Hamas no conoce la piedad
El movimiento islámico arrasa a sangre y fuego todo intento de disidencia en la Franja de Gaza para demostrar su control y que todavía hay grupos más extremistas
Cuando se trata del poder, Hamas no conoce piedad. Grupos defensores de los derechos humanos denuncian torturas a los rivales de la organización islamista y aseguran que todo aquel que ose desafiar su poder en la Franja de Gaza puede contar con la muerte.
Nuevo ejemplo de ello fue lo ocurrido el fin de semana con el grupo autodenominado Yihad al Salafi, cercano a la red terrorista Al Qaeda, que proclamó la institución de un "emirato islámico" en la Franja. Los combates que provocó esa llamada, los más sangrientos desde que Hamas asumiera violentamente el control de esta región en junio de 2007, dejaron al menos 28 muertos. Y es que en estos dos años Hamas ha dedicado todas sus fuerzas a impedir una recuperación en Gaza de su principal enemigo, el movimiento secular Al Fatah del presidente Mahmud Abbas, pero descuidó la actividad de los grupos radicales.
Esto permitió el surgimiento y expansión clandestina de numerosas facciones radical islamistas, partidarias de instaurar un Estado islámico como el Afganistán de la época talibán. Una de las formaciones con más aceptación dentro de esa línea era Yihad al Salfi, del profesor universitario Abdel Latif Mussa, que fue abatido durante los enfrentamientos del pasado fin de semana.
Nadie sabe con exactitud el origen de los numerosos miembros del ala armada de la organización, Jund Ansar Allah (Ejército de los Seguidores de Dios) ni de sus armas.
En Gaza se especula que combatientes extranjeros entraron en el territorio a través de los túneles utilizados para el contrabando entre Egipto y la Franja. Sus propietarios infiltran también personas de un lado a otro, previo pago de unos 3.000 dólares.
Hamas se ganó un papel casi exclusivo de gran rival de Israel gracias a su prédica de odio contra el Estado hebreo y años de violencia y lanzamientos de cohetes contra el eterno enemigo. Pero la dura campaña militar israelí llevada adelante en Gaza con el cambio de año y la renovación del Gobierno estadounidense cambiaron el panorama en Oriente Próximo.
Hamas lleva meses cuidando que se respete la tregua con Israel. Y el jefe del buró político de la organización, Jaled Mashaal, ensaya desde su exilio en Siria un tono más conciliador, presentando por ejemplo a Hamas como "dispuesta a participar en todas las iniciativas que lleven a una solución justa en el conflicto palestino-israelí".
Durante una entrevista con el diario estadounidense The Wall Street Journal, Mashaal se mostró incluso dispuesto a la creación de un Estado palestino con las fronteras de 1967. En otras palabras, esto significa que Hamas podría llegar a un acuerdo con Israel.
El núcleo duro del islamismo radical, que sigue admitiendo como única opción el exterminio de Israel, considera que esa posibilidad suena a traición. Además, ve a Hamas demasiado laxa en asuntos como la vestimenta permitida a las mujeres. Yihad al Salafi no dudaba por ello en reclamar la instauración de la rigurosa ley islámica o sharía.
Cuando su imán llamó en Rafah a crear un emirato islámico, Hamas no tardó en dar su sangrienta respuesta. Y los 1,5 millones de palestinos que viven en la Franja la comprendieron bien: quien quiera desafiar a Hamas será castigado con rigor. Y quien tenga armas (sólo permitidas a las fuerzas de seguridad de Hamas) o viole las disposiciones de la organización puede darse por muerto.
Los analistas políticos en Gaza destacan también la otra cara de este mensaje: Hamas intenta marcar distancias con los extremistas para demostrar a Occidente que tiene absoluto control de la Franja y que ninguna solución para funcionará sin su apoyo.
Los acontecimientos del fin de semana también se ven como una advertencia al Gobierno de Abbas: todo combatiente infiltrado que siembre el caos e intente derrocar a Hamas sólo logrará su propia muerte.
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