EEUU pierde con el cambio
Los analistas consideran que cualquier solución a la crisis egipcia supondrá un debilitamiento de la posición norteamericana en la zona y un aumento de los peligros.
La ola de cambios que azota el mundo árabe se ha hecho eco de los llamamientos de Estados Unidos a favor de la democracia, pero amenaza con transformar el actual paisaje regional en uno posiblemente menos favorable para Washington.
Después de Egipto, la efervescencia popular que se inició en Túnez podría plantear nuevos dilemas a la administración Obama: Yemen, Argelia, Arabia Saudí e, incluso, Jordania, el otro país junto con Egipto que ha firmado un acuerdo de paz con Israel.
Al no haber sabido anticipar y apoyar estos movimientos, Estados Unidos será "percibido como una potencia en decadencia con una influencia cada vez menor en la zona ", asegura la analista conservadora Danielle Pletka.
La prudencia que exhibe Washington ante la situación en Egipto se explica fácilmente: el presidente egipcio Hosni Mubarak ha sido un aliado precioso para Estados Unidos contra el islamismo y para los esfuerzos de paz entre Israel y los palestinos, utilizando todo su poder y capacidad de persuasión con el resto de los dirigentes árabes.
Pero el temor que provocan los Hermanos Musulmanes y un eventual cambio de actitud de Egipto frente a Israel -con quien tiene relaciones desde los acuerdos de Camp David de 1978- motiva la contención estadounidense, señala Marina Ottaway, de la Fundación Carnegie, quien estima demasiado "exagerada" esta inquietud.
Una eventual llegada al poder del grupo islamista sería "calamitosa para la seguridad de Estados Unidos", piensa, al contrario, Leslie Gelb. Este asesor del Consejo de Relaciones Internacionales (CFR) ha expresado esos temores en el blog Daily Beast: "Los Hermanos Musulmanes apoyan a Hamas y otros grupos terroristas, envían señales amistosas a los dictadores y torturadores iraníes, serán propietarios dudosos del canal de Suez y se opondrán al tratado de paz firmado entre Egipto e Israel en 1979".
"Por encima de todo, los Hermanos Musulmanes pondrían en peligro los esfuerzos antiterroristas en la región y en el mundo entero", afirma Gelb.
Michelle Dunne, de la Fundación Carnegie, forma parte de un grupo de investigadores que han forzado a Washington a apoyar cuanto antes a los manifestantes en favor de la democracia y contra el actual régimen. No niega que un nuevo poder en El Cairo "podría cooperar menos con Estados Unidos en la gestión de la Liga Árabe y las cuestiones israelo-árabes".
Antes del presidente Barack Obama, la Administración republicana de George W. Bush proclamó en los años 2000 su "programa para la libertad", que propugnaba que el sacrificio de la libertad en nombre de la estabilidad no garantizaría ni una cosa ni la otra.
Obama insistió menos en el aspecto de los derechos humanos en los países que en el buen entendimiento entre el islam y occidente, en el gran discurso que pronunció para el mundo musulmán en El Cairo, en el mes de junio de 2009.
La temática de la democracia regresó con fuerza en enero, la víspera de la salida del presidente tunecino Ben Ali. Desde Doha, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, exigió reformas a los dirigentes árabes para que adaptaran sus regímenes a unos estándares más admisibles para los occidentales.
Estados Unidos reaccionó con prudencia ante la crisis egipcia. En los últimos días, Washignton sólo se ha distancia gradualmente de su aliado Mubarak. Demasiado poco, demasiado tarde para muchos analistas.
"Estados Unidos ha jugado mal sus cartas", afirma Ottaway. Según ella, "la Administración Obama ha conseguido que la multitud se ponga en contra de EEUU", pues los manifestantes no mostraban pancartas anti-estadounidenses al principio.
No hay comentarios