La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
la victoria de trump una transición incierta
Como ex locutor radiofónico domina la voz y las formas, pero no ha sido eso lo que ha llevado a Mike Pence hasta la Vicepresidencia de Estados Unidos, sino ser elegido para ir de la mano de Donald Trump. El tenía una mejor imagen presidencial que el magnate, además de la experiencia política de la que éste carece: es el gobernador de Indiana. De 57 años, 31 de ellos casado -sólo una vez, no como su próximo jefe, que lleva tres esposas en su currículum- con Karen, tiene tres hijos y no se le conoce ningún escándalo personal, es abogado de formación y muy religioso. Experimentado político, con un vínculo profundo con el Partido Republicano, tiene posiciones muy conservadoras, entre ellas sobre el aborto.
Llegó a decir frente a los micrófonos que sueña con el día "en que pueda mandar a la incineradora de la historia el caso Roe contra Wade". Se refiere al fallo judicial de 1973 por el cual la Corte Suprema de EEUU reconoció el derecho al aborto.
En el debate con Tim Kaine, despertó la ira de los mexicanos cuando no pudo controlarse después de que el demócrata pusiera sobre la mesa varias veces los insultos de Trump a los mexicanos. "Ya está otra vez con esa cosa mexicana", soltó en un arrebato del que se habló durante días.
En las primarias republicanas, Pence apoyó a Ted Cruz y no a Trump, al que criticó por su propuesta de prohibir el ingreso de los musulmanes a EEUU. Luego, cuando saltó la grabación en la que el neoyorquino alardeaba de tratar a las mujeres de forma cercana al abuso, Pence aseguró sentirse "ofendido" por sus palabras. Aun así, tiene a sus espaldas una larga carrera llena de insultos a mujeres, a miembros de la comunidad LGTB (colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) y, en general, a cualquiera que se salga de la ideología más ultraconservadora.
Como gobernador de Indiana, se ha centrado en bajar impuestos, pero ha sido muy criticado por una ley de libertad religiosa que abría las puertas a la discriminación de los homosexuales. No era la primera vez que mostraba una actitud calificada por algunos de homofóbica. El año pasado firmó una ley que permitía que los comercios y los restaurantes, entre otros negocios, vetaran como clientes a parejas gais apelando a la libertad religiosa. Las protestas lo obligaron a rectificar.
Entre 2003 y 2013, fue miembro de la Cámara de Representantes, donde trabajó por limitar el gasto público y desde donde apoyó la guerra de Iraq. Allí fraguó una profunda amistad con el jefe de los republicanos en la cámara, Paul Ryan, enemigo de Trump... hasta el triunfo electoral de éste el pasado martes. Su política económica sigue al pie de la letra la doctrina clásica republicana: aprobó la mayor bajada de impuestos de la historia de Indiana, impulsó rebajas fiscales a las corporaciones para atraer la inversión y toda su vida ha sido un adalid de la más estricta disciplina fiscal. Él será el segundo de a bordo de la Administración Trump y su sustituto si a éste le pasara algo. Muchos lo temen más que al propio multimillonario.
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