Hartos de ladrones y corruptos
Los regímenes autocráticos se caracterizan por la existencia de una élite corrupta, apoyada por los occidentales, cuya única motivación es la acumulación de riquezas.
Los pueblos árabes se rebelan contra dirigentes "corruptos" y "arrogantes", acusados de administrar el Estado como una propiedad personal, y contra un modelo que combina la "apertura salvaje a los mercados con un despotismo medieval", estiman varios analistas.
Al analizar las causas de la ola de manifestaciones que sacude a los países árabes, Bourhane Ghalioune, director del Centro de Estudios Árabes de la Sorbona de París, destaca la existencia de una "élite corrupta, apoyada por los países occidentales".
"Su única motivación es la acumulación constante de riquezas, cuando sus predecesores exhibían una voluntad de cambiar la vida de los más pobres", señala Ghalioune.
"Además, los dirigentes que se aferran al poder desde hace 30 años quieren que la sucesión vaya a su progenitura, lo que la población percibe como una provocación", agrega Ghalioune, profesor de sociología política, de origen sirio.
Por ejemplo, en Siria, Bashar al Asad remplazó a su padre fallecido en el año 2000 y Hosni Mubarak deseaba transmitir el poder a su hijo Gamal en Egipto.
La caída del presidente tunecino Zine el Abidine ben Ali, al cabo de 23 años de poder, y la ola de protestas sin precedentes que enfrenta ahora Mubarak simbolizan "el fracaso de un modelo que combina una apertura salvaje a los mercados con un despotismo medieval", subraya el universitario de la Sorbona.
"La región de Oriente Próximo y Norte de África es la más represiva del mundo, pues sobre 20 países, 16 pueden ser calificados de autoritarios", indica Ghalioune, refiriéndose a la clasificación realizada por el Economist Intelligence Unit (EIU).
Iraq, el Líbano, la Autoridad Palestina e Israel son considerados "regímenes híbridos" y todos los demás catalogados como autoritarios.
Todos los países están ubicados en la mitad inferior de la tabla mundial, que incluye a 167 países.
Otro especialista universitario, Ghassan Salamé, profesor de Ciencias Políticas en París, habla de una evolución calamitosa en los últimos 30 años, aunque desde la descolonización el mundo árabe ya estaba familiarizado con la tiranía. "Burguiba y Bumedian vivían en forma austera y no consideraban al Estado como su propiedad", afirma Salamé.
Habib Burguiba, el padre de la independencia tunecina, gobernó durante 30 años a partir de 1957 y Huari Bumedian dirigió Argelia desde 1965 hasta 1978.
Según Salamé, "en los años setenta, esos regímenes comenzaron a volcarse hacia el neoliberalismo, utilizándolo en su provecho, y a gobernar en forma corrupta, apoderándose de sectores enteros de la economía".
La revuelta nació del rechazo a una minoría que se enriquece cuando la mayoría vive en la pobreza y reivindica también la libertad de expresión.
"Las sociedades árabes estaban listas para explotar desde hacía años. Que la chispa haya saltado en Túnez y el fuego se haya extendido por Egipto es cosa del azar", sostiene Paul Salem, director del Centro Carnegie para Oriente Próximo, una institución con sede en Beirut.
"Lo notable de esas revueltas es que las consignas que movilizan a miles de personas en Túnez y Egipto son los derechos humanos y civiles, la democracia social y la justicia económica", agrega Salem.
"Se trata de un programa democrático y no ideológico", destaca.
"En los últimos treinta años, la única oposición verdadera a los regímenes autoritarios era el movimiento islámico, pero en realidad, los movimientos en Egipto y en Túnez lograron en pocas semanas lo que los partidos islámicos no lograron en décadas", prosigue Salem.
"Eso prueba que la democracia tiene actualmente una resonancia más potente que el islamismo, el nacionalismo árabe o las ideas de izquierda", concluye.
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