cuales se acercaron a la zona de acampada.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reconoció esta semana la dificultad de los jóvenes para encontrar piso. "El Gobierno está haciendo cosas para tratar de resolver esta enfermedad que nos afecta durante años", manifestó Netanyahu.
Pero sus palabras no convencieron a David Alexander, informático, y miembro de la plataforma de Tel Aviv: "La gente está harta de los gobiernos que nos prometen cosas y no hacen nada".
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