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Esperando que lleguen las armas

guerra en el mediterráneo Situación trabada en el conflicto del norte de África

Los frentes libios llevan varios días estancados sin que los rebeldes puedan recuperar el terreno perdido ni los gadafistas profundizar hacia el este del país

Rebeldes libios aprovechan una pausa en los combates cerca de la ciudad de Misrata para llevar a cabo sus oraciones.
A. B. Clasmann (Dpa) / Bengasi

21 de abril 2011 - 05:03

En el frente libio no hay avances desde hace semanas. Sin embargo los insurgentes no se desaniman. Confían firmemente en que las naciones amigas les enviarán pronto armas modernas con la que finalmente podrán hacer avanzar las cosas a su favor.

"Piezas para la construcción de bulldozers de Corea del Norte. Destino: Trípoli". Es lo que se lee en unas cajas alargados de madera, que han sido hallados en el patio de un cuartel en el oeste del bastión rebelde de Bengasi. Sin embargo en estas cajas no figuran piezas de bulldozer, sino proyectiles Grad, con un alcance de 40 kilómetros.

"Cuando las tropas de Gadafi intentaron el 19 de marzo conquistar Bengasi, trajeron aquí sus armas, pero luego intervino la OTAN y tuvieron que huir dejando parte de sus armas, y así han caído en nuestras manos estos proyectiles", dijo el ex comandante de la Fuerza Aérea libia Ahmed al Bani, que ahora es el portavoz militar de los rebeldes.

Como los insurgentes no tienen vehículos militares ni lanzadores de misiles que funcionen, van al frente en este fresco día de primavera en una construcción un tanto improvisada, que han montado en la parte trasera de una camioneta. "No tenemos mucha experiencia con este tipo de proyectiles", admite Mohamed Saleh, de 25 años y aspirante a oficial, que comenzó su instrucción en ese mismo cuartel el año pasado. "Antes entrenamos aquí con tres tipos de armas: kalashnikov, bazooka y armas automáticas FN", contó.

El uniforme no le sienta bien a Saleh. Parece cansado. Pero el joven está muy motivado. "Lucharemos hasta que Muamar el Gadafi caiga. Queremos una Libia libre", dijo. Y aunque desde el punto de vista profesional se siente por encima de los médicos, estudiantes y mecánicos que también se han presentado voluntarios para combatir en el frente, asegura que todos tienen el mismo objetivo: derrocar al odiado individuo que ha dominado el país durante 42 años con poderes casi ilimitados.

Sin embargo, no todos los soldados comparten su opinión. En el recinto militar de Al Rayba, fuera de Bengasi, donde mecánicos y soldados intentan poner a punto viejos tanques, comienza hacer mella el descontento. La mayoría de viejos oficiales que trabajan aquí prestan sus servicios convencidos a la revolución, pero algunos jóvenes en uniforme, que se mueven entre los tanques soviéticos, acatan las órdenes con resignación. "Yo quiero a Gadafi", asegura en voz baja uno de ellos que lleva gafas de sol con cristales de espejo. Por si acaso, prefiere no dar su nombre.

La ayuda humanitaria internacional para Libia, un país en guerra civil, ha comenzado entretanto a ponerse en marcha. A excepción de unas pocas localidades en el occidente del país, todas la ciudades están recibiendo ayuda aunque en algunos casos sea de forma esporádica.

Sin embargo, desde el punto de vista de la cúpula insurgente en Bengasi esa ayuda es como si a un enfermo terminal le suministran pastillas para el dolor de cabeza.

De los países de la OTAN y sus aliados no quieren sólo medicamentos y el transporte de los refugiados. Quieren sobre todo ayuda militar: misiles antitanque, aparatos de visión nocturna y otros equipos militares.

"Por ahora, estamos llevando a cabo una guerra de defensa, Estamos conservando nuestras posiciones. Ni más ni menos, hasta que nos den las armas que necesitamos para liberar otras ciudades", dice Al Bani.

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