Extranjeros en su propia tierra
Miles de kenianos de la etnia kikuyu huyen de su país hacia Uganda para evitar la ola de violencia desplegada contra ellos tras el dudoso triunfo del presidente Kibaki en las elecciones del 27 de diciembre
"Para ellos, los kikuyus no podemos vivir en Kenia, somos extranjeros que debemos salir del país", dice Stella Ochieng, que al igual que centenares de compatriotas ha abandonado su casa y huido a Uganda para protegerse de la violencia étnico-política que ensangrenta su país.
Durante años, numerosos ugandeses huyeron de la guerra civil y vieron a Kenia como una especie de tierra prometida. Sin embargo, ahora les toca a los kenianos buscar un refugio, aterrados, al otro lado de la frontera.
Ochieng, de 43 años, explica que ha sido tratada como una extranjera indeseable en su propia casa, la aldea de Amagoro, de la que huyó rápidamente, al igual que miles de habitantes del valle de Rift, fronterizo con Uganda. El 30 de diciembre, el presidente saliente Mwai Kibaki, de la etnia kikuyu, la más numerosa del país, anunció su reelección, una noticia que provocó una ola de violencia de los partidarios de su rival derrotado, Raila Odinga, de la etnia luo, que tuvo por blanco a los kikuyu del oeste del país.
Según la Cruz Roja, este brote de violencia ha provocado unos 100.000 refugiados a lo largo y ancho del país.
Recién llegado a la escuela primaria situada en la frontera entre los dos países que hace las veces de centro de acogida, Robinson Kagwima cuenta cómo su granja fue incendiada y sus 250 vacas sacrificadas por una banda de hombres armados que le obligaron a marcharse.
"Mientras mis vacas eran cortadas en pedazos y mi casa ardía, la Policía, que estaba a 300 metros, contemplaba la escena con los brazos cruzados", acusó este hombre.
Pero según él, estos ataques no han sido únicamente perpetrados por los luos, sino tambien por los kalenjins, liderados por William Ruto. "La Policía ha sido sobornada para que autorice los saqueos y las matanzas (...) El responsable de la policía local pertenece a la etnia kalejin y no le importaría que nos mataran", acusó.
Otros recién llegados cuentan que los kikuyu de clase alta han pagado a la Policía para garantizar su seguridad. "Pero los que intentaron resistir, fueron asesinados. Nos han matado y perseguido, han violado a nuestras mujeres y sacrificado nuestro ganado porque votamos por Kibaki", resume este hombre, elegido portavoz de los 800 refugiados concentrados en Malaba.
Según la Policía local ugandesa, son muchos los refugiados que describen violaciones, asesinatos y saqueos sufridos por ellos o sus familias. El oeste de Kenia se ha visto particularmente afectado y según responsables de Malaba, un total de 1.040 kenianos han atravesado la frontera desde el jueves.
"Nuestro desafío es encontrar un espacio para albergar a los refugiados ya que esperamos un número mayor si no se encuentra ninguna solución", explicó Jackson Hashaka, encargado del distrito de Tororo, al que pertenece Malaba.
"No tengáis miedo, estamos con vosotros. Acordaos de que nosotros hemos buscado a menudo refugio en vuestro país", agregó su adjunto, Fred Guluma.
A causa de los graves disturbios con motivo de las recientes elecciones en Kenia, unas 500.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgente, según estima Unicef, el fondo de ayuda a la infancia de las Naciones Unidas, que coopera estrechamente con la Cruz Roja de Kenia.
Principalmente se necesitan alimentos, agua, alojamiento y medicamentos, y también se debe prestar protección a mujeres y niños para evitar que sean víctimas de excesos, dice un comunicado de Unicef en la ciudad alemana de Colonia, destacando que se dispone de información sobre casos de violencia sexual en el país africano.
El objetivo prioritario de Unicef es prestar atención a unos 50.000 menores y mujeres lactantes o embarazadas amenazados por la desnutrición.
Además se dispone a distribuir 15.000 paquetes con mantas, equipos de cocina y envases de agua y abastecer de agua potable e instalaciones sanitarias a unas 100.000 personas.
La situación de emergencia afecta principalmente a personas que anteriormente ya estaban en una situación difícil. Ya antes de los disturbios, por ejemplo, la población infantil venía sufriendo desnutrición, especialmente en los asentamientos de gente sin recursos en las afueras de la capital, Nairobi, indica Unicef.
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